Vinculos y planes (18/11/09)

Despierto con Emile de mi lado. Estaba tan extenuada por lo de ayer que prácticamente pasó casi todo el dia durmiendo a mi lado.

Entre sangre y extasis, ayer le conté lo que era. Sin embargo, había quedado tan ligada que la sensatez en ella quedó a segundo plano.

Miro a Emile, durmiendo bajo las sábanas junto a mi... creo que es buen momento para terminarlo... y puede que no hubiese otra forma mejor de despertar para un ghoul.

Hago un corte en mi muñeca, y dejo que algo de vitae caiga en su boca.

Ella llega hasta tu herida y rápidamente, con ansia, bebe de ti.

La delicia del momento, y el cierre del vínculo completo, obnubilan su razón. Sabes que la has ligado a tí, una carga eterna hasta que decidas deshacerte de ella o convertirla en el monstruo que eres pero, en cualquier caso, acabas de robarle su voluntad, otro pecado contra el Dios al que otros aclaman, que otorgó a sus seres más bien amados el libre albedrío. Privilegio esencial, y el mayor de sus bienes, que ahora tú, por tan vanal necesidad y puro egoísmo, le arrebatas.

Dejo que beba, que se deleite con algo tan placentero que deja casi todo en segundo plano. La atadura es completa, y por su voluntad, esto podría ser su pago más justo.

Sin embargo, aparto la muñeca después de un rato, pues no podía arriesgarme. También había oido rumores sobre lo que ocurre con sobredosis de vitae, y no quería que eso le pasara a ella.

-No se debe ser goloso con esto Emile... puede ser peligroso.

Entonces la beso.

-Buenas noches, querida.

Ella te devuelve el beso, recorriendote con su lengua, bañada con tu sangre, la boca. Luego se separa.

- Buenas noches... - dice con una sonrisa encandilada.

Sonrio ampliamente. Al fin tengo un sitio al que llamar refugio, y una hermosa mujer.

-¿Qué te ha parecido por el momento? -pregunto, jugando un poco más con ella.

- Simplemente... perfecto - responde.

El perro empieza a ladrar nuevamente furioso fuera.

- Señor... Espero que no coja la costumbre de hacerlo todas las noches... al final los vecinos me llamarán la atención...

Entiendo perfectamente.

- Los animales nos notan, y si no sabemos tratarlos demasiado nos ven como enemigos... Será mejor hacer entender al pequeñin que no corres peligro conmigo...

Sonrio.

-Bajemos, pero atiendele tú, para que vea que no te he hecho nada.

Ella vuelve a sonreirte y te coge de la mano cuando bajáis las escaleras.

Al abrir la puerta, ella se adelanta, mientras permaneces en el rellano. El animal está ladrando con fuerza, pero no hacia tí ni hacia la casa, si no hacia la entrada del jardín, aunque no ves nada extraño allí. Tiene los ojos enrojecidos, y sus furiosos ladridos hacen que retumbe la caseta. Está tirando tan fuertemente de la cadena que si continúa así no tardará en ahogarse.

- ¿Qué pasa Edmund? No hay nada allí ¿lo ves? Y yo estoy bien - dice encaminándose hacia la puerta del jardín.

...

No...

Mierda, no puede ser, no ahora.

-Emile, metete en casa. Ahora mismo -le digo, mirando en la misma dirección que el perro.

Ella te mira, confusa, pero obedece, metiéndose en la casa.

El perro sigue tirando de la cadena hasta que, repentinamente, ésta se rompe.

Se lanza hacia delante a tanta velocidad como le permiten las patas y sin malgastar más fuerzas en ladrar. A unos dos metros del lugar donde Emile se dio la vuelta, salta, atrapando algo en el aire. Enseguida distingues a... algo, con unas ropas anchas. El bicho le tiene bien agarrado el antebrazo, pero de alguna manera el desconocido consigue que le suelte con sólo susrrarle unas palabras. Edmund retrocede un poco, manteniendo un gruñido bajo y amenazante.

- Has cazado en terreno vedado, extranjero - dice una voz arrastrada, que en seguida se rie de una forma desagradable.

Si no llega a ser por el perro, no me habría dado cuenta... y no habría que podría haber sido de Emile.

Veo esa extraña forma. No es la primera vez que me sorprenden con una ilusión, pero sí que me doy cuenta antes de algo desagradable.

La oscuridad que hay dentro de mí se desata, y como el asesino que fui, vuelvo a comportarme.

-Dejate de trucos de salón y muestra tu cara. -digo con voz sombria.

Entrecierro los ojos.

-Solo un nosferatu puede ser tan mezquino con la información.

Si le viese bien, ya estaría estacado.

-No he cazado ni matado a nadie. Solo me buscado un refugio.

-Espera -digo de momento. No es que le quiera precisamente aquí, pero si ha venido es por una razón.

-Dudo mucho que hayas venido para darme solo un aviso... ¿Qué es lo que quieres? ¿De quién es este territorio?

- El territorio en si no es el problema... si no el humano en concreto que has elegido... pero ¡ah! me pierde la lengua! Toda información tiene su valor, supongo que no querrás obtenerla de forma gratuita - el nosferatu acaricia la cabeza del perro, que, no obtante, se aleja de su contacto.

-... Lo que yo decía... -respondo, dando un par de pasos en su dirección, lentamente, y me vuelvo a detener-... Nada es gratis en nuestro mundo.

Hacer un trato o quedarme con la incertidumbre... maldita sea. Odio a los listillos.

-... ¿Qué quieres?

-¿Un vástago carente de dinero en Paris? -pregunto, sin creermelo demasiado-. Ni siquiera se a quien eres fiel, hombre de aire, tampoco has dicho un nombre.

- Ni me oirás decirlo, pero si no hay dinero... tampoco hay información - ves como el vástago retrocede, fundiendose tras las sombras a su espalda.

Veo como desaparece poco a poco.

-... Así sea. Lo descubriré yo mismo.

Me fijo en las reacciones del perro, para asegurarme de que se ha ido.

Ves que el perro, que tenía toda su atencion en el vástago, mira hacia fuera y luego resopla. Cuando se da la vuelta y te ve, parece que te había olvidado... pero ahora está suelto. La cadena se arrastra por el camino empedrado de la entrada al jardín. Baja la cabeza y empieza a alternan ladridos con gruñidos, aunque ya no tan escandalosos como antes, ni se lanza sobre ti.

Avanza pasando a una distancia prudencial de ti y se tumba frente a la puerta de la casa, apoyando la cabeza en las patas con un último gruñido.

Miro atentamente al perro... cuando se relaja y se pone delante de la puerta, me doy cuenta de que al menos entendió que no soy el enemigo.

O puede que me considere el mal menor.

-... Gracias -le digo con seriedad, me da un poco igual si no me entiende... Sin embargo, ahora que se ha puesto delante de la puerta, no puedo pasar.

Doy un par de pasos hacia él.

Levanta de nuevo la cabeza y gruñe, pero entonces Emile abre la puerta.

- Déjale pasar, Edmund... no me hara daño.

El perro da un ladrido corto, pero cuando su ama vuelve a ordenárselo, regresa a su caseta.

Edmund vuelve a su sitio. Al menos ya no me ataca... eso es un avance.

Me acerco despacio a Emile, es mejor decirselo, aunque no se cuanto habrá escuchado de la conversación.

-Hay un problema, Emile...