Momentos de fe (8/01/10)

Me llama sabbat... bueno... no importa.

-... Tiene razón, señor... pero también hay veces... en las que el dolor no desaparece... y la culpa y malestar nos acompaña durante el resto de nuestros días... como una herida que nunca cura.

Se acerca a mí... siento temor... Dios... la muerte de Lucía está grabada a fuego en mí, igual que el resto de mis víctimas inocentes a lo largo de mi existencia.

-... Consideramos que... Berenice no merecía pasar por eso otra vez... Lo hicimos por piedad.

- Vale... lo haré - dice, mirandote con ojos aterrorizados.

Te sigue.

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- Piedad - lanza un despectivo y breve bufido de risa -. Quizás algún día tú, rapaz Lasombra, puedas enseñarme lo que es la piedad. ¿Eh? Seguro que siempre has sido compasivo con tus victimas, con tus lazos humanos, con tus compañeros de manada ¿Verdad? - sus palabras se clavan como cuchillos en ti, haciéndote rememorar cada doloroso recuerdo vividamente, mermando tu aplomo y haciéndote sentir cada vez peor y más pequeño.

-Vamos, Elliot. Tenemos que ser fuertes.

No por favor. Otra vez no. No quiero perder a nadie más. No quiero ver morir a nadie más. ¿Por qué todos a los que amo terminan desapareciendo? No quiero... no quiero verle en mis pesadillas...Bajamos.

Mi cuerpo tiembla al recordar cada lacerante recuerdo en mi mente...

No elevo mi vista ni una vez, ni me levanto. Casi no tengo voz cuando hablo.

-... No... no lo fui... y duele... cada noche...

Cuando Berenice baja, puede ver al Príncipe, muy cerca de Curtis, que tiembla arrodillado en el suelo.

- Pues tal vez... tu idea de misericordia está gravemente trastocada... - sus palabras son dificiles de ignorar, cada cosa que dice parece tener mucho sentido - Tal vez por cada puñalada que diste, cada gatillo que apretaste, cada golpe que propinaste, cada vida que quitaste - cada acusación hace que imagenes de recuerdos dolorosos invadan su cabeza - cada dolor que provocaste, fuese reflejado en tu cuerpo y en tu mente, sería el castigo justo por tus acciones, de hecho lo injusto es que sigas ahí tan entero, despues de todo el mal que has hecho a todas esas personas... no sirve con que ahora pretendas ser simplemente un niño bueno, tienes que pagar, debes de pagar.

- Mi señor... - dice Antón, pero el Príncipe levanta una mano hacia él, y éste no puede actuar, ya que el Príncipe usa sus poderes contra él, como los está usando contra Miller.

Las uñas de mi mano en mi rodilla se clavan en la tela, haciendome daño.

Tiene razón, aunque me lo dijera sólo para hacerme más daño aún, tiene razón.

No estoy entero... Nunca estaré entero.

-... Ya no puedo pagarles a ninguno.

- Yo te cobraré por ellos... ¿Duele? ¿Sí? Así debe de ser - te coge por la barbilla, obligándote a mirarle y haciendo que te arrastren sus profundos ojos que te hunden en la desesperación - No sabes cómo disfruto haciéndote pagar.

No puedo evitar apretar los dientes. Él, que no se dignaría a mirar a un niño, él que no sabe lo que es vivir sin tener otra oportunidad ni otra opción que matando a otros, arrebatando a otros para simplemente poder abrir los ojos al día siguiente. Él, que probablemente tuvo una infancia, que tuvo la oportunidad de mirar al cielo porque se sentía seguro aquí en la tierra. Él, que sería capaz de arrebatar la vida de un niño sin parpadear siquiera. Él, que no sabe el dolor que entraña ver como una vida se apaga con tus propias manos. Él, que no sabe lo que es ser tan débil que no puedes decidir apenas nada, que puedes ser aplastado en cualquier momento. No tiene derecho a hablar de misericordia ni de dolor.

-... ¿Sabe el dolor que entraña eso? ¿Sabe el dolor que entraña tener que vivir de esa manera? No poder elegir como vivir, tener que sobrevivir como se pueda. Cada puñalada a alguien es una puñalada que te das tu, cada gatillo apretado un deseo de no haber nacido nunca. Con cada vida quitada algo de ti que muere, se convierte en una herida que no desaparece nunca. Y sin poder elegir. Porque realmente no puedes elegir. Al final lo único que puedes hacer es acopio de fuerzas y buscar la manera de decir basta. Si tienes una oportunidad aprovecharla para dejar todo eso, vivir sin olvidar esas heridas, como tu castigo eterno. Intentar hacer algo bueno por todo lo malo que hiciste, porque no hay otra manera de pagar. Hacer acopio de toda tu fuerza para hacer lo correcto, ahora que se puede decidir. El que no se merece una mirada es aquel que ha tenido una oportunidad y no ha hecho todo lo posible para aprovecharla. El que, tal vez por miedo a las repercusiones, ha mirado hacia otro lado. Aquellos que nos vimos envueltos en algo que no decidimos y que hizo tanto daño no tenemos derecho a tomar una decisión egoista. No tenemos derecho a no hacer nada cuando podemos hacer algo mínimamente bueno. Vivir siempre con ese dolor y tratando de hacer el bien pese a todo lo que conlleva, pese a todo el dolor que nos puede acarrear, todas las penurias, todas las torturas y miserias. Ese es nuestro castigo. Un castigo que además, hemos decidido acarrear porque deseamos enmendarnos de verdad. Cosa que mil criminales encerrados no haran, no desearan enmendarse, porque no tienen conciencia. Lo que define a una persona, no es lo que se ve obligado a hacer. Son las decisiones que toma.

No... ¡todos a la vez no!

Mi cabeza arde, mi cuerpo no responde, quisiera gritar pero ni siquiera soy capaz de eso. Todos, todos gritan en mis oidos.

Por mis mejillas se derraman la sangre de mis ojos.

-¡DIOS!... -digo. El sufrimiento... es demasiado... intenco cerrar los ojos pero no puedo... por dios, que pare...

- No me da lástima, pudo decidir morir con cierto honor, en lugar de ceder a esas atrocidades - suelta a Miller, librándole de su hechizo, con desinterés, y luego se vuelve a Elliot, mirándole de arriba a abajo - ¿A esto llamais un disfraz? No es más que un burdo parche

-Pero puede funcionar, señor.- ¿Por qué no me lo hace a mi? Yo también tuve que dejarme morir, ¿no? Todas esas veces... él es un superviviente como yo, y a nuestra manera, queremos pedir disculpas por lo que somos. Miro a Curtis, preocupada. Hermano...

Cuando me suelta, no puedo evitar derrumbarme, y acabo a cuatro patas.

Los gritos cesan poco a poco. El suelo se mancha con mi propia sangre, cayendo unas pocas lagrimas gotas sobre él.

Consigo hablar por fin, con voz trémula.

-... No soy como ellos... y ese chico... no tiene por qué serlo...

- Quizá ante ojos inexpertos - responde a Berenice, agarrando bruscamente la barbilla del muchacho, que mira al suelo cont al de no mirarle a él - Pero conserva el aura con tonos despreocupados y curiosos de un infante... aunque completamente ennegrecida - añade con asco, tras examinarle.

Antón se arrodilla al lado de su llamado chiquillo, y le recoge.

- Tranquilo - le susurra, y las mismas artes que usó el Príncipe para derrumbarle, sirven ahora para reponerle, aunque en mucha menor medida.

Supongo que la parte ennegrecida es debida a su paso por el Sabbat... Mi vista baila un momento entre Elliot y Curtis, dividida mi preocupación por los dos, pero Antón ya está a su lado.

Mierda, Elliot... con un movimiento de la mano el podría...

-Todavía le quedan cosas por aprender, pero puedo enseñarle. Y no todo lo que hay en él es malo, señor.

Antón recompone unos pocos pedazos de mí... Puedo pensar con un poco más de claridad cuando pone a esos fantasmas del pasado un poco más a raya.

Dejo que me recoja, siento mi cuerpo como si fuese de trapo.

El niño... No sé qué hacer en favor del niño, en favor de Berenice...

-¿Enseñarle tú? ¿Cómo? ¿Con carantoñas y cuentos antes de dormir? No - sorpresivamente, pone una mano sobre la frente de Elliot y con un golpe seco le deja desmayado.

-¡Elliot!-¿Qué ha... lo ha matado? voy hacia él, poniéndome de rodillas y cogiéndole entre los brazos- Elliot...-Miro al Príncipe.- ¿Qué le ha hecho?

Lo tumba con un gesto... No... Maldita sea...

Tiene que haber alguna forma de ayudarlos...

-Señor... debe haber otra opción... Siempre hay otra opción... por favor... no lo haga...

- No, no está muerto... aún - responde, sacando un pañuelo y limpiando su mano, como si el haber estado tocando a los ex-sabbats le desagradara tanto que inconscientemente intentara limpiar su piel - Y sí, señor Miller, hay otra opción. Me llevaré a... esto, para una evaluación; en el remoto caso de que fuese viable, estoy seguro de que Emmanuel sabrá hacerle madurar... rápidamente. Y usted, dada su procedencia, la falta se considerara como muy grave, así que será llevado al Eliseo para una debida corrección de conducta. El resto recibiran adecuado castigo a su falta... Y les aconsejo que si tienen algo más que decirme lo hagan ahora.

-Pero... la manera que tiene de enseñar... ¡Es la tortura! Señor, en el Sabbat le metieron la idea de que la camarilla era... una especie de monstruo. ¡Va a volver a pensar eso si le hacen...! Tiene que haber otra forma... por favor, he conseguido mucho de él en una semana... Y... Curtis no... ha sido culpa mia, por favor, desde el principio ha sido culpa mía... Sabe que estoy dispuesta a hacer lo que sea, por favor...

Berenice...

No puede pararlo, la decisión de un príncipe es irrevocable... pero es un niño... no... como Frank no...

-... Señor... estoy dispuesto a lo que usted elija... pero... se lo suplico... sea indulgente con ese niño... su mayor pecado fue ser abrazado por una ramera sabbat...

No sirve... esto no sirve...

-... No destruya a Berenice...

Como una flecha, haciendo que la velocidad de Antón sea irrisoria frente a la suya, Miller recibe un golpe, certero, directo a la mandibula, que queda inmediatamente rota.

- Tu insolencia se tendrá en cuenta, Lasombra.

- Mi Príncipe, por favor, con Pompignan no, no le lleve con Pompignan, yo...

- O callas de inmediato, Carlo, o te juro que no volverá con vida de las mazmorras del Eliseo.

Antón guarda silencio.

Trato de sanar mi boca... nunca me habían golpeado así... ni lo había visto...

Me fuerzo a mantenerme de pie por mi mismo... no puedo decir nada al principe, aunque tuviese la mandíbula sana.

-¡NO!

Me incorporo como movida por un resorte, pero enseguida me doy cuenta de que no puedo hacer nada. Otra vez. Nada. Cualquier esfuerzo es inutil. Y él... había logrado... que le dieran una oportunidad, el local, el violin... y simplemente por cruzarse conmigo...

-Deja de preocuparte por mi... dejalo ya...-mi voz sale entrecortada.- Cada vez que alguien se preocupa por mi, sufre.... no hago más que causar dolor a mi alrededor... te habias esforzado tanto por poder vivir en esta ciudad....-mis rodillas me fallan y caigo al suelo.- No debería... no debería seguir viviendo...

"¿Por qué? ¿Porque un principito al que se le ha subido la corona demasiado y completamente insensible salvo para sus caprichos nos vea a todos por debajo? Tampoco es que haga su trabajo muy bien, ¿Cómo si no puedes explicar que hubiera una celula sabbat seis meses bajo sus narices con TU padre agonizando durante esos seis meses? Mucho deberle lealtad, ¿pero qué ha hecho por ti? Ha mantenido la ciudad libre de sabbat durante siglos, si, pero ha sido llegar tu (que por cierto, NO ERES FRANCESA) y te ha destrozado, no sabiendo hacer lo que es SU obligación, no la tuya, acabando con las muertes de los únicos que se dignaron a mirarte pese a tu situación. Y encima tu preocupandote por él, por lo solito que estaba con su corona... si es que resultas patética."

Abro los ojos, sorprendida. Juraría que esa es mi voz, pero con un tono cruel que no había oido... no, espera... esa voz... no puede ser, es como esa figura que apareció en mis pesadillas tras la muerte de Lucía que se parecía a mi.

"Eso es una chorrada. Fui yo la que tomó las decisiones equivocadas, Lucía era mi responsabilidad y no fui capaz de mantenerla a salvo. Y el príncipe no secuestró a mi padre."

"No, pero si exige lealtad que cumpla con su cometido. Además, si no puedes decidir no puedes echarte la culpa por una decisión, así que deja de culparte por todo, en serio, das dolor de cabeza. ¿De que te sirve ser tan buena? Al final todos te usan para lo que les da la gana, peleas por ellos y luego pasa algo y otra cicatriz que añadir... ¿de qué te sirve?"

"¡Callate!"

Me llevo una mano a la cabeza, temblando. ¿Qué pasa...?

Mientras Antón ayuda a Miller a sostenerse, el Príncipe mira a Berenice, por primera vez bajo la predominante mirada despectiva que ha mantenido todo el encuentro podeis ver un leve brillo de preocupación.

- Levanta - ordena a Berenice, con autoridad.