Enemigos públicos (29/11/09)

Lo más sensato es quedarse aquí. No me conviene dejarla sola, o que alguien que no deba me vea.

-... Esperaré aquí.

Antón no tarda en regresar, viene sonriendo y tiene una cruz de madera en la mano.

Levanto una ceja. Una cruz de madera... ¿Cazadores?

-¿Han saltado tu valla para darte eso? -pregunto, algo incrédulo-. ¿Quienes eran?

- Niños... Creían que podrían hacerme retroceder con esto - mira la cruz, divertido, sólo un par de palos atados con un cordón, y la tira al fuego.

No encaja... ¿cazadores novatos colándose en la casa de Antón?

-No sabía que hubiera cazadores en Paris... ¿Cómo han encontrado tu casa?

- ¿Cazadores? - se rie - Un par de chicos que jugaban a colarse en la "casa encantada".

-... ¿Unos niños se dieron cuenta de qué eras? -pregunto, alucinando.

- Pensaban que era una especie de demonio, parece - se rie por lo bajo.

- ¿Qué has hecho con ellos? - pregunta Emile.

- ¿Qué iba a hacer? Que sospecharan era excusa suficiente - responde -. Si no te parece bastante el placer de desangrar a un mortal hasta la última gota.

- ... Monstruo

Antón la mira, con un brillo extraño en los ojos, y se levanta.

- Tú no puedes entenderlo - dice acercándose -. Cada vez que te alimentas... quedándote a medias, sin poder acbar... es como el sexo, querida, no es divertido si no terminas ¿verdad?

Aunque está asustada, Emile no retrocede, si no que permte que se encare a ella.. o quizás él está usando algún poder para mantenerla quieta donde está.

- Y la sangre de los niños es tan dulce... - dice retirando un mechón de su pelo para acariciar su cuello - que es dificil parar.

No hay sangre en su ropa, ni en su boca que yo vea.

Tiene que estar mintiendo. No puede haber matado a unos niños, nadie es tan monstruoso, y se supone que beber aquí no está permitido... o eso creo.

-... Antón -digo con el ceño levemente fruncido, poniendo una mano en su hombro-... Por favor, no juegues con ella. Dile que era broma.

Sonrio un poco.

- Juego con ella - admite, con seriedad -. Pero no es una broma... No me mires así Miller, tampoco eres un santo.

Parpadeo un par de veces.

-... No puedes hablar en serio, nos estás tomando el pelo.

- No - responde simplemente, y regresa al sillón.

Un ghoul entra con dos botella de sangre a dejarlas con el resto.

- Guarda una para regalo - dice Antón.

- Sí, señor - el ghoul parece abatido, pero obedece y se marcha con una de ellas.

No... no puede ser.

Salgo caminando, con paso energico, buscando a los niños. Me siento enfadado y temeroso por momentos.

Hay una alfombra enrollada en el hall... hay algo dentro. No es dificil saber qué es cuando al otro lado hay otra que aún no han enrollado. Hay en ella un chico de no más de ocho años, pálido, aúnque el cadaver es tan reciente que casi parece que pude volver a respirar en cualquier momento... aunque sabes bien que no será así.

Notas a Emile, que te ha seguido, abrazarse a ti llorando. Un par de ghouls parecen también entristecidos, mientras que otros tres hacen mecánicamente el trabajo, como si no les importase... o estuviesen acostumbrados.

Antón, a la entrada del salón, parece momentaneamente abatido también, baja la cabeza un segundo, con un gesto ue sabes que dice muchas cosas... aunque no eres capaz de descifrarlas. Echa un paso atrás, y cierra las puertas dobles del salón.

-... Monstruo...

Algo se rompe en mí. La calma que me caracteriza parece haberse ido a paseo al ver aquellos niños muertos. Mis ojos se enrojecen y mis colmillos se extienden mientras aprieto la mandibula por la ira. No puedo dejar de mirar a los niños.

-... Desalmado hijo de puta.

Empiezo a caminar hacia el Salón.

Emile intenta retenerte.

- No vayas... te matará.

Los ghouls, en cambio, siguen con su tarea... no eres una amenaza, y no tienen orden de frenarte.

Ignoro a Emile.

Abro las puertas de golpe de un empujón.

-¡Anton!

Antón está en pie, mirando el cuadro sobre la chimenea con las manos en los bolsillos. Se vuelve ligeramente hacia ti cuando entras.

- Márchate, no te quiero aquí ahora - dice total calma.

-¿Que no me quieres aquí? ¡Maldito desgraciado, mirame a la cara! -digo, caminando hacia él.

Pocas veces he estado tan furioso.

-Al principio pensaba que solo eras un cabrón que trataba a los humanos como a la mierda, luego parece que estás cambiando, pero ahora matas a niños, ¡A unos putos crios! ¡¿Dónde coño está tu jodida conciencia?!

Antón se encoge de hombros.

- Supongo que me la dejé por el camino - responde con absoluta tranquilidad.

*¿Por el camino?*

-¿Por el camino?... ¡¿Por el camino?! ¡¿Cómo puedes tener la cabeza tan llena de mierda?! ¡ERAN UNOS PUTOS CRIOS, NO SUPONÍAN UNA AMENAZA!

Me tiemblan las manos.

-... Debí dejarte morir a manos de los Nosferatu. Si esta es la clase de Camarilla que teneis en Paris, ya podeis ir besándome el culo todos, ¡no sois mejores que el Sabbat!

- No, no mucho mejores - responde imperturbable, luego te mira -. Pero tú lo sabes bien ¿no? Estuviste con ellos. ¿A cuántos banquetes has ido? ¿Cuantas cazas habéis hecho? ¿Y conversiones masivas de cabezapalas? No me vengas con vendetas morales, Miller, no eres tan distinto a mí.

Ya no había oportunidad para él.

-... Si tuviera la fuerza y el odio suficiente, ahora mismo te estaría arrancando la cabeza por venganza, ¡Para que en tu último aliento vieras los ojos de los niños que acabas de matar y te dieses cuenta de esta atrocidad!

Aprieto los puños.

-Pero en vez de eso solo siento lástima por tí... porque no me hace falta mover un dedo para que pagues por esto. Tarde o temprano te ajusticiarán como el monstruo que eres, igual que a un perro rabioso por la Bestia que lo domina. Nunca seré algo parecido a lo que eres tú.

Antón te mira un momento, pero baja la cabeza. Parece querer decir algo, sin embargo las palabras no acuden a su boca. Apoya un brazo en el poyete de la chimenea, con la vista baja, y se humedece los labios.

- Entonces eres afortunado. - se lleva una mano a la cara y se acaricia la frente con la punta de los dedos. Sus palabras parecen sinceras.