Desafiando al miedo 07/01/10

Estoy en el centro de la fiesta. Sola. Lo único que quedan son cadáveres a mi alrededor. Pero no corro. Tiene que venir. Siempre está aquí, esperando... Me doy la vuelta y...

//Fdv//

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... Suena el maldito móvil. Me despierto medio regruñendo y con los colmillos fuera. Tanteo hasta dar con el móvil y apagarlo. Me cago en la mar. Me incorporo y miro a mi alrededor, tratando de situarme.

Despierto poco a poco otra vez. Puede que hoy sea una gran noche, o tal vez todo lo contrario, pero procuro tener optimismo.

En medio de mi somnolencia, busco casi a ciegas a Emile.

El niño duerme a tu lado. No ves nada fuera de lo común.

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Emile está sentada en la cama, esperando tu despertar.

Miro a Emile. Una de mis manos toca la suya.

-Buenas noches, Emile... ¿he dormido mucho?

Dejo que duerma tranquilo. Me levanto y me planto delante del armario. Al final me decido por un vestido azul que se ata al cuello y deja los hombros y la espalda al aire. Cojo un par de cosas más y me meto en el baño. Mientras me ducho pienso... en la pesadilla estaba esperándolo. A ese tipo, lo estaba esperando. Por primera vez no huía. Quería enfrentarlo... de frente. Mientras me arreglo pienso sobre lo que voy a hacer, reflexiono sobre Villón y Pompignam, intentando prepararme lo mejor posible mentalmente. Me maquillo de manera sencilla, me peino retirándome el pelo de la cara con unas pequeñas y bonitas pinzas en forma de mariposa, dejando que el resto de mi melena negra resbale por mi espalda. Juliette solía decirme que potenciara ese aspecto inocente de mi rostro. Me pregunto si eso puede ser realmente una ventaja... Al final, abro una cajita que siempre llevo conmigo. Son unos pendientes que me regaló mi padre, unas mariposas preciosas y elaboradas con unos pequeños zafiros en sus alas. Siempre los llevo conmigo. Me pregunto que pensaría el día que me los regaló. Me los pongo y me miro al espejo. Elegante, femenina... es increible la cantidad de tiempo que ha pasado y aún tengo la sensación de que esa no soy yo. Sin embargo lo soy. Y voy a sacar provecho de ello. Suspiro. Aún no sé que esperar del principe... Una vez que termino de arreglarme, salgo del baño.

Elliot sigue durmiendo.

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- No... es que adoro contemplarte.

Tiro un poco de su mano, para acercarla hacia mí... necesito desayunar.

Muerdo la piel por encima de sus pechos, y dejo que la sangre me alimente y rompa el ayuno. Observo y me guio por sus reacciones.

Joder que nervios... me preparo el bolso y cuido de que no se me olvide el móvil. Las once... ¿todavía queda una hora? Miro un momento hacia el cajón donde tengo mis bartulos de dibujo... No, no voy a hacerlo. Veo como duerme Elliot... Hay que ver cuanto duerme... en fin. Necesito bajar... No quiero esperar aquí hasta que venga... pero tampoco quiero que despierte solo. Mierda. Voy hacia el cajón y saco varios folios y lápices... y escribo:

"Buenas noches, Elliot, perdona que no esté aquí contigo, pero tengo cosas que hacer. No te he querido despertar para que puedas descansar agusto. No estoy segura de cuando voy a volver, pero tranquilo, aquí estás a salvo, tú portate tan bien como lo has hecho hasta ahora, ¿vale? Muchos besos y un abrazo muy fuerte"

El resto puede usarlos si quiere dibujar o algo... Después, en silencio, salgo de la habitación procurando no despertarle. Bajo al salón.

Nada más poner un pie en la planta baja, oyes un grito de las celdas, y luego otros, estos confusos.

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Emile disfruta tanto como tú, hasta que la dejas medio mareada y te separas de ella, que sigue ansiosa... sabes que si la desangraras aún lo disfrutaría.

¿Qué..? ¡Arnold! Voy corriendo hacia las celdas. Pero no lo entiendo... ¿qué son esos otros gritos? Estoy segura de haber dejado la celda cerrada ayer, y no creo que Antón se haya dedicado a torturarlo ni nada, está demasiado ocupada con Claire.

Pronto te das cuenta de que los gritos son de los ghouls, que no saben muy bien cómo reaccionar. Arnold está en el suelo de la celda, empapado en sangre, como el suelo y los barrotes. Está en una esquina, pero en cuanto un ghoul se acerca, aunque sea para llevarle sangre, se lanza como un loco a por él, golpeándose la cabeza contra los barrotes. Tiene varias brechas en la cabeza.

¿Pero qué coño...? Me acerco a los ghouls.

-¿Qué está pasando aquí?-señalo a Arnold.- ¿Desde cuando está así?

- Hará unos... treinta y cinco minutos... pero ahora es cuando se ha puesto peor... se está mordiendo... creo que... se ha vuelto loco, señorita.

Él lo sabía. Sabía que iba a pasar esto. Era a lo que tenía tanto miedo. Encima el Príncipe llegará en una hora, si lo ve así... ¡Lo llevará al Eliseo y lo ejecutará! Seguro que Pompignam a hecho algo para que esto sucediera... Sabía que estaba planeando algo, lo sabía, pero no se me había ocurrido que la trampa... ¡estaba en la mente del propio Arnold! Me situo en un lugar donde me vea y digo usando mi Presencia para darle más fuerza a mis palabras.

-¡Detente Arnold! Tienes que tranquilizarte, sabes que tienes que tranquilizarte. Esto no es lo que quieres, te están obligando a ello y lo sabes. Esto nos está poniendo en peligro a los dos, tienes que pararlo. Están usando tu debilidad contra ti, tú pasado y todo lo que has intentado tapar lo está volviendo contra ti. Quítale ese arma, enfrentate a ello y vuelve conmigo. Sabes que puedes hacerlo, lo sabes, ahora tienes que reconocerlo. Vuelve conmigo. Arnold, puedes hacerlo y estarás mucho mejor cuando lo hagas.

//Carism+interp, 1Fdv, merito voz encantadora ^^U//

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Arnold se lanza contra el suelo, su cabeza retumba al chocar contra el cemento.

No tarda en volver a levantarse, sus muñecas chorreando sangre, al igual que su cabeza, cada vez más. Él se agarra con ambas manos el craneo, y lo aprieta, como si quisiera sacar algo de él.

Está perdiendo demasiada sangre, pero no es seguro tratar de darle sangre ahora. Está luchando, tiene que ganar para poder recuperarse.

-Puedes hacerlo y no estás sólo. Si tuviste algún momento de felicidad sincera y quieres volver a recuperarlo, tienes que pasar esta prueba, tienes que luchar por ello. Y no estás sólo. Yo estoy aquí. Mi sangre está en ti. Usala. En ella va una parte de mi, y es algo que ya nunca te podrán quitar. Vamos Arnold. Estamos los dos juntos en esto.

Arnold lanza otro grito y cae de rodillas. Cualquiera diría que la cabeza está a punto de estallarle, a veces tira de ella, como si quisisera arrancarla.

- ¿Qué diablos...? - llega Antón.

Venga, Dios, ya que estamos, ¿Por qué no me mandas a Pompignam en vez de al Príncipe? Joder, esto no mejora...

-¿Recuerda que le dije que lo mismo Pompignam se pasaba por aquí para hacer un recordatorio? Me equivoqué. No sé que le ha hecho a su mente, pero estaba programado para estallar hoy. Por como ha reaccionado, parece que tenía que atacar a todo el que se le acercase... y ahora está intentando... está intentando sobreponerse...

Puedes hacerlo. Joder, puedes hacerlo. Ojala mi sangre pueda llegar a ti y ayudarte de alguna manera, tocar ese núcleo donde está Arnold...

- Maldita sea... - murmura Antón - No creo que pueda reponerse. Quizzás deberíamos...

-No.-Digo, casi sorprendiendome de mi decisión. Lo noto en mi interior... ese chico de los barrios bajos que sabía que podía morir en cualquier momento. Ese chico malhablado y con un carácter que lo impulsaba a seguir siempre y no rendirse jamás. "Me pueden matar en cualquier momento. Pueden matar a alguno de los mios en cualquier momento. Pero mi vida es mía, y viviré hasta el último momento sin arrepentirme de mis decisiones. Y tengo más voluntad que ese Pompignam. Ese tio que tiene pinta de haber salido de un puto palacio no va a poder con alguien que conoce el horror de las calles. No va a poder con alguien que ha tenido que sobrevivir antes de saber casi caminar. Me niego a que un maldito pijo del que se rie su Bestia gane esta partida. Podrá matarnos, quitarnos nuestra voluntad, volvernos marionetas. Pero jamás podrá decir que no viví de acuerdo conmigo misma, de acuerdo a lo que soy. Veamos si este perro callejero puede con un lobo." Me apróximo a la celda. Cómo desearía poder ahora saber ese truco de la telepatía, pero no llego a tanto. Me acuclillo hasta llegar a su altura y hablo con voz decidida. "Soy carlos... y soy Berenice".- Arnold, sal de ahí. Los monstruos son por decisión propia y te aseguro que no hace falta tener colmillos para serlo. Es tu decisión. De la misma forma, no te dejes arrastrar por el dolor. Acepta de una maldita vez que es algo con lo que tenemos que vivir. Aceptalo y utiliza tú debilidad como tu fuerza. Arnold, sal de ahí, sabes que puedes hacerlo, lo sabes pero te da miedo admitirlo. Tú no quieres hacer daño a nadie. Vamos.-Alzo una mano.-Ven conmigo.

- No... me deja....

Y en respuesta una punzada de dolor, que le hace retorcerse en el suelo.