Sirviente (1/12/09)

- Si consigues que esa alimaña sepa camuflarse podría servirte... al menos su obediencia la teienes garantizada...

- ¿De más? - no parece de acuerdo con tu apreciación, pero te señala con el mentón las botellas, para que cojas lo que quieras - ¿Algo más?

-... Sí... he pensado en Emile -digo, cogiendo una de las botellas-. Tal vez se podría organizar algo para ella. Para su regreso a la música quiero decir.

- Me parece una idea maravillosa - admite, con un brillo particular en los ojos que te hace recordar que se trata de un toreador, al fin y al cabo - Sí, podría haberte cedido mi protectorado a ti, y tú haberla dado tu sangre para volver a traer su música a nuestros oidos... a los toreador les encatará esa historia.

-Sí... pero todavía faltan detalles. No tengo sire conocido ni historia previa.

Unos segundos de silencio.

-... Además... No puede estar encerrada eternamente en esta casa, acabará teniendo miedo a lo que haya fuera. Necesita una motivación.

- Tú eres su motivación - responde. Mira su reloj - Es tarde. Coge a tu criado y vámonos.

-Antes tendré que adecentarlo un poco, dame unos minutos.

Camino en dirección a las jaulas de nuevo, y de camino lo pienso. ¿Yo su única motivación? Puede ser, pero tengo que hacer que vea más allá del vínculo y sea capaz de elegir un camino en su vida, darle ilusiones y esperanzas.

Entro en las jaulas.

Frank ha estado curándose un poco, tiene varias vendas puestas lo mejor posible en el torso. Se pone la camiseta al verte y se levanta, con la cabeza gacha, para recibirte.

Pongo media sonrisa, y coloco la botella delante de los barrotes.

-Has tenido suerte, Frank, vas a salir de esa jaula, pero antes cúrate un poco.

Él duda un momento y coge la botella, luego te mira, pero no es capaz de sostenerte la mirada.

- Es sangre humana... ¿verdad, señor?

- Por supuesto - aún parece dudar mirando la botella... pero no tiene más remedio que confiar, así que bebe y se recupera de las heridas, aunque su aspecto es... bueno, el de un Nosferatu.

El vástago se queda un momento pensando, como si intentara recordar algo, luego su rostro se transforma, se perfila, como un juego de efectos visuales, hasta que es un hombre completamente distinto, y normal.

-Conforme -digo, mi tono no es de aprobación ni tiene dureza, es ambiguo-... ¿Estás mejor?

- ...Sí... gracias - sigue con la cabeza gacha... colará bien como sirviente.

Abro la jaula.

-Bien, tenemos trabajo. Acompáñame y procura no separarte de mí. Antón se mostrará pasivo, pero Basile es otra historia.

Él sale en silencio, y se queda esperando detrás de ti, para avanzar luego siguiéndote, ni demasiado cerca, ni demasiado lejos, de hecho es como una sombra, a penas lo notas... no desentona.

Antes de abrir la puerta, al interior de la casa, le aviso.

-Soy tu garantía de vida. No lo olvides.

A penas puedes oír su respuesta, un susurro tras tragar saliva:

- No lo olvido...

-Si tú te comportas, los demás se comportan. Es la regla de la casa, siguela y tendrás tu libertad antes de lo que crees.

Abro la puerta y paso, y ambos vamos al salón.

Espero que esto salga bien.

CUando entráis al salón, no ves a Antón, pero antes de que te des cuenta oyes un golpe Frank está en el suelo, y Antón le observa, a su lado.

- Pues a mi me da la impresión de que Basile se ha quedado corto... - le mira, y te da la impresión de que está calculando cuanta leña podría sacar de su cuerpo para alimentar la chimenea.