26/11/09 Primeros pasos

- Curtis... despierta... te llaman... - dice Emile, sacudiendote levemente.

Cuando te despejas un poco, te pasa el teléfono.

- Miller, soy yo, ven al almacén.

No ha tardado demasiado en llamarme.

-Estoy a media hora, tardaré veinte minutos.

Corto la llamada. Por suerte había tomado una media, dormir con la ropa puesta. Necesito estar preparado para salir corriendo para lo que haga falta.

-Tengo que trabajar -le digo a Emile. Anticipándome, pongo un dedo en sus labios-... No pasará nada, volveré antes de lo que crees.

Sonrio y la beso.

- ¿Ya? No ha tardado mucho... - comenta Basile desde la puerta.

-Tampoco esperaba menos... -le digo, con media sonrisa

Le miro, viendo que sus heridas habían sanado un poco. Aun necesita algo de reposo. Me sorprende la resistencia de los Gangrel.

-... Me ha llamado solo a mí, no tienes por qué venir... ¿Puedes cuidarla por mí hasta que vuelva?

Mi tono es de petición.

- Demonios, Curti, que peticiones más raras haces - responde Basile.

¿Curti?

-Es costumbre preguntar -le digo, y entonces doy un beso en la mejilla a Emile-... No te metas con él ¿vale? -guiño un ojo a Emile, despidiendome.

Entonces camino y me despido de Basile. Cojo esta vez el deportivo.

Veinte minutos después, llego al almacen.

Dos ghouls te están esperando.

- Acompañenos, por favor - te pide uno de ellos, muy educadamente.

Te guían por el mismo sitio al que te llevaron la última vez, solo que en esta ocasión en el último pasillo giran a la izquierda.

- Siga usted, por favor, no tenemos permiso para pasar más allá.

Reconozco el rostro de los ghouls. No me caian precisamente bien, pero lo entiendo, solo siguen ordenes. Agradezco su ayuda y continuo mi camino... Sin embargo, mi confianza se merma levemente cuando resulta que es a otro lugar a donde debo ir.

*Espero que no sea una trampa*

He tenido más miedo otras veces. Me fortalezco basandome en ese pensamiento.

Cuando atraviesas la puerta, te sorprende encontrarte con una estancia digna de un palacio, de las paredes cuelgan cuadros y tapices, y un reloj de cuco muy antiguo y elaborado. Hay dos sillones frente a una chimenéa eléctrica que imita el fuego, en uno de ellos está Antón, casi de espaldas. Encima de el hay una mujer, que le provoca, besándole el cuello, pero Antón no parece responder a sus provocaciones.

- Márchate - dice fríamente.

La mujer obedece, y sale de la estancia contoneándose, no sin antes guiñarte un ojo.

Cuando pasa a mi lado noto su falta de pulso. Era una seductora, seguramente chiquilla de Antón.

Dinero, lujos, tentaciones... muy Toreador. Puede que fuese más viejo de lo que imaginaba.

-... Desde luego, estos almacenes engañan.

- Eso pretendo - responde -. Acércate, por favor.

Me mantengo callado. Pese a lo mal que me cae este vástago, debo mostrar respeto en el refugio ajeno.

Me acerco despacio, colocándome menos a sus espaldas y más de lado a él.

- Siéntate.

Su orden suena fria, pero sus ojos que miran al falso fuego rezuman melancolia.

Me siento en el otro sillón, simulando agradecimiento con un asentimiento de cabeza, como si en vez de una orden fuese una petición.

-Le escucho.

- Estoy esperando. Los Nosferatu atacarán mi territorio, si no a mí, y te quiero cerca en ese momento - responde.

Sigue sin mirarte.

Cojonudo, he dado pie a una guerra, en la que no estoy preparado.

-... Nunca he oido que alguna vez los nosferatu se tomaran la justicia por su mano...

Soy muy consciente de lo peligrosos que son los Nosferatu. Es dificil defenderse de algo que no se ve.

-... ¿Tiene idea de cuando puede ser?

- Cuando gusten, supongo - responde, para despué sumirse de nuevo en el silencio - Preferirias que fuera cuanto antes para no tener que seguir mucho a mi lado ¿Verdad? - pregunta al cabo de un rato, jugueteando a dar lentas vueltas a un anillo de oro, con un rubi engarzado, que lleva en la mano izquierda.

-Dudo que lo que yo prefiera importe mucho -le digo, siendo sincero.

Empiezo a pensar en voz alta. Mirando al fuego.

-... No sabría cual de los bandos tiene más peso. Los Nosferatu pueden ocultarse, los Toreador podeis verles... Ellos son fuertes, vosotros rápidos...

Me paso la mano por la barbilla, pensativo...

-Sin embargo teneis la ventaja de ser el equipo de casa.

Antón pinta una sonrisa triste en su cara.

- No te equivoques, soy un repudiado en mi propia casa - contesta -. Fué una locura lo de anoche. Debi mataros a todos, sólo me daréis problemas - vuelve a guardar silencio por unos minutos -. Entretenme. Dime ¿de donde has salido exactamente? ¿Cuándo te abrazaron?

No puedo ir por ahi contando lo que soy y de dónde vengo.

-Soy bastante joven... Si he sobrevivido hasta ahora es porque he dejado el pasado fuera de este pais.

*Y porque nadie queda para contarlo*

- Un pasado oscuro para un hombre oscuro. Tranquilo no te forzaré a contarlo... aunque podría.

En ese momento la puerta se abre. Un vastago entra, parece herido. Se deja caer en el suelo, casi a los pies de Antón, no sin antes dedicarte una mirada confusa.

- Informa - ordena Antón, sin dignarse a mirarle.

- Nos... atacaron.

Finalmente Anton le mira:

- He podido deducir eso por mí mismo.

- Perdón, señor... hemos perdido a dos de los nuestros, se los han... llevado.

- ¿Es lo unico que me traes? ¿La notificacion de una bochornosa derrota?

- No, señor, no... Hemos cogido a uno de los suyos.

Da un aviso, y un Noferatu entra a empezñones en la habitación. Parece asustado, y desorientado, pero aguanta el tipo lo mejor que puede.

Miro al nosferatu. No le reconozco, y realmente parece asustado.

Lo último que quería era desatar una guerra y que el fuego cruzado me pillase a mí o a los mios.

Me quedo en segundo plano, esperando a ver qué es lo que ocurre.

- Buenas noches - saluda Anton con una sonrisa.

El Nosferatu no responde, nervioso, pasa la vista por las caras de las personas de la habitación. Cuando llega a la tuya, se detiene un segundo más, con el ceño fruncido, pero no dice nada.

- Me gustaría saber dónde están mis hombres, si no le importa... todavia puede salir vivo de esta desagradable situacion.

- Le conozco. Me matará igual.

- Al parecer mi fama me precede... - te mira y señala con un cabeceo uno de los (inutiles) atizadores que hay junto a la chimenéa - ... Miller, por favor...

Me quedo sosteniendole la mirada. ¿De verdad pretende lo que creo?

Voy hacia el atizador con lentitud, lo aferro y me acerco de nuevo.

-... Esta no es la solución.

Antón te mira, levantando una ceja. Obviamente no está acostumbrado a que objeten sus ordenes... aunque no parece contrariado. El nosferatu te mira con agradecimiento, y luego espera la respuesta que tu señor tarda un poco en dar.

- No es solución pero ¿debo permitir que se internen en mis territorios con intenciones hostiles? ¿Que secuestren a mis siervos? Creo que no - luego te mira fijamente -. Creo que sólo lo dices porque te da lástima.

El Nosferatu le mira, tragando saliva, y luego te mira a ti... después de todo eres quien tiene el atizador. La forma de ignorarle que demuestra Antón, incluso cuando estáis debatiendo calmadamente el fin de su existencia te demuestra lo poco que vale para él.