Deseo de Humanidad 5/01/10

-Así es.

No me gusta cómo se está poniendo la cosa.

Me pongo en cuclillas, mirando el tentáculo. La forma de moverse. Me da que pensar sobre la naturaleza de las sombras. Tal vez no sean lo que yo creo.

-... ¿Qué eres? -digo, mirándo al tentáculo en un susurro.

Se que no voy a tener respuesta. Me quedo unos segundos mirándolo con curiosidad. Creo que ya está bien por hoy, así que lo deshago.

EL tentáculo se deshace ante tu mera voluntad.

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- Es fascinante lo que hace ese despreciable... fascinante y terrorífico, uno se plantea seriamente retirar su enemistad hacia él.

//Fdi: //

No doy crédito a lo que oigo. ¿Está hablando de Pompignam, no? Y de lo que le ha hecho a Arnold.

-¿Le parece fascinante que tenga la capacidad torturar y mortificar así a nadie? Cierto, es alguien que no conviene tener de enemigo, pero desde luego no lo veo como candidato a "amigo". Y mucho menos después de lo que sucedió en el Eliseo con Curtis. Desde luego... es algo terrorifico.-Fijo que si no llego con Arnold, se lo hubiese quedado Pompignam para jugar. No me fio, no me puedo fiar de alguien a quien se le de tan malditamente bien eso de la tortura, es como si me hubiera fiado de Petra, joder...

No lo intentaré más por ahora. Ha sido un gran logro lo de esta noche. Dentro de poco, lo dominaré sin problemas.

Me termino la botella. Miro como está Emile, y me acerco despacio.

Ella sigue tocando, ahora una melodía suave, y triste.

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- No me malinterpretes, no me aliaría con él... pero admito que tiene un don para destruir a la gente, de todas las formas posibles.

Me pongo junto a ella.

-Es una melodía un poco triste, ¿no? -digo, con suavidad.

-¿Y eso es un don? En todo caso, cuestión de práctica. No me gustaría ver su historial...

- no, ni a mí... pero es muy util, no me extraña que sea la mano derecha del Príncipe.... aunque claro, no sé en qué lugar deja eso a Villon, bien mirado.

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- Sí... no sé porqué, me vino a la cabeza.

Me siento delante de ella, para verla tocar.

-Continua.

-Por favor, no me haga pensar en eso... Bastante nerviosa estoy con lo del día siete.

La tristeza que transmite la melodía te inunda y penetra en tí.

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- Cierto... deberías llevar tu móvil, y darnos un toque si nos necesitas.

No sé por qué, la música influye en mí, haciéndome sentir un poco mal.

Espero a que termine.

-... Ha sido una pieza preciosa... pero triste... ¿te ocurre algo?

Eso no me tranquiliza nada.

-Lo haré...-Me llevo la mano al rostro, en gesto de preocupación.- Espero de verdad que su interes no vaya más allá de conocer a la chiquilla de un amigo...

- Suena demasiado simple para alguien tan antiguo... pero espero que tengas razón.

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- No... no lo sé... a mi también me entristece esta pieza

-Pues sinceramente, no sé que más puede querer de mi. Si tan solo quisiera encandilarme, ya podría haberlo hecho con sus disciplinas... a menos que quiera alargar el juego, no sé... Aparte, no tengo nada más que ofrecer. No sé nada de negocios ni de politica y él ya tiene todo lo que pueda desear, quiero decir, ¡es el Príncipe!-niego con la cabeza.- Además, mi padre me tenía explicitamente prohibido venir a París, si vine fue por una carta falsa que me enviaron y porque ya me olia que había pasado algo grave. Por algo sería. Ni tan siquiera me dijo que conocía al Príncipe... casi considero una suerte que me dijera donde estaba el eliseo...

- Bueno, darle vueltas no lo arreglará.

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Ella deja su instrumento bien apoyado y luego va hasta ti.

-No... simplemente tengo la mala costumbre de darle demasiadas vueltas a las cosas. En el fondo lo único que quiero es que no me coja desprevenida. Tal vez no sea capaz de evitarlo, pero al menos no quiero que se diga que no lo afronté de frente.

Dejo que se aproxime y se siente en mi regazo, para luego morder mi muñeca, y dejar que beba de mi sangre.

-Lo has hecho bien... Sígue así.

Ella bebe de ti, agradecida y suplicante.

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- Tendrás que andarte con cuidado, si se le antoja sabrá todo lo que pase por tu cabeza.

-Pues no sé cómo evitarlo...

Dejo que se deleite. Se lo ha ganado. Despues de ver que ya es suficiente, separo la muñeca de ella, y cierro la herida.

-¿Te ha gustado?

- No lo sé, pero no le mires a los ojos cuando pienses algo de eso.

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- Dios sí... te quiero... - se acurruca en tu frío pecho.

Claro, como que algo así no seria sospechoso. Además, él también puede ver auras.

-Me parece que procuraré no pensar en esas cosas.