Los gitanos, afueras de Montmantre (19/11/09)

Miro a la mujer. No parece muy alegre con mi presencia, pero yo no soy de los que hablan a traves de indirectas.

-Si lo dice por su cama se la devolveré dentro de nada -le contesto en el mismo tono-. ¿Tiene algún problema conmigo, señorita?

-... ¿Qué me has llamado?

El enfado hace que casi ignore el dolor cuando me levanto. Los modales desaparecen.

-Si no sabes de lo que hablas mejor ni lo intentes, guapa. No elegí ser lo que fui, así que cuidado con lo que dices, ¿entendido?

Esta mujer me está cabreando mucho.

-Nena, te estás pasando -digo, avisandola-... Tú no sabes una mierda sobre mí. ¿Quieres hablar de ratas? Perfecto. ¿De quién te escondes tú?

La mujer sonríe.

- De gentuza como tú - dice desafiante.

Doy un par de pasos hacia ella, apretando los dientes.

-Oye, maldita puerca, si no me lanzo sobre tí es porque le debo una a tu novio, o lo que cojones sea para tí. Te lo diré por última vez, cierra la boca si no sabes de lo que hablas.

- Te enerva ¿verdad? Que él te ayude. Es por tu arrogancia, tan propia de tu clan... los guardianes... - se ríe por lo bajo - Los deshechos, más bien... y ahora eres un traidor, un traidor hasta de la peor calaña... ni ellos te aceptan ya. Estás sólo, y ahora te buscas una zorra para lloriquear bajo su falda mientras te llega el inexorable momento de caer a manos de otros muchos más nobles que tú. Yo me tiraría de un rascacielos antes de ser un asqueroso Sabbat, no hay nada que puedas hacer para remediarlo, tronco torcido no se endereza. El que tuvo, retuvo; fuiste Sabbat y siempre lo serás.

Mi mano se crispa sobre la muleta... me tiro unos segundos callado. Soy incapaz de retraer los colmillos.

En un arranque de ira, lanzo la muleta al suelo.

-¡Quién te has creido que eres para juzgarme, puta! -digo, rabiando-. ¡Nunca quise que me aceptaran, me abrazaron a la fuerza! ¿Qué coño sabrás tú de nobleza si ni siquiera sabes qué significa, retrasada?

Aprieto el puño de forma que los nudillos empiezan a crujir.

-Traté de dejarlo por las buenas hablando con mi sire, ¿y sabes qué hizo? ¡Intentar matarme, y no tuve más remedio que matarla a ella por defenderme! -conforme hablaba, daba pasos hacia ella-. Y luego para sobrevivir tube que quemar mi refugio con todos mis "hermanos" dentro. Todo por intentar dejar de matar salvajemente.

Estaba ya solo a dos pasos de ella, y me detengo.

-Cada día que pasa... Cada día que sobrevivo por alguna razón doy gracias a quien quiera que sea el responsable. ¿Miedo? No sabes lo que significa esa palabra. No durarías ni cinco minutos en mi situación.

Jamás había dicho esas palabras a nadie.

-Nunca... Nunca presumas saber lo que soy.

- ¿QUÉ COÑO PASA AQUÍ? - pregunta Basile entrando por la puerta.

Te ve cerca de ella y cuando miras a la mujer ves que fingida pero convincentemente se está haciendo la asustada, acurrucada en el rincón. No sabes si conscientemente o no, las garras y los colmillos de Basile se despliegan.

- Sal de aquí - susurra a la muer, que se desliza por tu lado rápidamente y sale de la chavola no sin antes dedicarte un gesto de deguello a espaldas de Basile.

Basile está con los ojos cerrados, presupones que trantando de no entrar en frenesí, intentando recuperar su habitual calma que tú pareces ser capaz de desplazar con demasiada facilidad como para que te resulte conveniente.

Me giro, poniendome de lado hacia Basile. Veo como saca las garras... ¿qué más dará? Tal vez me haga un favor.

-... ¿Cuanto has oido?

Basile se toma unos segundos en responder.

- Desde lo de "puta", más o menos - su voz suena fría pero calmada.

Cuando vuelve a abrir los ojos ves que ha recuperado el aplomo. No dice nada más, pero tampoco hace amago de acercarse a ti.

Rio por lo bajo, esta situación es demasiado subrealista. Entonces me siento de nuevo en la cama. Que haga lo que quiera.

-Tu chica se las arregla muy bien para sacar de sus casillas a los demás... Debes de tener la paciencia de un santo.

- Sentido de la responsabilidad, más bien - contesta -. Pero sí, puede ser realmente enervante.

No ha guardado ni garras ni colmillos, pero sigue sin moverse. Supones que intenta, a pesar de todo, pensar con detenimiento lo que hacer a continuación.

Lentamente me inclino hacia adelante, apoyando mi brazo en un muslo y cubriento mi frente con la palma, cerrando los ojos. Mi voz parece agotada.

-... No se que coño estoy haciendo mal... Desde que me abrazaron tengo la sensación de no haber hecho nada sensato.

Aunque no puedes verle sí escuchas al cabo de unos segundos cómo suspira y se acerca hasta ti. Luego, tras un instante de duda, apoya una mano en tu hombro. No tiene las garras fuera.

- Igual que no elegimos cómo nacemos, no elegimos cómo nos abrazan, es lo que hacemos después lo que determina quiénes somos. Aún te espera aguantar mucha más presión, pero al menos puedes tener la satisfacción de saber que hiciste lo que debías.

Se separa, va a por algo de sangre y rellena la petaca. Bebe un poco, para que no desconfíes tanto, quizás, y luego te la ofrece.

-Supongo que tiene gracia... Hace un día tus manos tenían trozos de mis tripas, y ahora eres lo más parecido a un aliado y un amigo que tengo.

Bebo la sangre, sin preocuparme ya.

-... ¿Qué le pasó a ella?

- No hagas preguntas cuya respuesta no te conviene conocer - responde.

No parece el tipo de persona más abierta y charlatana del mundo, más bien da la impresión de que de momento estar ahí a tu lado, compartiendo un poco de Vitae (y ofreciendo un disimulado apoyo moral) es todo lo que puede dar de sí en lo que a comportamiento amistoso se refiere.

Sonrio, pero no por que me hiciese gracia, si no como aceptación.

-Supongo que no importa demasiado tampoco. Dudo que eso la vuelva más amistosa.

Termino la sangre de la petaca.

-... Tal vez deba marcharme. Tu chica no es precisamente fan mia.

El gangrel tuerce el gesto.

- Debería echarte yo a patadas - se levanta - pero hasta que eso ocurra, no dejes que lo que ella diga te influya. Es lo que yo hago.

-Ya me has maltratado bastante... y mi culo creo que está bien sin patadas -digo bromeando, y devolviendole la petaca-... Ahora en serio... Gracias por la ayuda.

El gangrel lanza un pequeño gruñido de desdén.

- Ya me las pagarás, maldito guardián - responde, quizás demasiado serio como para ser en broma, quizás demasiado directo como para ser en serio -. Voy a hablar con ella para que no te de más problemas... ¡Túmbate y descansa, joder! No pienses que voy a darte techo y alimento toda tu maldita eternidad...

Me tumbo de nuevo, sonriendo.

-Si llego a tener refugio, procuraré ser igual de hospitalario -digo. Se me nota también que es broma.

Creo que la cosa mejora... al menos esta vez no me ha destripado.

/Pecho al descubierto, Montmartre (20/11/2009)/