Tanteando a ciegas (14- 12- 2009)

//FdI: Viene de aquí//

Llego a buen ritmo hasta el museo, pero no me detengo. No quiero entrar tal cual al Elíseo, antes tengo que tratar de hablar con otras personas. Quizá mis compañeros de clan puedan ayudarme antes...
Paso el Louvre de largo y continúo hasta los campos Elíseos, en los que empiezo a dar vueltas, buscando a alguno de los camaradas que conocí ayer.aquí

No te cuesta encontrarlos a los tres, sentados en el borde de una gran fuente alargada. Charlan tranquilamente.

Me acerco a ellos, armado de nuevo con una ligera sonrisa.

- Buenas noches.

- ¡Ey! ¿Qué tal, camarada?

- Salvando que el príncipe quiere la cabeza de mi compañero, que mi sire sigue desaparecido, que me han tumbado de un puñetazo hace apenas una hora, y varias barrabasadas más que no vienen al caso, estoy estupendamente - Bromeo-. ¿Vosotros sabéis por casualidad dónde puedo encontrar a unas tales arpías? He oído que pueden saber algo sobre Miguel, y tengo que intentarlo al menos.

- El Eliseo está plagado.

- Pregunta por Teresa.

- Teresa... Espero que me de alguna pista, llevo aquí una noche y media y ya he perdido casi toda la esperanza... En fin, gracias, compañeros. Será mejor que me ponga en marcha.

Me dirijo hacia el Elíseo, y entro directamente a preguntar a algún ghoul por la localización de esa tal Teresa.

El ghoul te señala a una hermosa mujer, que está hablando con otros cuatro vástagos, uno de ellos es Pompignan

No pienso acercarme a Pompignan de nuevo. Mantengo las distancias, fingiendo estar observando las piezas más cercanas, pero sin dejar de vigilar a la mujer. Cuando se vaya el príncipe, o Teresa se quede sola, me acercaré, pero hasta entonces prefiero no arriesgarme.

Pompignan es llamado una media hora después, y se retira educadamente.

En el instante en que él empieza a alejarse, yo me acerco a Teresa, dejando que me vea. Algo me dice que no es buena idea interrumpirla...
Me quedo esperando a una distancia próxima, de nuevo sonriendo. Como esto siga así, se me va a quedar la mueca...

Ella sigue con su conversación unos minutos más, luego te atiende.

- ¿Puedo ayudarle, caballero?

- Eso espero, mademoiselle. Estoy buscando a alguien, y me han dicho que usted es la mejor persona a quien preguntar. Responde a Miguel, pertenece al clan Gangrel.

- ¿Miguel? No, no me suena ningún gangrel... tengo un viejo conocido, Tremere, pero gangrel... no ¿Seguro que ha estado en París?

- Sí, cierto amigo mío dice que sabe que está aquí. Desapareció de un día para otro sin dejar rastro, y la única pista que tengo es la corazonada de un Malkavian con ínfulas de Gangrel. Pero él tiene tanto interés como yo, si no más, en encontrarlo, así que si afirma con tanta contundencia que está aquí, le creo.

- Vaya, muchísimas gracias. Me aconsejaron bien al hacerme acudir a usted. Mi nombre es Lucio. Y ruego disculpe cualquier comportamiento erróneo que haya podido realizar. No he tenido muchas ocasiones para conocer esta sociedad, no sé muy bien cómo he de actuar en determinadas situaciones.

- A mi me parece usted encantador - dice ella con una sonrisa -. Me encargaré de informarme... si pasa por aquí en dos o tres días venga a verme, tal vez pueda contarle algo más util.

Hago una ligera reverencia a modo de despedida y me alejo del lugar. Con suerte puedo incluso llegar a sacar algo en claro. ¿Encantador? Vaya, hacía años que no me llamaba nadie así... De hecho, nadie me ha definido nunca así...
Salgo del Elíseo, a tiempo de encontrarme con Dorian, que se acerca a paso ligero.

- Tenemos un problema.

- Tenemos muchos, de hecho. Me alegro de verte sociable.

- He hablado con los Nosferatus. Dicen que tenemos 2 días para entregarles 450 euros, es la unidad de moneda local. Me hacen suponer que Miguel está en peligro.

- ¿Sabes que me han definido como encantador? Desde luego sé ganarme el corazón de una dama. Y sí, no pongas esa cara, te he oído. Necesitamos reunir el dinero. ¿No puede prestártelo el líder de los anarquistas?

- Me ha mandado educadamente a paseo. ¿Has conseguido algo?

- Nada. Que vuelva en dos o tres días por si han encontrado algo. Por lo que dices, nuestra única opción es conseguir el dinero. Sígueme, tengo una idea.

Me dirijo de nuevo, seguido de Dorian, a buscar a mis compañeros de clan. Son las únicas personas en quien puedo confiar, me parece...

Ellos están donde antes.

- Ya he hablado con Teresa. Aprovecho para presentaros a Dorian. El Malkavian que me acompaña, vaya.

- Un placer.

- Sin rodeos, ¿sabéis cómo conseguir mucho dinero en poco tiempo? Los Nosferatu nos lo exigen, y no tenemos más de dos días, que es el plazo mínimo que tengo que esperar a que Teresa pueda haber conseguido algo.

- Pues... tronco, nosotros no tenemos un pavo...

- ¿Quién podría dejárselo?

- ¿Habéis probado con Alan?

- Sí, acabo de venir de allí, pero no parece estar por la labor.

- Y tampoco venía a pedir, más bien a preguntar... Aunque se me acaba de ocurrir algo. Necesito un billete pequeño y la localización de un casino. Situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

- Claro... en Las Torres tienes uno - te da la dirección -. Suerte.

- No necesito suerte, sino preparación. La ruleta tiene 36 números, ¿no? Y el cero. Todo es cuestión de saber a qué apostar. Aun así, necesitaré algo de dinero. Se lo pediría al jefe de los Anarquistas, pero no me apetece repetir la experiencia del puñetazo, así que... Se encargará Dorian. Gracias por todo, cuando acabe esto, procuraré tener una distendida charla con vosotros. A más ver, compañeros.

Me alejo hacia Las Torres de nuevo. Calculemos, me he despertado pronto, pon dos horas para llegar a Père Lachaise, una hora de cháchara, una hora hasta aquí, otra entre idas y venidas del Elíseo... Miro al cielo para determinar la posición de la luna, y saber cuánto tiempo tengo aproximadamente. Hay que aprovechar cada segundo.