¡Buenas noches, Encrucijada!

Despierto en mi refugio, en la casa de mi "familia". Esta noche, la casa está por entero a mi disposición, ya que se han ido a celebrar la navidad con su verdadera familia. Puedo andar por la casa sin tener que evitar ser visto por los niños ni por las visitas. Si algo me queda de antes de ésto, es que a los niños no se les puede joder la infancia, y la gente como yo somos excelentes a la hora de hacer daño a los demás.
Hago la cama de mi habitación en el desván, me aseo y visto con una camisa, pantalón de traje, zapatos y chaqueta. Bien vestido pero no de etiqueta. Siempre me ha gustado ir bien vestido, pero no resaltar por ello, es una costumbre que mi sire nunca llegó a quitarme.
Cuando estoy preparado cojo las llaves, el tabaco y el mechero, el teléfono móvil, las llaves del coche y un pequeño estoque sujeto a mi gemelo con una tira de velcro (más práctico que bello, pero a fin de cuentas, su función no es exhibirlo). Me monto en mi Peugeot RCZ, siempre me han gustado los coches nacionales.
Me dirijo a El Carmin. En busca de algún cotilleo jugoso y ¿quién sabe?, quizás algún bocado ocasional.

Desde lejos, ya se hace evidente porqué lo llaman El Carmín. Hoy hay alguna clase de celebración para los humanos, parece que alguien ha pedido la parte humana del local para celebrar una fiestecita privada. Ha debido hacer un desembolso considerable... Pero no es algo que a ti te ataña. Por tu parte, puedes ir directamente a tu zona de socios VIP, por la puerta con adornos de cuarzo rojo vigilada por un ghoul que conoces bien, y que te brinda paso cuando te acercas.

Me acerco al ghoul y a la zona VIP esquivando mortales. Recuerdo que cuando era aún mortal me encantaban las buenas fiestas, en un buen sitio, con buena música. Pero la música de hoy en día me parece extraña y sin vida, muy artificial. Cuando salía de fiesta lo normal era encontrar aburrida canción francesa y algo de jazz, o swing, los beatles, los rolling, pero eso ya pasó. Y aquí venimos a hacer negocios.
Subo la escalera y me dirijo hacia el ghoul, que me abre la puerta.
-Buenas noches caballero.
Entro a la sala. Siempre me ha gustado el buen gusto con el que está decorada. Siempre me ha parecido un poco extraño compartir una sala con gente que no tiene problema en mirarme con ojos depredadores, pero a fin de cuentas, eso somos, nada más que humanos llevados al extremo de la perversidad. Y con suerte, con toda la eternidad para poder desarrollarla.
Me siento en un sofá lo más alejado posible de la puerta y me dedico a observar un rato, quién está con quién, si oigo, de qué hablan, y sobre todo, ver quién tiene la necesidad de que se le haga algún favor. Si conozco a alguien o si no. A fin de cuentas, por lo que he experimentado, la mayoría me conocen, aunque no conozco a nadie, por lo menos de mi clan.

Longand aparece casi de inmediato ante ti.

- Buenas noches, señor Braque.

Me pongo de pié y extiendo la mano. Yo pensaba que iba a tener que esperar. Espero no haber hecho nada que le incomode, no soy muy conocido en el "mundillo", pero, a fin de cuentas, sólo he venido a su club.
-Buenas noches, señor Longand, ¿en qué puedo servirle?

- Ah ¿eso no debería preguntarlo yo? Es usted mi invitado... aunque sea un autoinvitado - te la suelta, pero sonriendo, no agresivo, sólo marcando posición, sin intenciones hostiles.

Vaya, controla su negocio a la perfección. Seguramente el ghoul de la puerta, o algún sistema de cámaras. Bueno, a fin de cuentas, de aquí saca sus ingresos.
-¡Oh!, disculpe mis modales. En realidad, tanto el que no esperase invitación para venir, como mi ofrecimiento, son causa de una misma cosa. Pero, supongo que usted está ocupado, y agradezco el saludo, aunque mi deseo no es quitarle tiempo, sino hacérselo ganar. A fin de cuentas, es dinero.
Digo esto con cara tranquila, como quien está hablando con alguien a quien conoce de siempre. Brazos doblados y formando un ángulo de treinta grados con respecto a mi torso. Gesticulando un poco con las manos, ni mucho ni poco, sólo para enfatizar, no para distraer.

- ¿Qué le ha traido exactamente a mi local, si puedeo preguntar?

- Por supuesto... acompáñeme, por favor - dice, indicando una puerta y precediéndote.

Al otro lado, el ambiente es más tranquilo: La música no se oye tan alta, a penas es un mumurro, y no hay nadie que os moleste. Es un cuarto relativamente pequeño, con un armario de "vinos" cerrado, unos archivos, una caja fuerte y un escritorio tras el cual se sienta Longand.

- Usted dirá.

- No muy atractivo. Yo ya tengo quien lleva mis negocios, y me va bien, sería estúpido por mi parte arriesgar ¿no cree?

Tu respuesta parece causarle un ápice de curiosidad. Se recuesta en la silla.

- Bien... Si lo tiene tan claro, sería algo así como un... ayudante.

-Yo no lo habría expresado mejor-saco una de mis tarjetas de mi bolsillo y se la extiendo-. Estoy a su entera disposición.

Espero a que coja la tarjeta y me dé algo más de información sobre lo que quiere. Apollo mi espalda contra el respaldo de la silla y cruzo mis manos sobre mi regazo, esperando.

- Tranquilo... alguno de mis subordinados le llamará para darle las indicaciones oportunas

-Muchas gracias por su confianza, no le defraudaré en lo más mínimo-me levanto y extiendo la mano-. Le deseo una buena noche.
Hecho esto, abandono la habitación y el local y me dirijo a mi coche.

Una vez en éste saco un cigarrillo de la cajetilla y lo enciendo, la noche ha empezado bien, en mi coche suena esta canción. Arranco, cuando se termina el ciagarro, y me dirijo al Louvre.