Un comienzo (12/12/09)

Llego a casa de Antón... pensando en si lo que hago es lo correcto o no... Si son mis hombres, no puedo utilizarlos como carne de cañón. Mi etapa de sacrificios pasó, si tengo hombres, no los utilizaré de ese modo. Serán mi propio grupo, preparado para pelear, no para mandarlos a un suicidio.

Aparco y entro en la casa.

- ¡Hola! - te recibe Emile, lanzándose a tus brazos con un beso.

Lo cierto era que no me lo esperaba, pero fuese como fuese, siempre sería una bienvenida agradable.

La beso durante unos segundos, prolongándolo.

-Hola cariño... ¿Me he perdido algo?

- No... ¡Ya queda poco! - dice, resplandeciente - ¿Cómo han ido tus asuntos?

-Bien, muy bien... -digo, sonriendo al verla tan contenta-. Aunque no he terminado del todo.

Le recojo el pelo.

-Mañana es un día importante para tí. ¿Qué harás cuando triunfes sobre ese escenario?

- Darte un gran beso de agradecimiento por regalarme esta oportunidad - responde.

-¿Sólo un beso? Tendré que ayudarte con conciertos más grandes -digo bromeando, riendo un poco-. Espero que no te olvides de mí por la fama.

Le subo un poco la barbilla y acerco mis labios con los suyos.

-Te quiero, nena -y la beso, tomándome mi tiempo.

Tengo que informar a Antón.

-Tengo que hablar con Antón. Dame un momento.

- Antón no está, asíque no tienes excusa para dejarme sola - dice besándote.

Alzo una ceja.

-¿No está? -digo, algo incrédulo, pero luego lo pienso y creo que es normal. No iba a estar eternamente en su casa encerrado-. ¿Dijo a donde iba?

- ¿Qué importa a dónde haya ido? - responde con picardía - Estamos solos...

-Cariño -digo sonriendo. Mis manos se posan en su cintura, bajan más, la agarran provocativamente y suben un poco su trasero. Le hablo susurrando a la oreja-... Lo bueno se hace esperar.

Mis labios bajan un poco, besándola suavemente en el cuello.

-Sube arriba... pronto lo haré yo también -digo, con la misma picardía.

Emile se muerde el labio inferior y sube, como le has dicho.

Nunca dejará de sorprenderme el efecto de la sangre en un ser humano...

Con una sonrisa en la cara, busco a alguno de los ghouls de Antón. Con suerte, sabrán dónde está.

Raúl se te acerca, para ver que desea, y cuando le preguntas te responde:

- Mi señor ha salido al Louvre, dijo que no tardaria mucho en regresar, calculo que a más tardar en veinte minutos habrá regresado, aunque si es algo urgente podemos llamarle...

-No corre prisa... cuando venga hablaré con él -y mis ojos miran un momento hacia arriba, recordando a Emile-... Bueno, ¿Qué tal las cosas? ¿Está todo bien?

Preguntaba más por ellos que por la organización de la fiesta.

- Sí, señor, mucho mejor... El amo no estaba muy contento de que Emile sacara la soga y la trampilla del salón de actos, pero consintió... ahora los tiene guardados, pero da la impresión de que su justo enfado anterior ya ha pasado... Estamos felices de tenerle de vuelta, señor, las cosas siempre van mejor en esta casa cuando está usted en ella - dice con ilusión y agradecimiento.

-Me alegro... y veo que habéis hecho un buen trabajo con la sala del concierto -digo, sonriendo, y repito algo que dije antes-. Con suerte, conseguiré que no vuelva a colocarse la soga.

- Dios le oiga, señeor - responde Raul - y le bendiga - añade.

-Ojala me bendijera volviendo a caminar a la luz del día -le digo, sonriente todavía, pero con un suspiro-... Pasatelo bien, Raúl.

Me giro, y empiezo a caminar en dirección al cuarto de Emile.

Emile te espera, impaciente. Pero según cruzas la puerta de su cuarto oyes que se cierra la de la calle, y los ghouls van a atender a su señor.

-Vaya... que inoportuno...

Me acerco a Emile.

-Tendrá que ser algo simple -digo, acercándome, y oliendo la piel de su cuello.

Clavo mis dientes en ella y empiezo a beber, despacio, teniendo cuidado. Necesita relajarse un poco.

Ella disfruta cada segundo que alargas su placer, como siempre, luego se deja caer en la cama.

- Gracias, mi amor...

-Descansa, ahora vuelvo -digo, dándole un rápido beso. Después salgo de la habitación, para buscar a Antón. Espero que le fuese bien en el Eliseo.

Antón está abajo, ya se ha quitado el abrigo y se sirve una copa.

- Buenas noches, chiquillo, ¿Qué tal la noche?

-Mejor de lo esperado -digo, acercándome-. No todos me dijeron que no, pero algunos sí me acompañaron al refugio. Necesitan un poco de tiempo y garantías para fiarse de mí... pero con suerte aceptarán todos dentro de poco.

Entonces me fijo en él.

-¿Qué tal te fue en el Eliseo?