Hora de la mudanza (17/15/09)

Despierto en un hotel no muy lejos de la casa de Emile. No hacía falta desayunar pese a las tentativas limpiadoras, ya que era el momento de establecer mi propio hogar.

Me aseo y me preparo. De donde vengo las cosas no eran fáciles, así que ya formaba parde de mí el ir con pies de plomo. No se lo que me puede esperar allí.

Pago la noche, y me encamino hacia su casa, procurando ir por los sitios más oscuros, como de costumbre.

Reconoces enseguida la casa donde la dejaste. Es grande, quizás incluso ostentosa. De tres pisos, con un jardín y una puerta enrejada.

Nada más acercarte a ésta, recibes un buen susto cuando un perro, negro y enorme (posiblemente un Gran Danés) comienza a ladrar. Furioso, mete el hocico entre las rejas, intentando alcanzarte, al igual que las patas, que parecen buscar la forma de abrir la puerta, mientras que empuja con fuerza, como si quisiese echarla abajo para poder llegar hasta tí.

Al poco la puerta de la casa se abre:

- Edmond, ven aquí - dice Emile, su voz desprende algo de sorpresa - ¡Edmond!

El perro parece no oírla, y continúa intentando darte alcance.

- ¿Pero qué te pasa? - pregunta ella ya a medio camino - No se qué le ocurre, siempre ha sido un animal muy cariñoso y tranquilo...

No es una sorpresa para mi, porque es la primera vez que me pasa. Me he topado con más perros de lo que querría en un principio, y la reacción casi siempre es la misma, o ladran como endemoniados o se mean encima tratando de esconderse.

Habría preferido la otra en esta ocasión, la verdad.

Podría hacer muchas cosas al respecto. Asustarlo o dejarlo inconsciente serían buenas opciones, pero no delante de ella. Echaría por tierra lo que había abanzado.

-No me llevo bien con los animales...

Será mejor hacer algo al respecto.

-Daré una vuelta, para darte tiempo a atar a esta bestia -le digo, simulando en mi rostro cierto miedo al animal... Después de todo sería lo normal.

- No, espera, no te vayas, enseguida lo ataré - dice acercándose mas.

Entonces el perro se vuelve y la gruñe a ella, interponiendose entre vosotros dos. Una mera advertencia de que no se acerque, vuelve a mirarte a ti, enseñándote los dientes mientras gruñe mucho más profundamente, con algo parecido al odio atrevesándote en su mirada. A pesar de que su razonamiento sea mucho menor, sabe mejor que ella lo que eres.

- ¿Pero qué...? Se acabó - dice la mujer, indignada.

Se acerca aún más y lo agarra por el collar. No es fácil arrastrar a un gran Danes... quizás ella tenga un fuerza "extra" por lo de ayer. El perro hace fuerza, clava las patas en el suelo... pero no hay manera. Finalmente es capaz de llevarlo hasta su caseta, donde lo ata con una cadena.

- No tenía que hacer esto desde que eras un cachorro, maldita sea - comenta enfadada.

El animal trata de soltarse el collar, pero le resulta imposible, finalmente lanza un profundo gemido lastimero mientras vé impotente como abre la puerta del jardín para que entres. Parece estar realmente desesperado por protegerla... de ti.

Paso al interior, y mientras acompaño a Emile miro al animal.

Es un animal realmente noble, su instinto le dice la verdad, pero se equivoca con respecto a mis intenciones. Ser protector no es una razón para deshacerse de un animal.

Suspiro. No puedo hacer nada salvo intentar que el animal me acepte con el tiempo y vea que no soy un peligro para ella.

Una vez dentro de la casa, me quedo mirándola. No puedo evitar sonreir sorprendido. Por un momento una frase estúpida pasa por mi cabeza, pero la descarto de inmediato.

*¿Será esto un braguetazo para un vampiro?*

-... Impresionante.

- Gracias - responde cerrandose bien la bata de franela - Estás en tu casa. ¿Quieres tomar algo?

Desde luego, es un buen refugio, y muy humano. He tenido mucha suerte.

Miro los pequeños detalles. Cuadros, fotos, distribución... Realmente interesante. Entonces ella me habla.

*Estoy en mi casa* -repite mi mente a su vez.

-Tranquila, no hace falta -digo, amable y de buen humor, mirándola-... Tal vez luego.

Los cuadros son muy hermosos, a pesar de haber dicho que la pintura no es su arte favorita.

En las fotografias aparecen ella y quien supones es/era su marido.

Llegais hasta el salon y ella se frota las manos un poco nerviosamente, como si estuviera fuera de lugar. Como sin saber porqué esta haciendo esto ahora que te ha dejado pasar.

Vamos al salón, y de pronto parece nerviosa.

-¿Estás bien, Emile? -pregunto, con desenfado, animado-... Tranquila, tampoco muerdo.

*Demasiado*

Levanto una ceja.

-¿O te he pillado en mal momento?

- No, yo... Estaba esperandote - responde, bajando la vista para ocultar los ojos llenos de deseo.

La sangre estaba haciendo su trabajo. Sin embargo quería jugar un poco más con ella.

Me acerco a ella, y lentamente, mis brazos rodean su cintura.

-Podrías tener al hombre que te diera la gana, y sin embargo me eliges a mí... ¿Por qué? -pregunto, sonriente.

- No lo se... yo...

El perro comienza repentinamente a ladrar de nuevo, con furia, como si pudiera ver a través de las paredes que te has acercado a ella.

- Maldito chucho - comenta molesta porque haya roto la magia del momento - Dime tú que quieres, ya que lo que yo deseo es evidente. Me has dicho que no dinero, ni fama... ¿Que pretendes sacar de mí?... Dímelo, no me importa, sea lo que sea lo tengo de sobra.

Ignoro al perro. Sigo centrado en ella.

-Solo hay una cosa que me interese de tí, Emile -respondo, cuando aproximo mi voz a su oido-. Te necesito a tí.

Una de mis manos sube por su espalda.

-¿Estarías dispuesta?

Su respiración se agita, y le recorre un escalofrio cuando tu mano pasa por su espalda.

- Sí... Sí... - afirma, pegándose a ti. Puedes sentir la calidez por encima de vuestra ropa.

Vuelvo a clavar mis colmillos en su piel. Bebo despacio, igual que siempre, asegurándome de que lo sienta. Mientras lo hago mis manos acarician suavemente su cuerpo. Su sangre sabe realmente bien, la sensación de cómo calienta mis venas y apacigua la sed es genial.

Sin embargo, algo descabellado pasa por mi cabeza.

*¿Me estaré enamorando de esta humana?*

Pero descarto la idea de inmediato.

Su corazón es el que me dice el momento de parar, igual que la última vez... No quiero que quede inconsciente de nuevo. No todavía.

- No... No pares... vuelve a hacerlo... - te coge de la nuca y te acerca a su cuello - ... otra vez...

Vuelvo a hacerlo, pero con más cuidado. Cuando la somnolencia le llega y no puede tenerse en pie me detengo, si sigo podría necesitar un hospital o peor aún. Todavía no tengo intención de crear ningún descendiente.

Llevandola en brazos, voy al sofa, dejándola descansar sobre mi regazo.

Ella suspira, en tu regazo, acomodándose, como si temiera que te desvanecieses en cualquier momento, como otro buen sueño del que por desgracia siempre hay que despertar.

- ¿Cómo lo haces? - acierta a decir finalmente.

-Digamos... un secreto de familia -digo, con mis dedos jugueteando en su cabello. Descienden luego, acariciando su cuello, por donde debería haber una herida y sin embargo no había nada, solo piel sana.

Tal vez ahora sea el momento, pues está relajada, tranquila.

-Todavía no me has contado nada de tí, Emile... Tengo curiosidad.

Notas que se estremece, y su gesto te indica que hay algo de lo que no quiere hablar.

- No hay mucho que contar. Fui una gran intérprete de musica, pero eso.. termino. Y con ello mi matrimonio... mi fama...

Hablo con pasividad, de forma relajada, amable, para que no se cerrara en si misma.

-Puedes contarmelo si quieres. He venido para estar contigo, no para juzgar.

- No hay nada que contar sólo... estoy cansada... quiero estar contigo - dice, y su voz parece representativa de su agotamiento.

Se incorpora para besarte.

Me aproximo de la misma forma, pero sin abrir la boca, muerdo mi lengua haciendo una pequeña herida.

Entonces la beso, dejando que saboree mi propia sangre.

Ella se sorprende por el sabor, pero rápidamente se muestra ansiosa por el beso. Te recorre el pecho con la mano y se remueve en tu regazo, gimoteando de placer.

El perro sigue ladrando con furia afuera, aunque ahora ella no parece prestarle la menor atención.

El perro seguía ahi... y realmente empezaba a ser molesto.

Era hora de callarlo.

Separo mis labios y la miro a los ojos.

-"Espera aquí"

/dominación 1/