Enfrentando el pasado 10/01/10

La estoy viendo. Quiero decir, me estoy viendo. A mi yo de aquella época... pero es la primera vez que me veo a mi misma en una pesadilla de esa manera. Creo que sé por qué. Por fin he conseguido separar a la que fui... de la que soy. Es curioso. Tantos años... y se lo debo a Villón.

-Quien iba a decir que el ricacho nos iba a terminar haciendo semejante favor.

La miro. Su actitud ya no es tan agresiva, y se la ve con cierto aire pensativo.

-Te lo dije. El odio no resuelve nada. Sin embargo, te debo una disculpa. Es cierto, tú eres parte de mi. Y no necesariamente una parte mala. Tenías razón al decir que no debía culparme eternamente ni sufrir tanto. Además... quiero vivir. Mi existencia en este mundo tiene un sentido y quiero hacer todo lo que pueda. Y mientras haga todo lo que pueda, no tengo porque reprocharme las cosas.

Me mira. Su mirada es seria, y realmente parece la mirada de alguien de cincuenta años.

-Qué tenga que venir otro a decírtelo... pero si me has aceptado no tenemos porque pelear de esa manera. Antes estabamos muy compenetradas, pero desde que apareció tu padre no has hecho más que avergonzarte de mi. Y ya te has dado cuenta de lo que soy realmente. Yo no disfruté matando a nadie, ni me regodeo de la manera que decía tu padre. Al menos ya sé que a partir de ahora me escucharás y no me harás a un lado.

Sonrio.

-Al menos ya se que no lo destruíras todo con odio y me escucharas.

Ella sonrie.

-Somos una, no lo olvides. Y mientras no lo hagas... no creo que vuelva a aparecer de la manera que lo hice. Me tenías que escuchar.-Suspira.- Bien, ¿qué haremos con Arnold y con Villón?

-¿A ti quién te gusta?

-¿Sinceramente? Arnold me parece un gilipollas y un cobarde. Admítelo, se portó bien en su día, pero lo hizo porque pensaba que no suponía un peligro. Debía estar deseándolo para arriesgarse tanto sin darse cuenta. Puede ser dulce y cariñoso, pero no nos conviene. Y no por lo que fuera. Si mostrara el más mínimo interés en luchar no me importaría. Al fin y al cabo, todo lo que hemos ganado en esta vida ha sido con esfuerzo. Nos podemos esforzar, pero si Arnold no lo hace, solo nos haremos daño sin conseguir nada. No es inteligente. No saldremos ganando ninguno, ni él ni nosotras.

-Cierto-alzo las cejas sorprendida.- ¿Me vas a contar que ahora te gusta el Príncipe de París?

-... Admito que me sorprendió que simplemente no... me sellara, o me echara de tu mente. No sé si porque no puede o porque sabía el daño que te haría al hacerlo, pero el caso es que te hizo pensar, e hizo que te tomaras mis palabras no como algo malo. Además, cuando mi rabia se fue, miré tus razonamientos. Se está esforzando mucho con nosotras, pese a su manera de pensar de principito. Y no nos alejó cuando vio lo que pasaba, no nos trató como a locas. Además, nos escucha... y nos responde, no es como cuando hablamos con Arnold. Él o se enfada o se da la vuelta, ¿recuerdas? Villón nos respondió. Incluso nos escuchó en lo de la batería... y lo hizo él. Le dimos un pequeño empujoncito. No necesitó más.

-... Lo cierto es que no quiero acercarme a Arnold, pero... aún le guardo cariño. Ciertamente, ahora no me acostaría con él, pero lo curioso es que no me arrepiento de lo de aquella noche. Creo que en el fondo, ambos nos aprovechamos de ambos. Con la diferencia de que yo estaba dispuesta a pagar el precio. Él no. Y con todo, guardo ese recuerdo con cariño. Raro, ¿verdad?

Se encoge de hombros.

-No sé. No tenemos tanta experiencia en hombres, ¿recuerdas? Y aún así, a mi me sigue echando para atrás lo de que sea un hombre de tan alto cargo... y que no mire hacia abajo. Ya veremos como sigue la cosa. De todas formas, ya tenemos claro que hacer con Arnold.-mira a su alrededor, con mal gesto.- Hay que averiguar la manera de librarse de esto... creía que ya lo habiamos superado.-suspira- Está a punto de empezar.

Miro a mi alrededor entristecida.

-Pues ya no sé que más hacer...Oye. Acabo de darme cuenta... ¿por qué cuando hablas de padre hablas como si fuera mio y no tuyo?

Sonrie con esa sonrisa de gatita traviesa.

-¿Eso? Ah, bueno, es que yo soy únicamente hija de la calle.

Entonces desaparece y la pesadilla vuelve a su curso habitual, solo que ahora soy mera expectadora de ella.

//Fdv//

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Al despertar me siento muy descolocada. Pensaba que la cosa sería un poco mejor, pero creo que el no haberla superado de una vez por todas me tiene con la guardia baja. Además, por alguna razón, ya no ha sido tanto el ver la muerte de mi familia como ver al monstruo lo que me ha asustado más. Es como si ahora que he aceptado el que yo hice todo lo que pude por ellos, lo que fuera más amenazador de todo fuera él. Me llevo la mano a los labios. Lo que me ha ayudado a despertarme ha sido... el recuerdo de aquel beso... Me levanto y me ducho, tras lo cual bajo al garaje. Recojo mi pistola y me la guardo, pero antes vacio el cargador y guardo las balas. Hoy Arnold no se libra. Se va a enfrentar a sus propios demonios. Veamos como sale, ya que de una manera u otra, ya está destruido. Es su turno de levantarse de las cenizas o hundirse para siempre. He intentado mantenerlo entre algodones en ese aspecto. Pero si quiere despertar no le queda otra que pasar un momento desagradable. Y es mejor un momento... que toda la eternidad. Voy al sótano.

Arnold sigue retorciéndose entre pesadillas cuando llegas. Hay muchas palabras que no comprendes, puede que porque las balbucea entre estertores dignos de un moribundo, pero el nombre de su hija sí lo oyes, claramente, un par de veces.

Arnold... estoy segura de que fuistes un buen padre, pero hay cosas que no podemos controlar. Hay cosas que suceden aunque no queramos, y por cosas del destino, las cosas acaban mal. Me apoyo en la celda contraria, esperando a que despierte.

Oye salgo más, algo que te suena a... ¿Pompignan? Un par de mninutos después despierta, te da la sensación de que las pesadillas son aún peores que cuando le conociste, pero al fin abre los ojos. Sus ojos parpadean mirando hacia el techo, su cuerpo se relaja durante un segundo y luego notas que se llena de tristeza, y una lagrma cae hacia abajo, pero parece tomar la decisión, resignado, de enfrentar un nuevo día ahí abajo, encerrado, entonces se incorpora y te ve. Por sus ojos pasa un segundo de ilusión, rápidamente echo a un lado por el alivio, aún más efimero, que se esfuma cuando mira al suelo, atribulado, y vuelve a tomar su posición de arrodillado ante su ama.

No. No va a ser nada fácil. Empecemos con algo sencillo.

-¿Cómo eras y como te llamabas antes de unirte al Sabbat?

- Arnold Sartre, de Connecticut, tenía una tienda de ropa, aunque ejercí de soldado en la guerra.

Hay que joderse... estadounidense. Además, ¿fue soldado? Madre mia... venga a echar muertos a la conciencia.

-¿En qué año nacistes y en qué año moriste?

- 1842-1873, señora.

Ahora viene lo duro.

-¿En qué año nació Alice?

- ... 1868

-¿Cómo fue tu abrazo y quién fue tu sire?

Tarda un poco en responder, parece costarle encontrar la forma de hacerse entender.

- La guerra... se... se había acabado pero no... para muchos. Algunos terratenientes no querían liberar a sus esclavos o aún libres los negros eran tratados como ratas, y algunos esclavos no deseaban ser liberados, sin saber cómo manejar sus propias vidas... los veteranos del ejército confederado se reorganizaban en grupúsculos con ataques violentos. Sin ánimo de vanagloriarme, señora, fui un conocido militante abolicionista. Yo fui capturado y retenido por ellos, no había sólo humanos, también vastagos a los que esta guerra había despojado de importantes beneficios. Trajeron a mi madre, y la ahorcaron. Trajeron a mis dos hermanos, y los quemaron en una cruz. Hasta a mi perro lo mataron a golpes. Y a mi pequeño... ju... jugaron con ella, la... la mancillaron, y luego... luego me dejó en una habitación con ella... me dijo lo que pasaría, me abrazó... el frenesí no... no fue inmediato no dejé que a Sed... me invadiera al despertar, intenté salir del sótano, intenté romper las paredes y horadar el cemento... pero no pude escapar... hasta después.

Sabía que debió ser algo así. Que su sire debió provocarle el Frenesí y dejarle en la misma habitación que Alice. Lo que no me imaginaba es que fuera algo tan brutal.

-No fue culpa tuya. Luchaste hasta el final por una buena causa, pero desgraciadamente la cosa acabó mal. Incluso lograste retener el Frenesí durante un tiempo. Tú no mataste a Alice, Dios sabe que te hubieras matado antes de tocarla siquiera. Fue tu sire. El fue el que decidió su muerte, y en su crueldad te utilizó como instrumento. No fuiste tú.

Te mira, no dice nada, no parece en total desacuerdo, pero tampoco lo admite.

-Creo que me conoces lo suficiente para saber que no soy de las que mienten y que soy demasiado directa a veces. Si digo que no fue culpa tuya, es que no fue culpa tuya. Nadie puede resistirse al primer Frenesí del Abrazo, ya tiene mérito que lograras retenerlo. Estabas encerrado en una habitación de cemento. Incluso intentaste escapar, pero es obvio que era imposible. Peleaste, luchaste hasta el final. Pero... en esas circunstancias.... no podías hacer más. ¿Acaso no intentaste con todas tus fuerzas evitar todo aquello? ¿No luchaste para conseguir un futuro mejor para tus hermanos? ¿No luchaste hasta el final con la Bestia para salvar a Alice?

Él asiente, un asentimiento breve, pero firme.

-Entonces no tienes motivos para sentirte culpable. Me he dado cuenta de lo obsesionado que estas con el control y el orden. Quieres pensar que puedes controlarlo todo, que no se saldrá de tu control, como aquella noche. Pero lo cierto es... que es imposible controlar todo y mantenerlo en el orden que nos gustaría. El mundo es un lugar caótico, y suelen pagar muchas veces quien no debe. Esa noche, tú no tenías el control. Ya te lo dije una vez. Nosotros solo somos culpables de las decisiones que tomamos, de las decisiones que tomamos por voluntad propia. Esa noche sólo pudiste tomar una decisión. Resignarte o pelear hasta el final. Y aunque no pudieras hacer nada, luchaste. Arnold, esa noche te metieron en una encerrona, y la única decisión que pudiste tomar fue la correcta. Porque, si dentro de lo que podemos hacer, hacemos lo correcto y no nos rendimos, aunque al final todo se desmorone... no es culpa nuestra. Arnold, la muerte de Alice no fue culpa tuya. No lo fue. En ningún momento tú decidiste matarla. Esa no era tu voluntad, y por tanto, no es tu culpa. Hiciste todo lo que pudiste. No se te podía pedir más.

- Lo sé - responde con voz apagada, luego te mira, su mirada es un pozo de tristeza, pero también de dolida altanería -. Y sé que habeis perdido mucho, y que creereis comprenderme. Pero, con el debido respeto, tened un hijo, sed el instrumento de su muerte, y luego venid a contarme, mi señora.

-Yo no puedo tener hijos.-se me escapa, con cierta amargura. Lo cierto es que es algo que he estado pensando desde lo de Elliot.- Y cuidado, no hables de dolor. Estoy segura de que al menos pasaste unos años felices con tu familia. Yo ni uno. Tuve un tiempo de tranquilidad con Lucía de maldito milagro, y al final la fallé. Lo cierto es que el haberme equivocado con lo de Ronald para mi ha sido como matarla yo misma. Atarla a mi sangre de esa manera, incluso en la ignorancia, es algo que dudo que vaya a perdonarme nunca. Y al menos, tú luchabas para darles algo mejor a tu familia. Yo no pude. No podía ni luchar por eso. Luchaba simplemente para que pudieran despertar al día siguiente. Y tenía que hacerlo a costa de la vida de otros. Ya ves, tenía que cambiar la vida de una persona por solo unas horas de vida para alguien cercano a mi. Llevo pensando desde que tengo uso de razón que mi existencia es una maldición. Dime, ¿cuántos años tenías la primera vez que mataste a alguien?

- 19

-Yo tenía seis años. Y lo maté delante de su compañero.

Él te mira. No parece sorprendido, ni impresionado, pero no dice nada, sólo mira a otro lado.