El concierto de Emile (13/12/09)

Junto a Antón, siento seguridad al subir al escenario. Una sonrisa de aprobación y admiración aparece en mi rostro al mirar a Emile.

Antón os deja sólos en el centro del escenario, y el público casi te aplaude más a ti que a ella (justo lo que quería), incluido Antón echado a un lado.

Me siento aceptado, como si esta sala estuviese llena de hermanos, siendo yo uno de ellos. Un Toreador.

Me siento entre los mios.

Saludo con respeto, sonriendo, del mismo modo que ella.

Cuando los aplausos acaban, bajáis del escenario.

- Que Emile no se separe de ti - te advierte, ya sin poder fingir enfado, después de la música de Emile, y de su éxito.

A los pocos segundos estáis rodeados de otros Toreador, alabando la actuación, incluso dos de ellos aún les está costando salir del estado de éxtasis en el que se han sumido. La cercanía de tantos vástagos aminala a Emile, que se acerca tu oído y cuchichea.

- Vámonos ya...

-Tranquila querida -digo, aferrando con un poco más de firmeza su mano, sonriendo-... Estás conmigo.

- Me lo prometiste... el concierto ya ha acabado...

-Confia en mí -le digo, en voz baja-. Dentro de poco.

Pasa una hora, entre felicitaciones y copas de sangre. La gente comienza a marcharse, y es entonces cuando Melissa se acerca de nuevo.

- Un concierto maravilloso - dice a Emile.

- Gracias... - responde ella con timidez, o quizás sólo con cansancio.

Esta vez seré cortes... Y no me dejaré llevar por el orgullo.

-¿En qué podemos ayudarla, señorita Melissa? -pregunto, con una sonrisa tenue.

- Simplemente me acercaba a presentar mis felicitaciones por la actuación, y charlar un rato, si no es molestia.

-No es molestia -digo, con respeto.

Emile te mira, desesperada por marcharse.

- Ahora comprendo que la tuviera tanta estima, señor Miller, esta mujer es un portento.

-Su habilidad con el chelo es sólo uno de sus talentos. -digo, sonriendo. Mi mano trata de darle confianza a Emile.

- Maravilloso, siempre he sentido un gran respeto por el arte... y por el talento de los artistas, claro.

- Gracias - responde Emile, con cierta hosquedad - Curtis, necesito descansar ¿podemos marcharnos ya?

Por segunda vez esa noche, los ojos de Antón chispean. Melissa tampoco parece feliz. Es obvio que los círculos en los que te estás moviendo no se consiente una desfachatez como esa, y menos aún de un sirviente, probablemente cualquier Dómine de esas alturas le regalaría la cabeza de un ghouls que actuase así al ofendido. Algunos de los que quedan en la sala os miran, incrédulos.

- Discúlpate - exige Antón con voz peligrosa.

Yo también la miro, con cierta gravedad.

-Ya lo has oido, Emile. Discúlpate.

- Pero me lo prometiste... - dice Emile en tono suplicante.

-Disculpate por esa grosería, ya -empiezo a decir, apretando los dientes.

Ahora toda la maldita sala tiene los ojos puestos en vosotros.

- ... Disculpe, señora - responde, mirando a un lado, aunque hay más enojo en su voz que arrepentimiento.

Antón da un paso al frente, dispuesto a arrancarle una verdadera disculpa aunque sea de un golpe certero, pero Melissa le frena poniéndole una mano en el pecho.

- Calma, Carlo... Todos sabemos que el genio y la excentricidad están cogidos de la mano. Los buenos artistas tienen mucho caracter.

La gente alrededor sonríe, con aprobación por el comentarion, y luego empiezan a volver a sus conversaciones, aceptando ese desliz como aceptarían la chiquillada de un niño.

-Lamento la falta de Emile. No volverá a suceder. -digo, todavía con cierto malestar por lo sucedido con Emile.

Una mirada dura se posa en Emile durante unos segundos.

- No reviste mayor importancia... quizás sea hora de marcharse... todos se van ya - dice con calma -. Un placer, gracias por la invitación.

- De nada, y reitero mis disculpas... no dudes que se tomarán medidas.

Efectivamente, los últimos rezagados empiezan a salir.

- Déjamela un par de días, Antón, y te la dejaré más suave que la seda... - dice la mujer que a penas conoces, antes de salir.

- Quizás lo haga - responde Antón con seriedad.

Cuando el último invitado se marcha, Antón cierra la puerta y se da la vuelta, mirandoos.

Acabo respirando, con agitación... por primera vez, estoy enfadado con Emile...

-... Insensata...

Me giro hacia ella. Hay cierto brillo rojizo en mis ojos. Conforme hablo, mis colmillos se extienden más.

-¿Cómo demonios se te ocurre? Tienes, no, tenemos suerte de que lo hayan dejado pasar. Ahora podríamos estar los dos muertos de no ser por ella. ¿Estás loca o qué?

Ella se asusta ante tu reacción, los ojos se le ponen llorosos.

- Yo no soy como tú... no estoy acostumbrada a esta presión... y necesito descansar... - se excusa, las manos le tiemblan un poco.

Frunzo el ceño. Mis puños se cierran, y aprietan hasta el punto en que los nudillos crujen.

-Descansar... -mascullo entre dientes, dando un paso hacia ella-... Descansar... ¡Ellos son vampiros Emile!¡Son depredadores! A ellos no les importa la vida de los humanos, se han olvidado de que es eso. Y tú...

Pego un pisotón al suelo.

-¡Y tú casi nos conviertes en el primer plato! Y no es la primera vez que tu actitud casi te cuesta la vida. Pero no volvera a suceder, ¿Me oyes? ¡Nunca más!

Emile se encoge ante ti, está confusa, asustada, tú eres su protector, ¿a quién podría acudir si tú la atacas? Desamparada y desconcertada, retrocede, llorando, con las manos sobre los ojos.

- ¡No me grites! - chilla.

... Algo se quiebra en mí... verla así... mi necesidad de aplacar mi ira, mi incapacidad de hacerle daño...

Me quedo mirándola, viendola llorar, sin hacerle nada. Solo la veo acorralada.

-... Padre... necesito entrar al sótano... ahora mismo -digo, sin apartar la vista de ella, con respiración agitada, casi incapaz de retraer mis colmillos.