La Gran Noche (?) (16- 12- 2009)

- No tienes que tratar esto conmigo, mi ductus es quien da las ordenes - responde, gritando sin importarle quien escuche.

- Lo sé, pero lo que no sé es dónde encontrarle. ¿Podría hablar con él?

El niño saca un móvil, busca un número y lo deja en el suelo. Luego retrocede mirando hacia ti.

Me acerco a recojer el móvil y llamo al número marcado.

- Dime, chico, ¿qué quieres?

- Buenas noches. ¿Es usted el "ductus" que ha mencionado el joven?

Hay un breve silencio.

- ¿Quién es y donde están ellos?

- El propietario de este móvil está a unos pasos de mí, sin acercarse. Creo que no me tiene mucha confianza. El resto se han dispersado. Yo me llamo Ramón, y llevo unos días tras la pista de Miguel, un Gangrel esquivo. Mis motivos para con él son irrelevantes en este momento. Puedo prometerle que los jóvenes no han sufrido ningún daño, y que no tengo ninguna intención de causarlo.

- Miguel se unió a nosotros no hará una semana - contesta.

- Vaya, no lo habría imaginado. ¿Podría verme con él?

- Le preguntaré cuando llegue... ¿Dice que se llama Ramón?

- Él me conocerá por Lucio. Soy su chiquillo.

- Ah, eres Lucio. Sí, vente... pásale el móvil al niño.

- Toma, ya está solucionado- Le tiendo el móvil al chaval.

Recoge el móvil y se lo pone al oído, sin perderte de vista, aunque retrocede por si acaso.

- ¿Sí?... No, no está sólo... - te mira - ¿Quién es el otro?

- Dorian. También le conocerá.

- Dorian... sí, vale - cuelga, y luego da un silbito que perfora los oidos, llamando a sus compañeros.

- ¿Y bien?

- Vamos - te indica que le sigas, el resto de los chavales se une a medida que avanzáis.

Les seguimos de cerca.

- ¿Vosotros conocéis a Miguel?

El niño niega con la cabeza.

- Sólo el jefe.

¿Paranoia? Me huele a trampa... Me acerco a Dorian, dejando algo de distancia hacia los críos, y le susurro.

- Diría que algo no va bien... Vuelve al territorio Anarquista. Volveré al bar lo antes posible. Si en un tiempo prudencial no he vuelto, teme lo peor.

Asiente con la cabeza y se detiene. Me pongo de nuevo a la altura de los niños.

- Dorian no vendrá.

- Pues vale - dice el niño encogiéndose de hombros.

Bueno, quizá me haya precipitado... Aun así, hombre precavido vale por dos. Dorian se queda en el sitio. Sabe que mis temores pueden ser fundados, pero no está seguro de si, precisamente por eso, dejarme sólo. Tras unos segundos de titubeo, se da la vuelta y acaba volviendo al bar. Pregunto a los niños.

- ¿Está muy lejos, donde quiera que vayamos?

- A unas cinco manzanas - responde el chico - ¿Por qué? ¿Te cansas?

Se rie, junto a todos sus compañeros.