¿Un nuevo dolor de cabeza? 26/XII/2009

Le dejo mi coche a los ghouls del Elíseo y entro buscando a la Toreador con la que me cité. Todo a paso lento, para no parecer desesperado. Las normas, aunque no estén escritas, deben seguirse, y más las de etiqueta.

Espero un rato, no creo que le haga especial gracia que la molesten sacándola de sus ensueño de manera brusca. Me posiciono a su lado, esperando.

-Me han surgido unos cuantos asuntos que no podía dejar para otro momento. Pero jamás faltaría a una cita con usted, no podría perdonármelo a mí mismo. Siento mucho haberla hecho esperar.

Pongo una sonrisa inocente y la miro con intensidad. Luego miro el cuadro que capta su atención.

Sonrío también, pero yo de manera bobalicona y, aunque intento remediarlo, hasta pasados un par de minutos no puedo borrar esa estúpida sonrisa de mi cara y sustituirla por una algo menos idiota.

Después de unos momentos mirándola, ya sustituida la estúpida sonrisa, me decidio a hablarle.

-¿Qué tal estas dos noches?

-¿En serio, cherie? Pero si está usted en lo mejor de esta no-vida. ¿Y qué podría hacer este joven vástago para devolverle el interés por la vida?

Digo con voz galante y sonriéndole.

Es extraño, es como si ella no fuese mejor que yo, ni estuviese a años de distancia de mi posición. Quizás estoy equivocándome de amigos. Lo que está claro es que no puedo ser el que orquesta todo si primero no aprendo las normas del juego. Y para eso hay que empezar de cero, ya me libraré de quien haga falta más tarde, ahora no puedo permitirme rechazar a nadie. Si consigo que me deba un favor devolviéndole su "importancia" quizás luego sepa ser agradecida. Pero para eso necesito información.

Sigo paseando tranquilamente sin fijarme en nadie, sólo pendiente de las paradas, giros o cambios de ritmo de ella. Un rato después me giro hacia ella con una sonrisa inocente.

-¿Qué le parece si salimos fuera un rato?, quizás en Las Tullerías estemos mejor, hace una noche preciosa.

Empiezo a andar por el Jardín de las Tullerías. El diseño, totalmente geométrico, ofrece una ruta de ida y de vuelta de unos 40 minutos a paso tranquilo. Uno puede sentirse un poco más noble paseando por aquí. Incluso en invierno, cuando gran parte de los árboles han perdido las hojas sigue siendo bello, una bonita representación de lo mudable; pero los grandes árboles, parterres y almácigas, las plantas que marcan el recorrido son de hoja perenne, no cambian, se expanden, toman parte de los demás, pero siguen igual que cuando era niño.

-Es una noche preciosa. A veces es mejor no estar en el Elíseo, nos perdemos noches como éstas...

Dejo la frase inacabada a propósito, para darle pié a continuar.

-La verdad sea dicha, sí, lo es.

¿Qué ha podido pasar? Para que nadie en el Elíseo le dirija la palabra, ni siquiera la mirada, ha tenido que ser algo realmente serio. No es que antes arrastrara masas, pero al menos se codeaba con algunos vástagos.

-Hay noches en las que lo es más que en otras, y es voluble. Cambia por razones extrañas...

-Sí, tiene razón. Lo bueno es que normalmente se quedan en nada más que eso, y están a la espera de una respuesta. Es decir, no son nada. Si usted no quiere que lo sean.

Debe volver a sonreír esta noche, ¡necesito que vuelva a sonreír! Siempre hay una manera, sólo hay que encontrarla...

-No se preocupe por aquello que tiene solución, porque tarde o temprano dejará de ser un problema.

Sonrío al final de la frase, y, aunque me gustaría que fuese una de mis sonrisas programadas y estudiadas, tiene más que ver con un deseo espontáneo de hacerle dejar a un lado su preocupación y que pueda disfrutar del momento conmigo. Es un deseo egoísta, pero no del todo, pues quiero que deje de preocuparse sinceramente... O eso creo.