Llenar la nevera 28/12/09

Tras el viaje en metro, asciendo por las escaleras de la estacion y miro alrededor. La afluencia de gente en la calle ha descendido notablemente, las personas de bien ya no se arriesgan a salir a estas horas de la noche. A partir de las doce, se abre la veda para mendigos, prostitutas, pandillros y anarquistas. Me acerco por mi casa para recoger otros 45 euros y comprar un par de bolsas.

Dirijo mi pasos hacia el banco de sangre, situado a las afueras del arrondissement, a diez minutos andando desde mi casa. Me dirijo como tantas otras veces hacia la puerta metalica trasera, a través de un oscuro callejón lleno de contenedores con símbolos de residuos biológicos que nunca se han movido de allí.

Una vez en la puerta, toco seis veces, y cuelo ciento veinte euros por debajo de la puerta. Acto seguido, me acerco a la fachada principal, y espero unos minutos.

Al cabo de un par de minutos, Gregory (mi camello) sale a vaciar las papeleras por la puerta principal. Y ya tengo dos bolsas de sangre fresca escondidas en la puerta trasera.
Recojo mis dosis y paso por casa a rellenar mi nevera, a la vez que compruebo la hora y recojo el movil (aunque nadie va a llamar) y 200 euros de debajo del colchón.

Ahora sí puedo ir a ver a ese indecente.

Tomo el metro dirección al Louvre.