Pecho al descubierto (20/11/09)

Por fin duele menos.

Llevo un rato despierto, a solas. Me mantengo sentado al borde de la cama, posando la mano sobre mi pecho. No hay mancha de sangre. Las vendas se oscurecen formando una mancha negra en la tela.

Empiezo a desliarlas, y cuando termino, veo que parte de la piel está empezando a renovarse. Sin embargo es de una tonalidad distinta, lo que significa que quedará cicatriz.

Bueno, un recuerdo para ser cauteloso supongo.

Pongo vendas nuevas, tapando de nuevo la herida.

Basile entra y te mira, parece llegar a la misma conclusión que tú:

- Me debes dos buenas dosis de morfina - advierte.

La mujer no está, sólo aparece para venir a dormir ya.

-No es problema, otro día atraco una farmacia -le digo, atándome la venda para dejarla fija-... ¿Qué tal fue la noche?

- Relativamente provechosa - responde, dejando sobre la cama una fotografía.

Miro la fotografía... aunque no se si va a ser algo que me guste.

La fotografía muestra a un hombre, de traje, muy bien arreglado.

- Él es su mecenas... pero no tengo nombre.

Me quedo mirando la imagen, procurando memorizarla. Ese es el tio que puede alzar la voz para que me dejen sin cabeza.

Entonces entiendo por qué dice "relativamente provechosa".

-... Si es su mecenas, puede que Emile le reconozca -digo, aunque se que lo sabemos ambos.

Sin embargo, no se que utilidad podemos darle a esa información. Quizá la propia Emile pueda decirnos por dónde suele encontrarle...

Aunque...

-Joder... Aunque ella sepa quien es, no hay garantías de que sepa donde encontrarle... o mejor dicho, puede que donde se lo encontrara fuese en el museo... Pero en fin, es un comienzo.

Miro a Basile.

-¿Dónde la conseguiste?

- En las alcantarillas - responde escuetamente.

Más nosferatus... No se si quiero saber el precio.

-Puede que tarde una década en devolverte tantos favores seguidos... Esperemos que llegue a vivir tanto.

Se acabó el gimotear.

-... Tengo que enseñarle esto a Emile... pero hay que asegurarse antes.

Coloco la foto sobre la cama, saco el móvil y con el hago una foto con la misma imagen.

-No podemos ir por ahí dejando pruebas.

-Pues sí... -saco de mi cartera dos billetes de cien-... Podrías comprarte algún capricho. No es que abunde el dinero por aquí.

Puede que sea mi vieja vena de cuando estaba vivo. Cuanto trabajaba para "mi familia", el dinero era de todos, y cuando faltaba se robaba más.

Independientemente de si reaccionaba de una forma u otra, vuelvo a la seriedad.

-Mañana creo que al menos estaré en condiciones de estar fuera de aquí. Entonces iré a hablar con Emile.

- Si crees que con unos pocos billetes vas a saldar tu deuda, estás muy equivocado - dice ante el dinero y, no obstante, lo coge - Mañana te acompañare, entonces.

Le miro levantando una ceja.

-Todavía no te he preguntado por qué me ayudas...

- Hay tantas razones... Tu encanto personal, tu dinero, los aliados que me ganaré ayudándote - todo lo dice con tanta seriedad que cualquiera diría que es cierto.

Por un momento me dieron ganas de reir.

-Y creía que no tenías personalidad... -le digo, levantandome. Ya prácticamente no me cuesta mucho-. Oye... llevo dos días sin moverme, si no hago algo me volveré loco. ¿Podríamos dar una vuelta?

Basile te mira con intensa curiosidad, aunque no sabes muy bien por qué.

Sin decir nada abre la puerta y te espera para salir, mirándote de reojo.

Camino hacia él. Me cuesta un poco, pero desde luego estaba mucho mejor que cuando llegué. No creo que llame demasiado la atención.

Cuando noto el aire exterior, por fin me siento mejor.

Basile camina en silencio, que parece lo más propio de él, pero se adapta discretamente a tu ritmo.

Por los caminos de tierra del arrabal va corriendo un grupo de niños, uno de ellos se acerca a Basile y le sonríe. Basile le guiña un ojo, pero su madre le llama rapidamente a cenar, y el crio se va sin llegar a decir nada.

Me percato del ambiente, y de como reaccionan personas como el niño de antes con Basile. Parecía todo envidiosamente fácil.

-... Las cosas parecen distintas aquí.

- No lo creas. Puede que toleren relativamente nuestra presencia, pero si hacemos algo que consideran indebido, conocen nuestras debilidades - responde, aunque no parece darle mucha importancia -. A ese chico lo saque de un pozo hace tres años.

Miro a mi alrededor.

-... Aun así aqui nadie intenta matarse... por lo que veo.

- En principio no - dice, sin añadir nada más.

Sigue sin ser demasiado charlatán. De todas formas parece más relajado, menos suspicaz, que al principio.

- ¿Estás seguro de que acabaste con toda tu manada?

La poca comodidad que tenía se evaporó con esa pregunta.

-Si estuviese alguno vivo haría meses que habrían aparecido manadas trotando como liebres sobre mí, y yo ahora mismo no estaría aquí.

Por mi cabeza pasaban las imágenes de mis "hermanos" ardiendo, junto con el refugio.

-El fuego no perdonó a nadie. Todos están muertos... sin excepción.

- Debió ser duro - comenta.

Y de pronto te da la impresion (no sabrias decir si agradable o no) de que quiere darte la oportunidad de hablar de ello.

-... Crecí en mal lugar... Me relacioné con quien no debía, y al poco tiempo acabé en la habitación equivocada pon el dinero equivocado.

Traga saliva, como acto reflejo.

-Sin embargo no conocía otra vida que no fuese la de la mafia. Poco después otra familia que se hacía llamar Sabbat me atrapó, me ablandó unos días y...

Paso unos segundos en silencio.

-... Después apareció ella.