Escasos resultados (9/12/09)

Llego a casa de Antón, lo único que conseguí ha sido una sorpresa de los hombres de Paolo y encontrarme con un timorato vagabundo.

Espero tener mejor resultado mañana.

Salgo del coche y me dirijo a la entrada.

Los ghouls te reciben, siempre con aspecto de alegrarse de verte por aquí, especialmente agradecidos por salvar a Raúl la otra noche. De hecho es éste quien se acerca, y con todo el respeto que merece el mayor de los reyes se dirige a ti.

- ¿Me permitís vuestro abrigo, mi señor?

Sonrio, y le dejo el abrigo.

-A estas alturas ya puedes llamarme Curtis... me alegro de que estés bien. ¿Qué tal ha ido todo?

- Bien, mi señor... aunque es mejor cuando estais aquí... Os adradezco que cuidarais de mi esposa, y tuvierais a bien interceder por mí, para que el amo no volviera a colgarme...

Sonrio. Es mejor no volver a disculparme, paso de repetirme.

-Disfrute con su esposa, yo intentaré alejar de vosotros la soga -le digo, guiñándole un ojo-... Por cierto, ¿dónde está Antón?

- En el salón, señor... - te indica, con una inclinación.

- No, señor, está sólo... No parecía querer compañía hoy...

-Gracias Raúl... Puedes seguir con tu trabajo.

Y después de saludarle con la cabeza. Me encamino al salón, para ver a Antón.

Antón está frente a la chimenéa, de donde ya no cuelga su cuadro. Mira el fuego, de pie, con las manos en los bolsillos.

Le veo allí de pie, quieto, imperturbable. No se qué le pasará por la cabeza, pero seguramente sabría que estoy aquí desde que entré en la calle donde vive.

-... Tengo cierta envidia de que pueda mirar el fuego con tanta calma.

- Me tranquiliza saber que puedo contenerlo, meterlo en un pedazo de pared sin que me dañe a mi o a nadie - responde, sin volverse.

Me acerco sin prisa, observando las consecuencias de mis actos, el hueco vacio de la chimenea.

-... Lamento lo del cuadro, señor...

- El pasado es pasado, una vez has aprendido todo lo que puedas de él, hay que olvidarlo - responde, luego se vuelve hacia ti, y te ofrece sentarte con un gesto, aunque él no lo hace.

Acepto y me siento, educadamente...

-No se si darte la razón, padre... Ya casi he olvidado mi propio rostro.

Él sonríe.

- Entonces, tengo algo que enseñarte... Espera un momento - va hasta el hall y ordena a uno de sus ghouls traer algo, luego regresa a tu lado con un cuadro, no muy grande, en el que descubre tu rostro cuando te lo enseña -. Tendras que disculparme, hace mucho que no pinto.

El cuadro aun está a medias, pero se te distingue perfectmante, en cada linea de tu cara, de pelo, de tus hombros... e inluso mas alla de los contornos y los colores, te encuentras reflejado.

Me levanto, mirándolo de cerca. Por un momento me quedo embobado como un toreador... ese rostro me parecía tan lejano... Se me pasó por la cabeza tocar el cuadro, pero en vez de eso toqué mi propio rostro, como esperando que fuese un espejo capaz de reflejarme.

-... Gracias padre... -logro decir. Apenas hay palabras.

Él sonríe, y deja el cuadro apoyado en el sofá.

- Permitirás que me quede con este... haré otro para tu casa, para que te lo lleves - responde, sonriéndo.

-... ¿Cómo negarme? -pregunto con una sonrisa, dando a entender que incluso me hacía ilusión.

Mis dedos se acercan al cuadro, quiero verlo más de cerca. Parecía un fantasma de lo que fui en día... Sin embargo no lo toco... podría estropearlo.

-... Nunca tuve ninguna clase de talento, ni escritura, ni música ni arte... O mejor dicho, nunca tuve la oportunidad de descubrirlo donde nací.

- Todos tenemos un talento, pero la mayoria mueren sin saberlo... si quieres desarrollar alguno, estaré encantado de ayudarte... una vez hayamos resuelto tu situación. Dime ¿cómo te ha ido?

Cuando me devuelve a la realidad, recupero un poco la compostura.

-Ah sí... bueno, tuve una sorpresa cuando estaba buscando... Un par de vástagos me sorprendieron (hombres de Paolo según ellos), y empezaron a hacerme preguntas. No respondí ninguna, y estaba dispuesto a llamarte... pero cuando vieron el anillo retrocedieron.

Suspiro.

-... Después de ese encuentro seguí buscando... encontré a uno, un chaval que aparentaba veinticinco, pero no se me dio bien el sigilo... me descubrió... Es lógico que sospechase de mí... tenía demasiado miedo. Pero al menos encontré a alguien. Dijo llamarse Jonás.

Suspiro.

-Mañana volveré a rondar por allí. A ver si tengo mejor suerte o consigo ganarme su confianza. Tiene mi número.

- ¿Tiene tu numero? - suelta una pequeña risa, y luego te pone una mano sobre la cabeza - Pero hijo ¿de verdad crees que va a llamarte? Todos quieren matarle en esta maldita ciudad, y si es listo no te llamará. Y si es tonto no te conviene.

>>Mañana si coges alguno, traemelo. ¿De acuerdo? Te ayudare a que colabore, si es que no logras seguirle sin que te descubra, claro, eso seria lo mejor.

Me siento ridiculo cuando coloca su mano en mi cabeza.

-... Quiero volver a intentarlo, aunque no sea con él...

No es que rechace su ayuda, pero quiero confiar en mis habilidades.

-Hoy me he sentido como un inutil.

- No eres inutil - dice, frunciendo el ceño - Eres joven, inexperto, aun te sientes fuera de lugar, aunque este sea tu sitio... pero no eres un inútil, no quiero que pienses así. A mi me has salvado la vida, y a Basile, y has ayudado a Emile a volver a la musica, y has averiguado que hay sabbats en la ciudadm y estas haciendo por remediarlo... Es sólo lo primero que me viene a la mente. No eres ningun inútil.

Lo que ha soltado en un momento por su boca.

-... Sin duda eres un gran orador -digo, con media sonrisa-... Espero tener mejor suerte mañana.

Le miro.

-¿Sabes algo de Jonás?