Buscando al allanador (25/12/09)

En media hora llego al arrondisement 12 y empiezo a conducir lentamente por sus calles, por si veo algo que me dé la sensación de que hay un vástago detrás de ello.

Monto en el coche, enciendo un cigarrillo, pero no arranco. Supongo, por lo que se dice, que ésta es la zona anarquista, pero joder, yo no tengo nada que ver con los demás vástagos de la ciudad. Respeto al príncipe por la sencilla razón de que puede destruirme. No me interesan sus políticas, tengo poco que perder, lo único que me une a ellos es la protección contra los no-alineados con la Camarilla. Los sabbat y los lupinos. ¡Si lo único que me interesa es pasar mi no-vida en paz! ¿Por qué cojones todo tiene que ser tan complicado? La Yihad y su puñetera madre. ¡No me importa que los demás se maten entre ellos!
Le doy un golpe al volante. Sé que eso no va a solucionar ninguno de mis problemas, pero desahoga. Enciendo otro cigarro, total, no me va a matar. Y eso es lo más agobiante, saber que ya nunca podré tener una familia de verdad, que los beneficios que saque de mi trabajo no servirán para nada, salvo para hacerme más rico y tener más miedo, pero ¿qué hacer si no? No tengo más que una familia de pega, si no hago dinero mi clan me rechaza, si lo dejo todo y a todos me persiguirán, no puedo salir de la ciudad por los lupinos, no puedo mandar a tomar por culo a todo el mundo poque no sé quién les ayuda ni quién puede hacer que vea el amanecer antes de que me dé cuenta. Joder, ni siquiera tuve posibilidad de elegir si quería convertirme en esto...
Arranco y me dirijo hacia el Elíseo, con un poco de suerte me encontraré con mi sire y podré hacerle un par de preguntas, con mala cuerte, me encontraré con la Toreador de ayer y volveré a casa con otra enorme jaqueca. Que la entropía decida.