Bajo el Yugo del diablo (8/01/10)

Tardo unos segundos en reaccionar... pero entonces, me agacho, y cojo de nuevo el látigo.

-... ¿Cómo le doy la vuelta?

Te ayuda a quitarle las correas. El niño no se resiste, no sabes si porque no es consciente de su entorno o porque simplemente no tiene fuerzas para resistirse.

Le doy la vuelta... y vuelvo a alejarme. Las lágrimas de sangre caen por mis mejillas...

Odio a Pompingan con toda mi alma...

Empiezo de nuevo.

Los gemidos al aire a penas pueden considerarse gritos ya, aunque estás seguro de que ahora le duele más, ya que la parte que roza con la madera astillada de la mesa también está echa pedazos.

Hasta que no queda un sólo trozo de piel, no se te permite parar.

- No está mal... servirías para trabajar aquí, bajo mi dirección - dice Pompignan, aparentemente satisfecho.

Busca en un armarito, y saca algo de sangre, no mucha, que ofrece al chico, el cual bebe con ansia.

- ¿No se te hace extraño que no se desmaye? En realidad, es otra de las habilidades que he desarrollado con el tiempo... no perderá la consciencia - te señala un cubo de agua, con un paño colgando del filo -. Lávale, quiero ver cuánto de hondo ha llegado el látigo.

Sabe que me duele, y mucho... esta tortura psicológica me está destrozando.

Sin decir palabra, cojo el cubo, y empiezo a limpiarle.

-... Aguanta... -susurro... y no sé si podré aguantar yo.

Nada más pones el trapo en su piel empieza a chillar. Estás casis seguro de que sólo le ha dado algo de sangre para que tuviera fuerzas para gritar. Captas el olor a sal desde el cubo al cabo de unos segundos, mezclado con el de su sangre en el paño.

Aprieto el trapo en mi mano... no puedo soportarlo...

-... Sabe bien lo hondo que ha llegado, señor... ninguno de los dos lo olvidarémos jamás...

Mis ojos están tan enrojecidos que creo que van a estallar...

- Lávale entero... si lo haces bien, me pensaré el permitiros un descanso ya. Volveré en diez minutos - dice tras consultar su reloj, y sale.

Cuando quedamos parados, miro al niño. Mis lágrimas no dejan de derramarse.

-... Por favor... no me odies...

Miro la vara... y después de mirarlo otra vez, la cojo, y se la ofrezco.

-... Muerde esto chico... ayuda...

Mi cuerpo tiembla.

-Te aseguro que ese hijo de puta nos la va a pagar... a los dos...

Él muerde, sus ojos siguen derramando las lagrimas, con los párpados muy abiertos, mientras gime de dolor, incluso sin que le toques.

-... Por favor... no me odies... -repito otra vez.

Me gustaría no poder oir... así no se me grabaría para siempre esto en mi cabeza.

Pompingan lo pagara...

Lo limpio.

Ya has limpiado al menos la mitad de su cuerpoo cuando la vara se le rompe en la boca. La Bestia ruge un momento, pero no entra en Frenesí ¿otro truco de Pompignan?

Aún te queda un brazo por limpiar cuando entra Pompignan.

- ¿Cómo vas, Lasombra?

Aprieto los dientes... hasta el punto que mis encias snagran un poco.

-... Estoy terminando, señor...

Pompignan se acerca al lado del muchacho.

- No creas que no lo está disfrutando, puedo ver su aura, chico. Después de todo, representas lo que él traicionço, tu amado Sabbat, y se odia por haberlo traicionado, por eso te hace esto con gusto

Ahora trata de envenenar su mente... Joder, no puedo consentirlo.

-... Me odio a mi mismo por tener que hacer esto...

Termino con el brazo.

- Bien, dije que me pensaría el dejaros descansar... aunque la verdad... has tardado un minuto más de lo debido - confirma mirando su reloj.

Trago saliva.

-... Sangraba demasiado... -trato de decir... tal vez su demoníaca mente se lo tome a risa y lo deje descansar...

Efectivamente, le ves sonreir.

- Anda, recogelo... cuidado no se despedace - sale, precediéndoos, en dirección a la celda de la que os sacó.

Lo cojo, y me lo llevo. No me atrevo a bajar la vista y mirar lo que he hecho.

Mi cuerpo no para de temblar.

Cuando entramos en la celda, lo dejo reposar despacio...

- Buen trabajo Miller... nunca volverá a ser el mismo - dice antes de encerraros.

Gracias a él, yo tampoco.

-... No te acerques a mí... -le digo a pompingan, sin mirarlo.

Se rie.

- Mañana empezaremos en serio - dice antes de irse.

Se va... yo voy despacio hacia las rejas, y las agarro... y permanezco así unos segundos.

Sigo temblando... duele... duele muchísimo...

Mi cuerpo se escurre, y acabo de rodillas... lloro... Sufro sin medida. Cada vez lloro más fuerte. Me quiebro por dentro.

-¡¡¡VILLOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOON!!! -grito, el nombre me abrasa la garganta... grito hasta que me quedo sin aire en los pulmones. Nunca lo he hecho de esta forma.

Sigo llorando. Roto, y destruido.

No tardan ni veinte segundos en llegar los guardas que traen unas porras extensibles, abren la celda y empiezan a golpearos indiscriminadamente.

Me arrastro lo que puedo entre la lluvia de golpes que me propinan, y me coloco delante del niño, protegiéndolo con mi propio cuerpo.

-Parad... No...