De vuelta a casa 26/XII/2009

Después de recoger mi coche en el burgo de La Grand Court vuelvo conduciendo a mi casa. Durante el trayecto voy pensando en qué haré mañana: tengo que reunirme como sea con el tal Raffi, he quedado con la toreador que apenas habla en el Elíseo para empezar a tratar el proyecto de un bar y he de visitar a Longand para echarle una mano y que pueda acallar ciertos rumores de rumores. La de mañana va a ser una noche interesante.
Cuando llego a casa dejo el deportivo donde siempre, en el garaje, pero medianamente escondido. Subo por las escaleras hasta la primera planta y me quedo en la cocina escuchando que todo vaya en orden durante cinco minutos. Una vez que me aseguro de que todos duermen subo hasta el desván, donde está mi habitación. Tengo que cambiarlo todo un día de estos y comprarme mi propia casa, pero de momento me apaño con ésto. Veo los libros que mandé comprar a mi ghoul, Jacques, sobre mi escritorio.
Cierro la entrada al desván por dentro con llave. Sólo hay dos copias, una que tengo yo, y otra que tiene Jacques. Dedico lo que queda de noche a leer uno de los libros y continuar el esquema que vengo haciendo sobre compañías extranjeras en las que invertir (si mis cáculos son correctos, en España lo van a pasar mal dentro de muy poco y puede que sea hora de vender). Cuando noto el amanecer cayendo sobre mi consciencia le mando un e-mail a mi ghoul dándole las instrucciones financieras precisas para el día de hoy, y las domésticas: comprar un cartón de tabaco Gauloises, darme 1000 euros, y esperar él y su mujer en el desván hacia las nueve de la noche para poder tomar mi ración y darles la suya.

Me siento en la cama.
-Buenas noches.
Digo, aún sentado. Me levanto. Cojo el dinero y lo dejo sobre la mesa. Le acerco la silla a la mujer, indicándole con un gesto que se siente. Cojo mi daga y me hago un pequeño corte a la altura de la muñeca y se la acerco. Cuando creo que es suficiente la aparto. Hago que se levante y le indico al marido que se siente y repito la misma operación, solo que ahora no me hace falta cortarme.
Cuando termino cojo primero el antebrazo de él y bebo una buena cantidad, pero no demasiado, lo justo para sentir cómo su corazón empieza a latir más fuerte por la falta de sangre. Me aparto antes de que pierda la conciencia y lamo la herida. De ella bebo menos, también de su antebrazo, quiero llenarme, pero si a cambio hago peligrar su vida no me iba a servir demasiado, así que en cuanto aparecen los primeros síntomas de agotamiento la dejo.

-Estáis trabajando bien, seguid así. Podéis retiraros.

Pienso que fue una suerte que mi sire me abrazara recién afeitado y bañado, así no tengo que hacerlo a diario. Me pongo unos vaqueros y unos zapatos, una camisa y cojo una de mis americanas de tweed. Espero hasta la hora en que los niños se vana acostar para bajar. Cuando ya están en su habitación y ha pasado un rato me decido a bajar y voy hasta el deportivo. Primero me pasaré por el despacho de Longand, luego intentaré de nuevo acercarme a Raffi, y por último me pasaré por el Louvre.