Nueva vida 3/1/10

....

-De tu etapa humana, supongo. ¿Qué tiene ella que ver en todo esto?

-... Mejor... -digo, aun desconfiado-... Más te vale tranquilizarte cuando estés frente a nosotros.

Vuelvo a ponerme derecho.

-... Si no quieres hablar de ellos, allá tú, pero no toleraremos otra falta de insubordinación, ¿queda claro?

- Él me hace revivir en momento en que la maté cada vez que mi comportamiento es indebido - por un momento, ves una reacción humana en él, traga saliva, aunque procura evitar que te des cuenta.

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El niño asiente, en silencio.

Ya no puedo más. Me rompo. Llevo mi mano, temblorosa, a su barbilla. Hago que me mire, con suavidad. Cuando su mirada se tropieza con la mía, puede ver a esa Berenice que amó... con el iris azul rodeado de rojo, de las lágrimas que pugnan por salir y no pueden.

-¿Por qué...?-digo en un susurro tembloroso. ¿Por qué la mató?

Él vuelve a tragar saliva, esta vez sus ojos acompañan esa idea de que aún hay algún sentimiento brillando entre los escombros, aunque es una luz que apaga rápidamente.

- Frenesí - responde.

-Bien.

Es un niño, después de todo. Miro a Antón un instante.

-... ¿Necesitas saber algo más?

-Arnold... Arnold, ¿qué no ves a la locura que te indujo el Sabbat? Esos ideales... que ellos defienden... hacen que destrocemos a todos los que queremos. Hacen que terminemos por no amar a nada y a nadie. Que... que tú terminaras haciendo eso... no significa que por que tu pudieras hacer eso su filosofía era la correcta. Precisamente que llegaras a hacer eso es la prueba más concluyente de que su filosofía está tremendamente equivocada.

- No fueron los Sabbat, señora. Fué mi Sire. Mi Sire era Camarilla.

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- Puede reitrarse

-¿Qué? Tú... sire... Arnold, ¿de que clan eres?

Asiento.

-Vamos... -le indico al niño, para acompañarle de nuevo a la habitación.

- Ventrue.

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El niño te acompaña, aún con los labios apretados, pero manejando medianamente bien a su Bestia.

Entro en el cuarto con él, y por un momento tengo la tentación de salir, pero luego me percato de algo.

No he visto sus dibujos.

Me acerco a la mesa, a verlos.

-O sea... que al final resulta que Ventrue...-Vaya comentario más desafortunado el mio...- Pero Arnold... yo... maté a Kéven, y era un pobre chaval humano. Y... en mi confusión... Arnold, me dejastes elegir cuando tenía la cabeza echa un lio... estuve a punto de matar a Lucía. Cuando murió... ya viste que estuve a punto de suicidarme... y en ese momento eran Sabbats, erais Sabbats los que estabais en esa casa, eras tú el que me... "enseñaba" lo que me había ocultado mi Sire... Y tantas muertes... la locura que empezó con tu Sire camarilla, la continuastes bajo bandera Sabbat. Al final, todo era sangre y destrucción. ¿No querías parar con eso? ¿No querías que ella... que Alice no viera como su padre, que ya fue obligado a semejante salvajada, siguiera manchándose las manos?

- Alice está muerta, no puede ver nada.

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Hay tres figuras, que con algo de imaginacion puedes imaginar son Petra, él y su hermano.

... Amor monstruoso...

Dejo el dibujo en su sitio y dejo al niño solo en la habitación.

Vuelvo a bajar abajo. Quiero ver cómo está Antón.

-No. No Arnold.-Me llevo la mano al corazón.- Todos los que amamos están en nuestro corazón. Siguen con nosotros, nos dan fuerza cuando lo necesitamos, están en nuestros recuerdos, cada momento de felicidad con ellos vale por cien desgraciados, y eso es porque siguen con nosotros. ¿Por qué te crees que dije que debiamos alegrarnos por haber vivido un solo momento feliz aunque luego ese no se repita? Por que las personas que amamos no se van, esos momentos no se van, son parte de nosotros, como nuestra sangre, y ni la maldición de Caín puede con ellas. Tu hija sigue aquí, Arnold.-digo, poniendo mi mano en su pecho, a la altura de su corazón.- Y ella sabe lo mismo que tú, que fue esa Bestia la que la mató, no tú, y aunque esa Bestia forme parte de ti, no eres tú. Tú mismo me dijiste que sería yo quién eligiera quién quería ser. Aunque duela, recuerdala, recuerdala pensando que por ella eres capaz de hacer grandes cosas, cosas que hace que nuestra "patética existencia" valga la pena y se convierta en algo grande. Arnold, ella ya te ha perdonado, y ella es la primera que quiera que vuelvas a ser el padre que conoció, aunque tuvo un deliz provocado por algo que se le escapó de las manos. Ella tiene esperanza en ti. Yo tengo esperanza en ti.

Antón parece molesto, pero no furioso.

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Arnold atiende a lo que dices. No responde, ya que no le has hecho ninguna pregunta.

-... No se puede esperar mucho de un niño.

Me acerco a él, y pongo una mano en su hombro.

-Estoy orgulloso de tí, padre.

Chasqueo la lengua, molesta.

-Arnold... ¿qué opinas de todo esto que te estoy diciendo?

- Gracias, chiquillo... aunque debo admitir que ese niño no se ha comportado tan mal como esperaba.

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- ¿Qué deseais que opine?

-Te ordeno que me digas tú opinión. Sabes de sobra que me gustan las cosas como son, no como me gustaría que fueran.

-Ese niño... es listo... y lo han hecho crecer en la dirección equivocada. No sé si Berenice está a tiempo de corregir eso, pero hay que intentarlo.

Miro a Antón. El orgullo casi no me cabe en el pecho. Sonrio, y acabo abrazándolo.

-... Carlo Antón de Rose... no me has decepcionado -digo, cuando termino, dando un par de palmadas en su hombro.

Avanzo de manera repentina, colocandole la mano sobre el pecho y empujándole hacia atrás, obligándole a tumbarse en los asientos traseros. En mis ojos ya no hay lágrimas. Solo una decisión que él ya conoce.

-Soy tu dueña, tu señora. No tienes más voluntad que la mía, y si te pido una opinión me la das sin dudarlo. Si quiero oir una concreta, te lo diré, pero si te pido una propia, haces el esfuerzo y la piensas.

Él se sonríe.

- Eres un hijo muy comprensivo - dice.

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Arnold se encoje un poco, luego lo piensa, como le has ordenado.

- El Sabbat es tan monstruoso como la Camarilla, pero menos hipócrita.