Lugares magníficos, 16/11/09

Despierto en el hotel con mejor resultado que la noche anterior. Es la hora de abandonar este refugio auxiliar y encontrar otro.

Y quien sabe, tal vez algun centinela.

Sin embargo no me apetecía irme sin probar el desayuno, así que llamé al servicio de habitaciones. Diez minutos después, me sentía completamente saciado a la hora de pagar la segunda noche y entregar la llave. Tardarían un buen rato en encontrar a ese tipo, durmiendo la mona.

Sin embargo, me doy cuenta también de una cosa. Necesito ropa nueva.

Cojo un taxi y me alejo de ese distrito. Siempre he querido visitar Montmaitre, para observar una de las mejores joyas del pais. El taxi me deja en la plaza de marte, desde donde puedo contemplar aquella enorme estructura de 330 metros. Realmente magnífica.

Una persona se situa a tu lado

- Hermosa ¿verdad?

Me quedo mirando la estructura, casi embobado como un toreador... sin embargo eso es solo una corteza.

-Brillante -es lo primero que digo-... Un testimonio de lo que la mano del hombre puede llegar a hacer. Trescientos treinta metros de hierro recordando lo que ocurrió hace ciento veinte años... Para aquella epoca es increible.

Entonces me fijo en la persona a mi lado.

-Siempre he querido verla.

- Nuevo aquí ¿eh?

El tipo parece tranquilo, viste un traje caro y lleva un sombrero. Sus ojos brillan al mirar el monumento y su respiración es calmada.

- Estoy seguro de que hay gente que quiere conocerle.

Le miro con cierta curiosidad... Entonces meto una mano en el interior de mi chaqueta.

Mis dedos rozan una de las estacas, pero lentamente, lo que saco es un paquete de tabaco. Cojo un cigarrillo y me lo pongo en la boca.

-Muchos querrían conocerme, caballero -digo, usando el mechero para encender el cigarro-... Pero... ¿Quién es usted, si no es indiscrección?

Todo lo digo con calma... y en silencio le ofrezco un cigarro, con una sonrisa.

- Gracias - responde cogbiendo el pitillo, luego lo enciende - Nadie de importancia... al menos no la suficiente como para preocuparse.. pero hay otros que si deberia tomar en cuenta.

No es la primera vez que trato con gente como este hombre. De hecho, en vida tambien dediqué parte de mi tiempo a esa clase de cosas... solo que no en circunstancias tan relacionadas con la noche.

Inspiro y suelto una bocanada de humo, mirando a la torre. Procuro hablar con cordialidad.

-De acuerdo, don sin nombre... Ha quedado claro que no ha venido solamente a hacerse mi amigo. Y dado que necesita... avisarme, me gustaría saber un poco más.

Me tiro un par de segundos callado, mirando al suelo un par de pasos delante de mí y eligiendo las palabras.

-¿A qué clase de gente debería tomar en cuenta?

- Bueno, gente de esa que puede -hace un eplicito gesto con la mano - rebanarle a uno el cuello cuando ni lo ve venir ¿me explico? Y luego salir impune. Gente como la que frecuenta el Louvre.

No me equivocaba.

-Eres un encanto -digo sonriendo ficticiamente, pero tuteandole sin darme cuenta. Luego vuelvo a hablarle "de usted"-... Y dado que es así de amable se supone que debo estar en deuda con usted por salvarme de personas tan hospitalarias. Claro que... ya que me pide ir, supongo que trabaja para ellos... así que no se que pensar -añado, levantando las cejas.

El tipo se rie por lo bajo, luego da una buena calada.

- Trabajo, trabajo... pero sólo miro, aviso y me marcho. No llevo la cuenta ¿sabe? Todo el mundo tiene claro a lo que atenerse. Es obvio que no me debe nada, no se preocupe, ni debo ni puedo pedirle cuentas a cambio - da otra calada mas al cigarrillo -. Gracias de nuevo. Un placer haberle conocido.

Sin mas, da media vuelta y se marcha por donde vino.

Antes de que de un tercer o cuarto paso le pregunto.

-Por curiosidad... ¿cómo me ha encontrado?

Más bien había querido preguntar cómo le había distinguido.

- Todos terminan por venir aquí antes o después... vivos y... no tan vivos - dice sin pararse -. Simplemente esperas aquí y llegan...

Me mantengo callado y observo cómo se va.

Muy listo. Cualquier recien llegado a la ciudad no podría evitar visitar algo tan popular como la torre eiffel... Y por lo que veo le gusta mirar.

*A esa clase de gente se les sacaba los ojos en mi barrio* -pienso por un momento, frunciendo el ceño.

Tiro el filtro del cigarrillo y continuo mi camino. De camino a la tienda de ropa, pienso detenidamente lo que me acaba de decir. Evidentemente es un enviado de los Camarillas, y si me ha visto dudo que se mantenga callado mucho tiempo.

Tal vez debería arriesgarme y meterme en el nido de serpientes. Pero aun no, antes tengo que asegurarme un sitio donde dormir sin riesgo.

Llego a la tienda de ropa, y sonrio al ver el género, y no solo el de las existencias del local.

/Refugio a la carta, Montmartre (16/11/2009)/