Una nueva presentación. [17/07/09 - 00:00 Hrs.]

Incomodo me muevo en el asiento del copiloto junto a Arnold que va manejando hacia el Louvre.
-¿Falta mucho?
Le pregunto al nervioso joven, mirando por la ventana las calles que recorremos rápidamente. Casas de una fachada bastante hermosa y dignas de admirarlas por al menos un instante. Pero antes de que Arnold me contestará ya sabía la respuesta, comenzando a reconocer los lugares próximos al Elíseo. El clima era agradable en aquel momento, al menos para los humanos. Baje un poco la ventana para que el aire me pegará en la cara y mi pelo se moviera un poco, refrescandome antes de entrar al infierno social.

- Ya llegamos, señor - te dice tu guía.

Casi de inmediato, llegáis al Louvre, donde os bajais. Unos Ghouls os preguntan vuestro nombre y otro os aparca el coche. Los primeros os conducen hasta las puertas del Eliseo, dandoos paso a la aparentemente monótona sociedad parisina, que en el fondo es una constante intriga de favores, dinero, rencores y miedos.

Abro las puertas introduciendo en aquel lugar nuevamente. De regreso en aquel lugar, una mueca se forma en mi rostro y un suspiro escapa entre mis labios.
-Bueno... mejor terminar pronto.
Camino relajándome, intentando alejar mi mente de todo aquello, recordando las enseñanzas de mi nueva madre. Colocando mi espalda recta, para caminar derecho. Las manos relajadas, la mirada firme.

Los grupos de vástagos son variados y están dispersos, todos charlan cordialmente o con solapada agresividad. Un ghoul se acerca a ofrecerte una copa de vitae.

Los mismos trapicheos que se producen en los callejones de los bajos fondos son llevados aquí con la mayor etiqueta, la gente es apuñalada por la espalda, los más honestos son traicionados y los listillos acaban rápidamente enterrados en el olvido.

Tomo la copa con cortesía, agradeciendo con un simple gesto de mi cabeza la amabilidad. Aunque no bebo nada, la mantengo en mi mano.
-¿Parece que las cosas por más tiempo que pasen no cambian e Arnold?
Le pregunto a mi acompañante, echando un vistazo al lugar. Buscando con quien debía presentarme. Al menos había unna excelente luz y música, con la cuál distraerme.

Las paredes del Louvre muestran cuadros increíblemente bellos, que a otros de tu clan serían suficientes para retenerles durante horas contemplándolo... y en ocasiones así es.

- Señor, allí está la dama Isabelle - dice Arnold.

Y efectivamente ves a la primogénita Toreador, con su suntuoso vestido, charlando con dos vástagos más.

Suspiro.
-Toma...
Le digo ofreciéndole la copa a Arnold caminando hacia Isabelle, en cuanto estoy cerca hago una reverencia con la mano.
-Buenas noches, espero no interrumpir nada importante. Señores...
Una media sonrisa se marca en mi rostro. No es sarcástica, es simplemente una sincera cortesía.
-Señorita Isabelle... un placer.

Ella te mira.

- Disculpe si no le reconozco... usted es...

-Erick Jones mi señora, chiquillo de Camille Vouillez, no tiene porque disculparse, en lo absoluto, soy yo el que debe la disculpa por interrumpir su platica.
Le sonrió nuevamente, mirándola tranquilamente, haciendo caso omiso por el momento de los otros dos vástagos aunque teniendo en cuenta su presencia.

Ella te sonríe.

- Sí, chiquillo de Camille... Lamento su pérdida - te dice, sentidamente (o al menos eso aparenta).

-Gracias.
Respondo sinceramente, dejando de lado las suposiciones para otro momento.
-No quiero robarle más de su valioso tiempo mi señora. Que tenga una maravillosa noche, solo quería informarle que estoy de nuevo en la ciudad y a sus pies, para lo que se me necesite.
Una nueva reverencia y luego miro a los otros vástagos.
-Señores... con su permiso.

Todos asienten cortesmente.

- Si precisa de algo, es bienvenido a acudir aquí y hablar conmigo - dice la primogénita (todo un honor) a modo de despedida.

Arrnold sigue sujetando tu copa cuando regresas.

-Espero que no llegué a ser necesario, pero realmente gracias. A sus servicios mademoiselle.
Digo haciendo una reverencia antes de alejarme de su presencia, sonriendo alegre. No había sido tan difícil.

Me acerco a Arnold tomando la copa y girando como para explorar la sala, dejando la copa sobre una mesa cuando nadie me ve.
-¿Debemos quedarnos a algo más?
Le pregunto curioso con ganas de alejarme ya del lugar.

- Eh... no, señor, no si no lo quiere... - responde - ¿A dónde desea ir ahora, señor?

Lo miro sin saber como decirle.
-De momento salgamos de aquí, siento que me ahogo.
Comenzando a caminar de nuevo a la salida, cada paso que me alejaba de la fiesta era como un trago fresco de aire en mi vida mortal.
-Afuera hablamos...

-Usted dirá, señor - dice cuando llegáis afuera.