Bajo el Yugo del diablo (8/01/10)

La limusina llega al Eliseo... poco falta para que mi agonía se haga real.

Miro al principe, esperando sus ordenes.

- Sacalo - dice saliendo.

En cuanto empiezas a moverlo, Elliot abre los ojos, y te mira. Hay un halo de tranquilidad al reconocer tu rostro, no es el de un enemigo, al menos. Pero entonces parpadea, mirando alrededor, y el terror se dibuja en su cara.

Maldita sea... ahora no.

Mi semblante se llena de tristeza. No puedo evitarlo, pues es el rostro de un niño lo que tengo delante.

-... ¿Quieres volver a ver a Berenice?

El niño está completamente angustiado, y con los ojos enrojecidos, de seguro sin aliento si fuese mortal, asiente.

A penas puede andar, pero se ayuda de ti para sostenerse.

Los ghouls os "escoltan" hacia el interior, por una puerta lateral. Os precede el Príncipe, que os mete en su amplio despacho y os ordena esperar en la otra punta, mientras él llama a Pompignan.

-... Chico... pase lo que pase... céntrate en tu deseo de volver a ver a Berenice... Te ayudará...

No sé cómo ayudarlo... Dios...

Espero a que ese monstruo cruce la puerta.

- Por favor, por favor, no me dejes sólo... - suplica.

- Vaya, señor... - dice nada más entrar, mirandoos -... ¿Es mi cumpleaños?

No hace falta ser un experto en auras, cualquier mortal que pasase al aldo de Pompignan se estremecería en su presencia. El niño se aferra a ti, aterrorizado, cuando los ojos maliciosamente divertidos de Pompignan acompañan una leve sonrisa amenazadora.

Mantengo mi mirada baja... Trato de darle confianza a ese niño tremulo...

¿Como puede Villón permitir esto?...

No digo nada.

- Tú sabrás, a mi me da igual - responde.

Pompignan deja de miraros con esos ojos golosos que se deleitan en lo que ya va planeando haceros, para mirar a su Príncipe.

- Parecéis contrariado, mi señor.

- Lo estoy.

- No veo a ese otro ex-sabbat, con el que jugué antes que con ellos.

- No lo he traido.

- Pero señor, él era quien...

- ¡Lo sé! Maldición, Emmanuel, guarda silencio de una endemoniada vez, tienes un par de muñequitos para divertirte, no me hagas quitártelos para dárselos a otro.

- Por supuesto, señor, discúlpeme - dice, aunque no suena a sincera disculpa, si no más bien a que quiere llevaros a las mazmorras cuanto antes - ¿Alguna condición en especial?

- ¿Qué? - pregunta el Príncipe, que ademas de contrariado parece distraído - Sí, ese - te señala - que acabe vivo.

- ¿Y el otro? ¿Quién es? ¿Por qué está aquí?

- Sácaselo tú mismo.

Abro los ojos de par en par, mirando al suelo.

No... tiene que estar haciendose el sueco... no puede ser que no lo supiera...

*Dios... no...*

Miro al principe... no... que no lo deje... al niño no...

El Príncipe recibe tu mirada con puro odio, pero por un momento el verte así parece ablandarle, sólo por un momento. Mira a su mesa y comienza a escribir, ignorándoos, mientras Pompignan llama a un par de ghoul que os cojan, para llevaros a las mazmorras.

Miro al niño de nuevo. Mis labios perfilan la frase de nuevo."se fuerte."

Los ghouls nos llevan a las mazmorras... Estaría dispuesto a que la condición la cambiase por la del niño... pero no puedo cambiar la voluntad de un príncipe... Sólo puede hacerlo él mismo.

Si vuelvo y Berenice me ve sólo...

*Por favor, aguanta chico.*

El niño está a-t-e-r-r-o-r-i-z-a-d-o, con todas las letras. Cuando llegais a las celdas, Pompignan ordena separaros. Elliot se aferra a ti como a un bote salvavidas.

- ¡NO! ¡POR FAVOR!¡POR FAVOR! - grita, en pánico.

Dios... esto no puede estar pasando...

-¡Elliot! -digo, sujetándole la cabeza, para que me mire a los ojos-... Recuerda. Haz lo que te dije... Sé fuerte... No estaré lejos... Te lo dije.

- Oh, bueno... Si es para vosotros tan importante quedaros juntos... no os preocupeis, estareis juntos - os dice, y con un gesto, los guardas os introducen en la misma celda.

Entro en la celda... parece que no han pasado ni dos semanas desde la última vez que estuve aquí.

Pero ahora estamos en manos de Pompingan.

Dejo que el niño permanezca junto a mí... Esto no debería estar pasando.

- os ruego que me deis un momento, voy a preparar todo - dice, alejandose.

No hay monstruo peor que el que disfruta con algo como esto, y pone el sufrimiento de sus víctimas al mismo nivel que un niño al tomarse un caramelo... Algo que incluso puede posponer con una llamada.

No le importa... Por lo menos salvé a Antón de convertirse en algo como esto.

Tarda al menos 20 minutos en regresar en los que el niño no se ha separado de ti un instante, ni un milímetro. Sonríe abiertamente.

- Salid - dice, abriendo la celda.

Llegó el momento... Sin alzar la vista del suelo, obedezco... Con el niño pegado a mí.

¿Cómo puedo ayudar a este niño?

Pompignan os conduce a la cámara de torturas. No hay dudas respecto a su función dada la cantidad de artilugios que cuelgan de sus paredes. Pompignan se vuelve hacia vosotros, agarra al niño y lo pone en una mesa. El chico sólo trata de mantenerse agarrado a ti un instante, lo que tarda Pompignan en separarle sin dificultad. La mesa tiene unas correas, que él empieza a desatar para poder amarrar al niño.

- Ayúdame, Miller - dice.

¿Qué lo ayude?

No... eso no... no puedo...

-... No puedo... hacer eso, señor...