Caída 16/12/09

Sabía que las pesadillas serían peores. Me revuelvo, intento apartarlas, pido perdón. Me encuentro otra vez con esa bestia. Y... cuando mi padre va a salvarme, me señala con un dedo acusador, cubierto de sangre por todo el cuerpo. La bestia esta vez me alcanza y...

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Cuando te despiertas, Arnold está en la cama, en el mismo estado de la noche anterior, con los dientes apretados, ahogando gritos de dolor.

Me levanto, como la otra noche para dejarle espacio. Debería ir a ver como está Kéven, pero prefiero esperar a que se despierte por si acaso. No se levanta de buen humor, y parece muy imprevisible. Mientras espero a que despierte, me siento con la espalda apoyada en la pared, tratando de pensar en lo que debería hacer a partir de ahora. Julliette y mi sire están muertos. No sé nada de Lucía, y estoy preocupada, pero no quiero mencionar su nombre. Dejé a un miembro que parecia importante de la camarilla investigando el caso de mi sire. Con un poco de suerte lo habrá dejado. No sé que pasaría si me llegara a encontrar. Lo más probable es que ya sea una traidora a la Camarilla, por tanto me matarán en cuanto puedan. Pero tampoco soy un Sabbat. Y dudo que volver a San Francisco mejore las cosas. Sobre todo porque no me siento capaz de confiar en mí. Antes tenía las cosas muy claras, pero ahora... Espero que se despierte pronto.

Tarda aún media hora más en despertarse. Te preguntas si sus pesadillas durarán toda la noche y, de ser así, cómo puede leventarse sin estar absolutamente agotado. Cuando abre los ojos, tarda un poco en orientarse, luego te mira. No dice nada, se levanta y va al baño a ducharse.

Me levanto, me acerco un poco al baño.

-Chico, ¿puedes salir de ahí por tu cuenta?

Nadie responde.

No puede ser...

-Kéven...Kéven, ¡Responde!

No me atrevo a moverme del sitio.

- Joder, quita - dice pasando a tu lado y entrando en el baño -. Aquí no está, ni vivo ni muerto. Más te vale que siga dentro de la casa, le quiero localizado para cuando salga de aquí - oyes que abre el grifo de la ducha.

Mierda. ¡Pero si le dije que si hacia lo que se le decía no pasaría nada! Me dirijo con cautela fuera de la habitación, bajando las escaleras. Miro a ver si veo al chico o algunos de los que los otros vampiros.

Ves a uno de los gorilas. Es un ghol.

-¡Perdon!-digo sin guardar demasiado las formas. Tengo prisa.- ¿Has visto pasar por aquí al chico manco? ¡Es importante que no haya salido de la casa!

Él te mira de arriba a abajo, luego niega con la cabeza.

Decido usar mis habilidades sobrenaturales, a ver si oigo algo. Con lo mal que estaba no puede haber ido muy lejos.

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Escuchas un pequeño gemido proviniente del sótano.

Me encamino hacia allí. Antes de entrar, me paro pegándome en la pared intentándo escuchar lo que sucede dentro.

- Silencio, silencio... - oyes la voz de Petra.

¡Mierda! ¿Qué hago? En fuerza me gana seguro. Además, es una Tzimisce, esto no hay que tomarselo a broma. Además, no quiero buscarme más líos con ella. Vamos a intentarlo de otra manera. Entro en el sotano como quién no quiere la cosa diciendo, como si estuviera dando la reprimenda a un sirviente incompetente:

-¡Chico! ¡Se te ordenó quedarte en la habitación!

El chico está son su mano atada colgando de el techo, amordazado y le ha quitado la camiseta. Te mira con ojos desorbitas cuando entras "Ayúdame" te dicen.

- No te preocupes... yo me encargo de darle su merecido... - dice la Tzimisce.

-¡Creí que habiamos quedado que sería mi "bolsa de zumo"!

Ay que mal, ay que mal...

- Pero tu bolsa de zumo ha salido de tus dominios - responde -. ¿Vas a pagarlo tú o lo va a pagar él?

-Espera.-digo recordando cuando amenacé a Kéven.- ¿Ha sido él el que ha escapado?

- Te aseguro que yo no he entrado a la habitación de Arnold a sacarle - dice Petra.

Kéven trata de decir algo, quizás una disculpa, un ruego o una excusa, pero no puede con la mordaza.

Me enfado. Me la he jugado con él. Solo le pedí que se estuviera quietecito, y le advertí lo que podía pasar si me desobedecía, ¿y va y lo hace? Donde me crié, si cometias una estupidez así no podías pedir cuentas a nadie. Con lo que me he preocupado y lo mal que lo he pasado por él, a pesar de ser un desconocido. Y yo no suelo jugármela por desconocidos.

-Antes de que le hagas nada, ¿podrías quitarle las vendas, haber que tiene que decir? Creo que incluso podría ser divertido.- Si ella no pìensa que lo puede disfrutar dudo que lo haga...