El chico de Berenice (15/01/10)

Sesenta días... sesenta días desde que llegué a esta ciudad, desde uqe me vi envuelto en una forma de vida nueva y peligrosa... tantisimas cosas me han ocurrido en dos meses... y se dicen pronto.

Miro a Emile, con los ojos aun entrecerrados por el sueño.

Emile duerme a tu lado. Todo está en silencio, sólo su relajada respiración lo rompe.

La miro unos minutos... duerme tan plácidamente... tan llena de tranquilidad...

No... no voy a beber de ella, y tampoco le daré de mi sangre esta vez... necesita recuperarse por completo, y dejar que su cuerpo se tranquilice.

Me acerco un poco, y con cuidado, la beso en la frente. Después salgo de la cama con precaución, no quiero despertarla, y empiezo a vestirme.

No se despierta, parece que sus días son agotadores.

Sin hacer ruido, ya vestido, me voy al cuarto de Basile. Hay preguntas que deben ser respondidas... antes de hablar con indeseables.

- Ey... - te saluda. Al menos ya no le falta ninguna parte del cuerpo, aunque parece agotado.

-Ey, hermano -le digo, sonriendo un poco, sentándome al lado de la cama donde está-... ¿Estás bien? ¿Tienes hambre?

- Ya he pedido... sangre.... ahora me la traen

Asiento... y entonces frunzo un poco el ceño.

-¿Si tenías problemas por qué no me llamaste?

- Porque el.... móvil fue lo... primero que me quitaron...

Frunzo más el ceño... Lo pagarán...

-... Cuéntamelo todo... Cómo fue... quien te hizo esto, el motivo... todo.

- Salí... de entregar el mensaje... había pasado por... terrritorio anarquista y... estaba más atento de mi espalda... los perros de Pompignan me atraparon... antes de que pudiera... hacer nada.

Aprieto un poco la mandíbula... malditas alimañas... A menos que me de una explicación esa escoria del sótano, la pienso matar.


-... ¿Por qué te hicieron eso?

- Su jefe... era un gilipollas... pero no les dejaba... hacer estas cosas... sin provocación ni órdenes... él no estaba...

... Perros con la correa suelta... y sin amo.

-... Por diversión...

Aprieto los puños... en mis ojos hay un leve reflejo rojo.

-... ¿El que te trajo te hizo algo?

- Estaba con el resto... no sé, me llovian hostias de todas partes - sonríe un poco.

Sonrie... pero yo no soy capaz de hacerlo.

-... Espera aquí... La sangre no tardará en llegar. Yo tengo que sacrificar un perro rabioso...

- Berenice... le dio órdenes... ¿Sabes algo... de eso? - parece agotado.

Me detengo...

-... Entonces es cierto... que sirve a Berenice para vivir.

No puedo matarle...

-... No lo mataré... pero le voy a dar una paliza.

- Bueno... te animo desde aquí arriba...

-... Gracias...

Cuando salgo, les digo a los ghouls que se den prisa con la sangre de Basile, y que bajen abajo una botella de alcochol.

Bajo abajo.

Dos ghouls vigilan la puerta, como ordenaste. Él está sentado en el suelo, con los brazos apoyados en las rodillas y la frente baja, entonces te oye llegar, y levanta la vista hacia ti, te sigue con la mirada, como cohibido, pero no dice nada.

Me acerco, mirandolo... cómo desprecio a este hombre... quizá porque tiene algo que ver con el propio Pompingan...

Me quedo delante de su celda unos segundos...

-... ¿Cual es tu nombre?

- Albert - responde, aún mirándote desde el suelo.

-... Muy bien... Albert...

Aprieto la mandíbula unos segundos.

-Recuerdo unos pocos de vuestros trabajos... Matásteis a la chica de Basile por una orden... intentásteis provocar a los anarquistas asesinando a Marcus y a su hermana... y ahora torturáis a mi amigo como perros rabiosos sin correa...