Desafiando al miedo 07/01/10

El Príncipe de la ciudad te examina, desde la arrogancia, aunque con una mínima capacidad de comprensión.

- Si no le libero del dolor pasarás el resto de la velada preocupada por el ¿verdad?

-Eso me temo, señor.

No puedo olvidar quién es.

Suspira, con desprecio o con hastío, no sabrías decir.

- Está bien, bájame con él.

Una vez más, estoy segura de no ser lo que se esperaba de mi.

-Enseguida señor. Si hace el favor de acompañarme...

Le llevo hasta Arnold.

Villon te acompaña hasta el sótano. Los ghouls practicamente se esfuman cuando se acerca.

Arnold está con toda la cara arañada, presumiblemente por si mismo, se ha mordido las muñecas y en otras partes del cuerpo, alterna los gritos en las descargas de dolor con gimoteos en los descansos.

- Abre la celda, querida.

Hago lo que me dice.

Él entra, se agacha para cogerle y le levanta agarrándole de la barbilla.

- Mírame a los ojos, deshecho - dice colocándole para quedar frente a frente, aunque le sigue sosteniendo ya que a penas se tiene en pie, su tono cambia - Emmanuel... déjale, estás estropeándome la velada.

Los ojos de Arnold cambian, vidriosos, y una sonrisa se le dibuja en la cara.

- Vamos, señor, sólo estoy jugando un rato... Claro que comprendo que a su querida Berenice le molesté... ya hablaremos cuando vuelva, Príncipe.

- Bueno, pero de momento suéltale, quisiera ¿Cómo dicen?

- ¿Tener la fiesta en paz?

- Sí, eso es.

- Por supuesto, señor.

Los ojos de Arnold vuelven a la normalidad y reconocen al Príncipe; acongojado, traga saliva. El príncipe lanza un gesto de asco y desprecio y le suelta, dejándole caer al suelo. Luego saca un pañuelo y se limpia las manos, saliendo de la celda.

La madre que lo pario. Estaba en su mente, todo el rato estaba en su mente... y dice que luego hablaran. Lo sabe. Maldita sea lo sabe. Lo sabe todo... Dios mio. No sólo es lo que sabe sobre mi y sobre él. Elliot. He vuelto a caer como una tonta... ahora no solo nos tiene a los dos... nos tiene a los tres. Qué hago...

-Gracias, señor.-dig cerrando la celda una vez que esta fuera.

- Si, veremos si sabes agradecerlo. De momento, vámonos. - parece contrariado por la tardanza.

Miro a Antón, ahora que estamos solos...

-Cada vez detesto más a Pompingan...

Alguien debería decir basta a ese bastardo saco de mierda sin alma...

-Tiene que ser un monstruo si puede afectarlo desde donde esté...

Creo que ya es oficial: esta noche termino en su cama... "perdoname, Lucía... ponla en la cuenta"

-Sí señor... disculpe...-Si esto no es jugar con fuego, no sé que coño es. Le sigo a la salida...

- Sí... así que yo cuidaría lo que digo o pienso. - dice Antón

El Príncipe sube.

- Bien, si nos disculpan... - avisa, dirigiéndose a la salida.

Voy detrás de Villón, y antes de abandonar el salón tras él miro a Curtis a los ojos. De espaldas al Príncipe dibujo con mis labios las palabras "Pompignam lo sabe todo". Si es mi condena no quiero que sea también la de todos, pero no sé que va a pasar con Elliot. Sigo detrás del Príncipe y salgo con él.

Lo veo, y entonces se me encoje el estómago. Mierda... Berenice está en peligro.

Hasta que no se van, no vuelvo a hablar. Miro a Antón, estoy seguro de que también lo ha visto.

-Todo depende de ella ahora.

Maldito Ventrue...

-Oí hablar de que los maestros de la mente podían hacer cosas imposibles como poseer a las personas... pero nunca oí que se pudiese hacer tales proezas a distancia.

No... no es tan fácil, no es algo que se pueda hacer así como así... seguramente habrá estando mermando su mente hasta tener acceso fácil a ella.

-¿Qué haremos ahora?

- Quizás si nos entregamos ahora podamos pedir un trato mejor... - dice Antón, no muy convencido.

Mis ojos se clavan en él. No puedo creer ni que lo dijese en alto.

-No hay motivo para entregarnos por nada... Berenice lo conseguirá.

Me cruzo de brazos.

-Lo hará -me reafirmo.

O... ¿está hablando de...? Vuelvo a mirarlo.

-Padre, quítate eso de la cabeza.

- Si nos descubren encubriendo a ese chico nos crucificarán, matarán a Emile y Berenice quedará de juguetito del Príncipe - responde.

Le miro como pidiendo en un silencio a gritos que se calle. A saber si están escuchando.

Joder... poco a poco el asunto se infla... y nos va a estallar en la cara.

-... Estás sugiriendo que traicionemos a Berenice para salvarnos todos... No podemos hacer eso.

Él sólo dice una cosa.

- ... Claire...

-... Joder...

Si lo sabe... todos caeremos como fichas de dominó... Siento como la sangre me arde y se acumula en mis ojos.

Emile... Claire... Berenice... Antón... Todos caerán si hablan de ese niño.

Mis puños se cierran y aprietan hasta que crujen.

-... Hablémoslo con Berenice cuando vuelva... Al menos se merece eso.

Pompingan... hijo de puta...

No responde, pero se retita, arriba, con Claire.

Maldita sea... nuestras vidas dependen de la muerte de un chiquillo...

Antón se va y me quedo abajo, solo, con la cabeza hundida igual que el alma. No hay soluciones que pasen por mi cabeza, nada que pueda salvarnos...

Todo por la ley... la puta ley... que Pompingan no dudará en esgrimir para decapitarnos a todos.

Camino con lentitud hacia el salón, y me sirvo sangre... ¿Cómo puedo detener esto? ¿Como puedo evitar lo inevitable, que se descubra la mortal verdad detras de la mentira piadosa que salva a ese niño y a los demás?

No puedo beber... Apoyo las manos en la mesa, y sigo con la cabeza baja. Un solo hombre no puede parar a un titán...

¿Deberíamos morir todos por un monstruo que está aprendiendo a volver a ser humano?

En este tipo de momentos, cuando cualquiera de las opciones puede mandarnos a todos al infierno... es cuando se toma el último recurso...

-... Sé que no soy de tus favoritos... -digo, en voz baja-... Y... seguramente no quieras saber nada de mí... No se cómo parar esto...

Cierro los ojos... No puedo hacer otra cosa que rogar... Soy incapaz de proteger a nadie de algo más grande de lo que puedo afrontar...

-... La vida de un chico... de todos está en peligro... y no sé qué hacer... Necesito... Necesitamos un poco de ayuda...

Silencio. Quizás nunca llegue una respuesta ni tengas derecho a suplicarla; quizás llegue en otro momento y tal vez la pases por alto, o sea muda.

Cierro los ojos... ojalá los justos ganaran y los cabrones ardieran... Pero este es el mundo que toca.

Me quedo en esa postura unos minutos... no puedo quedarme quieto... no se me ocurre nada para ayudar... y tengo cosas que hacer...

Despacharé el asunto del bar...tal vez así pueda pensar de forma más clara.

Llamo a Patrick

- ¿Sí? - contesta su voz aburrida.