Pecho al descubierto (20/11/09)

-... Sí... Señor... -le digo, buscando alguien que pueda ayudarme con mi falta de sangre.

Cuarenta minutos después vuelvo, practicamente saciado. Cazar fuera del territorio gitano era una de las licencias que me permití.

Entro a la chavola.

Justo cuando estas entrando, oyes la voz de la mujer:

- Pues no sé por qué te enfadas, si te estoy diciendo que para algo que haces bien...

Ella se interrumpe al verte entrar, y sonríe ampliamente. La mesa está volcada, varios objetos ruedan por el suelo.

- Hola... ¿Puedes recoger eso? A Basile se le ha... caído.

Miro a la mujer. Ella tampoco es una santa a mi modo de ver. Todavía recuerdo lo de ayer.

-No si mi... señor no me lo ordena -ese pequeño silencio mientras hablo denota lo que siento por ambos.

- ¿Basile?

- Iros al infierno los dos - murmura Basile, echándose en la cama en la que no está sentada ella.

- ¡Pero Basile! ¡Le he dado una orden! - dice la mujer, indignada.

Basile no se mueve ni dice nada, y ella opta por acostarse, muy enfadada, en la cama en la que estaba sentada. Sientes el cansancio de la noche, a pesar de que aún queda una hora para el amanecer. Te gustaria descansar también.

Viendo que no quedan camas libres, me siento y apoyo la espalda en el primer mueble que encuentro. No es la primera vez que duermo sentado.

Al infierno... Basile tendría que ir en primer lugar. Al infierno todo el mundo.

/Petición, afueras de Montmartre (21/11/2009)/