Retorno a la mansión (14/12/09)

Conforme me acerco a la casa de Antón, vuelve de nuevo ese nudo en el estómago. Allí está Emile... y todavía no sé muy bien cómo arreglar las cosas.

No quiero que sufra.

Aparco frente a la casa, y voy dentro... Tal vez hablando antes con Antón se me ocurra algo mientras tanto.

- Buenas noches, chiquillo - parece algo preocupado - ¿Ha ido todo bien?

-Sí sí, todo ha ido bien -le digo, con media sonrisa-... Hubo cierto problema con uno de los desheredados que no querían ir...

Me quito la chaqueta.

-... Una vampiresa, la muda de la que te hablé hace unos días, estaba vinculada a él. Se escapó y fue al refugio con los demás. Llegué cuando ese vástago estaba aporreando la puerta.

Suspiro.

-No soporto a los maltratadores de mujeres... Después de saber lo que pasaba, tomé cartas... si no llega a ser por la intervención de ella, ahora esa basura estaría muerta del todo. Ahora mismo estará corriendo sin parar. No volverá a pisar este burgo, le amenacé con una caza de sangre después de patearle el culo.

Él sonríe.

- Bien hecho, chiquillo, vas progresando.

Asiento. Tampoco parece que esté muy orgulloso de ello.

-Como te dije, hay tres más, contando a la muda -me paso la mano por la nuca-... Tengo que prepararlos a conciencia. Tienen aptitudes, las he visto... pero ni siquiera habían oido antes el concepto de Mascarada. Por suerte, empiezan a ser leales.

- Obedientes - corrige -. No es justo que exijas su lealtad si luego les vas a sacrificar. La lealtad es más útill, pero tiene que haber un compromiso de nobleza por ambas partes... compromiso que ahora mismo no te interesa. Sé que procurarás que no mueran, pero llegado el momento deberás elegir, y no quiero fracasos por culpa de sentimientos encontrados.

Antón vuelve a machacarme por completo con la aplastante realidad del plan.

-... Lo sé... -digo, comprendiéndolo.

Sin sentimientos, nada nos distingue de esos monstruos que pretendemos cazar.

-Haré lo que tenga que hacer...

- Bien dicho - dice poniéndote las manos sobre los hombros y apretando un poco, tratando de consolarte.

Suspiro.

-... Nunca antes he necesitado tanto una copa.

- Permíteme - dice sirviéndote una -. Tienes que dejar de ver a esos perros como hermanos - te dice.

Doy un trago, tratando de sentirme un poco mejor.

-No los veo ni como perros ni como hermanos -le digo, cerrando los ojos.

Los veo como seres con derecho a vivir, y a intentar sobrevivir.

Después de saborear la sangre de mi boca, vuelvo a hablar.

-¿Cómo está Emile?

- No ha salido de su cuarto en toda la noche - te informa - He creido conveniente no importunarla con mi presencia, que probablemente no será bien recibida.

Doy un trago más.

-... Será mejor que hable con ella... -digo, después de terminar la copa-... No quiero que sea un alma en pena el resto de su vida.

-... Tendré cuidado.

Dejo la copa en la mesa, y empiezo a subir las escaleras. Después me detengo, delante de su puerta, y tardo bastante en conseguir el aplomo suficiente para tocar.

Toco la puerta.

-... ¿Puedo pasar?

Tarda un buen rato en haber una reacción al otro lado, oyes cómo los muelles de la cama se mueven al levantarse ella.

- Adelante - dice finalmente.

Cuando entras ella está en el centro de la habitación, cabizbaja, con las manos cogidas delante... tienes un terriblemente escalofriante momentaneo "deja vú" con la mujer muda.

Dios... esto es insoportable.

Cierro la puerta tras de mí y camino, acercándome a ella. Mis ojos denotan una enorme tristeza que apenas puedo contener. Tengo unas tremendas ganas de abrazarla, de decirle que la quiero, que esto no tiene por qué ser así, que no es mi esclava...

Manteniendome callado, camino hacia la cama, y me siento en el borde, casi tan cabizbajo como ella.

-... ¿Crees que soy un monstruo? -logro articular.

Ella no responde... lo cual es casi peor que si hubiera dicho que sí.

-... Puede que ahora me odies... no lo sé... pero quiero que sepas... que si me puse así fue porque no soportaba la idea de haber estado a punto de perderte.

Trago saliva.

-La mayoría de los vampiros son... monstruosos... sádicos... sin ningún respeto por la vida humana... y no quiero degenerar hasta ese estado.

Cierro los ojos.

-Algún día, te pediré que me perdones.

Ella va hasta ti y se echa a llorar desconsoladamente.

Dejo que llore, que se desahogue... pero no se quién lo necesita más, si ella o yo.

-... Nunca quise hacerte daño... no de esta forma...

Ella sigue llorando, sin saber qué decir, hasta que articula:

- Te quiero tanto...

Una lágrima roja baja de mi ojo izquierdo.

-... ¿Crees que soy un monstruo? -vuelvo a preguntar.

- No lo sé... no me importa... sólo sé que te quiero... y que ayer me asustaste mucho...

La miro, sin saber qué decir.

-... No olvides nunca que sin tu ayuda, podría acabar convertido en algo como lo que viste... -le digo, tratando pero incapaz de ser duro del todo-... No vuelvas a asustarme de esa forma tú a mí... Sí te digo alguna vez que hagas algo, por favor, cúmplelo... No debe repetirse nunca esto.