Nueva noche (16/12/09)

Duermo junto a Emile, no quiero separarme de ella, ni tampoco hacerle daño... pero ya se lo he hecho.

... He destruido su vida.

Despierto, cuando cae la noche.

Ella no está en la cama. Ni sus cosas en el cuarto.

No... otra vez no...

Me levanto... Antón ha hecho algo, de eso estoy seguro, pero sé que no le ha hecho daño... Lo sé.

Después de vestirme, empiezo a bajar las escaleras, despacio. No quiero correr, no quiero parecer desesperado. Solo quiero saber dónde está. Si está bien, yo estoy bien. Di mi palabra a Antón, confio en él.

- Buenas noches, veo que me has hecho caso y te has despertado pronto, como te dije... para variar - saluda, en la puerta.

Con la cabeza baja, le acompaño. Le preguntaré de camino.

-... Por favor... sé sutil.

- Depende de cómo se comporten... veremos cuantos perros te quedan al final de la noche - obviamente, el mal humor no se le ha pasado.

-... Deja que me ocupe yo si... son imprudentes -digo, antes de entrar en el coche.

Mi cara reflejaba lo jodido que estaba, y también una pregunta, "¿dónde está Emile?", pero no la hago.

Creí que confiaba en mí... pero ha demostrado que no, tomando su decisión. ¿Entonces por qué me empeño en confiar en él?

-... Confio en tí, Padre.

Él pasa unos minutos en silencio, mascando tus palabras, luego suspira.

- Sólo está fregando, no le gusta, pero tampoco la matará - te informa, aún enfadado, aunque ya notas esa incapacidad suya de mantenerse impávido ante tu dolor.

Hice bien en confiar en él... Tras un minuto de silencio, soy yo el que habla.

-... No creo que sirva de mucho para calmarte... pero lo siento... No quería alterarte de este modo.

Respiro un poco, innecesariamente, pero lo hago. A veces relaja.

-¿Puedo confiar si te pido que te mantengas tranquilo esta noche?

- Pues no lo sé, la verdad - te responde, malhumorado por su propia debilidad.

- Ya te has encariñado con ellos - dice, con los ojso brillando de nuevo como ayer.

-No... y dudo que lo haga. Pero sabes como soy con los temas de la bestia.

Y era cierto. No me estaba encariñando.

- Lo comprobaremos enseguida....

Ya queda poco para llegar.

¿Por qué se empeña en hacerlo todo tan dificil? ¿Para enseñarme una lección de por qué las cosas son como son? Ojala entendiese cuando intento enseñarle por qué las cosas no deberían ser como son.

Me mantengo en silencio, en todo el trayecto que queda.

Saca un manojo de llaves y abre el portal, luego sube y abre la puerta, sin llamar.

Vic se pone en guardia, amenazante nada más verle entrar.

- ¿Quién coño eres tú? - luego te ve - Ah... hola, jefe... perdo...

Antes de que termine de disculparse Antón ya le ha lanzado contra la pared y está junto a él. Por suerte, Vicent sabe lo que le conviene y no se defiende, si no que sólo se le queda mirando, en silencio.

- Espero que no seas tú el "rápido"

Joder, empezamos bien.

-Señor... Sólo defendía el refugio como le ordené. No le conoce.

- Bien... Buenas noches, señores - dice Antón volvìéndose hacia ellos y atravesándoles con la mirada, que amedrenta a todos - ¿A qué esperas? ¿No vas a presentarme?

Asiento.

-... Señores... este es mi señor, Carlo Antón, conocido mecenas en la sociedad vampírica parisina. Gracias a él, ahora disponeis de este refugio.

Miro a Vic.

-No destaca por su tolerancia, discúlpate.

Lo de "mecenas de la sociedad vampírica" les suena a todos como que esto les queda grande.

- Disculpas, señor - dice Vic con aplomo, a pesar de todo.

Mario (sorprendentemente en silencio) se desliza hacia la puerta cerrada del cuarto y da unos golpecitos. El estibador, J, sale de allí, y mira a Antón, en silencio.

- Como supongo que ya habéis adivinado, yo soy el hijo de puta que está detrás de todo esto, y él - te señala con la cabeza -, es el único responsable de que aún sigáis con vida y a salvo ¿Me explico?

Todos los presentes asienten.

- No voy a dar el discurso dos veces ¿Falta alguien? - te pregunta.

-... Faltan dos... -miro a Vic, se nota que mi actitud no es la de antes, y evidentemente es por la presencia de Antón-... ¿Sabeis dónde están?

- Aquí - sale Jorge del mismo cuarto que el estibador, tratando de acomodarse el pelo - Perdón. Ahora sale L... Claire.

Antón te mira.

Frunzo el ceño, mirando a jorge y al estibador...

-No podíais haber elegido peor momento... -digo, apretando los labios.

Miro a Antón. Mi mirada es como un libro abierto... "Aguanta un poco... ten paciencia, no son incompetentes del todo..."

Cuando Antón vuelve a mirar hacia ellos, hastiado y asqueado, se topa con la visión de Claire, que acaba de salir del cuarto, habiéndose puesto un vestido por encima, cabizbaja como siempre, pero no lo bastante como para que su belleza no sea espectacular.

Antón la mira durante al menos treinta eternos segundos, tus chicos se miran unos a otros, sin saber que hacer.

- Cómo decía... - le cuesta un poco arrancar, pero su tono es igual de serio, frío y duro - Estáis aquí bajo la premisa de una obediencia ciega. No se consentirán errores, yo no lo permitiré, y al primer momento en que alguien haga algo indebido será ejecutado. Faltas de respeto incluidas. Las excusas no me valen, lo único que me vale son los resultados. No hay resultados: No hay hogar, no hay sangre y no hay vida. ¿Comprendido?

Todos asienten, él vuelve a mirar a Claire, discretamente.

Mantengo la cabeza baja mientras habla, pero no puedo evitar darme cuenta de las discretas miradas de Antón a Claire... como me temía, su pasión por la belleza lo ha cazado.

No digo nada. Esta parte de Antón... es realmente cruel.