Buscando un fantasma, cementerio del Père-Lachaise (24/11/09)

- Yo no me haria ilusiones, chico, dudo que se le permita pasar de esta noche - el Nosferatu entra en el cementerio. Vais a la casa del guarda y de ahí al sótano, por donde encontráis una entrada a una especie de catacumbas - ¿Y para qué le necesitas?

Le digo la verdad a medias.

-... Digamos que álguien me robó algo que me pertenece. Basile es el único que puede devolvermelo.

Le miro entonces.

-Apreciaría el gesto de que le dejárais vivir... Os debería un gran favor.

- No depende de mí, si no de Jehová - responde, atravesando el corto pasillo hasta una sala más grande, con numerosas puertas. Parece imposible orientarse alli, pero el Nosferatu sabe muy bien por dónde va, o eso aparenta - Espérame aquí... no te alejes ni toques nada - advie rta an tes de traspasar otra puerta más.

El sitio es lugubre, humedo, oscuro y escalofriante, la verdad es que apetece volver a la luz de la luna, fuera del aire que imaginas mas que viciado aqui abajo.

Por el entorno, procuro no respirar el aire. Es un alivio no tener la necesidad de respirar.

No entiendo por qué da la cara por Anton. Todo lo que Basile quería estaba con los gitanos, solo le debía favores no...

"con los gitanos..."

No... Basile no es de los que busca una oportunidad para suicidarse... Al menos no lo creo.

Procuro esperar, sin tocar nada. Solo me mantengo allí, mirando a mi alrededor con curiosidad, sin moverme.

No pasa mucho rato hasta que le mismo Nosferatu sale de nuevo.

- Tienes permiso para hablar un rato con él, acompáñame.

De nuevo os introducis en aquellos pasillos lugubres e insalubres. Las ratas campan a sus anchas por ellos, y no son los únicos bichos que lo hacen. Vais bajando estrato a estrato, a la luz mortecina de unas bombillas que desentonan con las antiguas piedras que sostienen estas grutas. A medida que bajáis, los gritos empiezan a escucharse, gritos de hombres y mujer (o vastagos), unos pidiendo clemencia, otros suplicando muerte. No hay muchos, pero son muy ruidosos.

- No será agradable - te advierte el Nosferatu, al llegar a una puerta en concreto.

Asiento. Preparándome para lo que sea.

-... Agradezco las molestias que te has tomado.

- Y yo agradezco tu cordialidad - dice, abriendo la puerta y cediéndote una lineterna.

Cojo la linterna.

-... Procuraré tardar poco... y volver con una respuesta -y parpadeo un momento-... Ahora que lo pienso no se tu nombre.

- Aquí me llaman Triage - responde -. Estare fuera, esperando, para cuando quieras salir. Tómate tu tiempo.

-Triage... -repito a mi vez, y entonces sonrio con respeto-... Es un placer.

Tomo la puerta y voy a lo que haya al otro lado, alumbrando con la linterna.

El lugar está lleno de excrementos de rata y goteras. El suelo de piedra e irregular refleja mal el haz de luz de la linterna, pero al cabo de un rato consigues distinguir una silueta en un rincón, sólo tiene parte de la ropa desgarrada sobre su carne, que esta igualmente hecha jirones. Tres o cuatros ratas se ha cernido sobre aquella masa sanguinolienta, y puedes verlas roer, al parecer la luz no las espanta.

... Dios mio.

Esta imagen me recordaba mucho a las torturas sabbat, solo que eran mucho peores.

Soy consciente de lo posesivos y protectores que son con sus ratas los nosferatu, así que trato de apartarlas del cuerpo que supongo es el de Basile.

-Joder, ¿pero qué te han hecho?

Las ratas, no muy contentas, se resignan a apartarse cuando las echas a un lado, dejando el cuerpo del que efectivamente es Basile.

Nadie responde a tu pregunta.

-Basile... Basile, soy yo, háblame -le digo, arrodillándome a su lado y tratando de volverlo en sí, dandole un par de palmadas en la cara y moviendolo un poco, con cuidado de no hacerle daño.

Al poner las rodillas en el suelo notas la viscosa sangre de Basile en él.

Le golpeas suavemente en la cara, pero a penas obtienes un leve gemido agónico.

Joder, así no conseguiré nada.

Pienso durante un instante. Solo hay una cosa que le pueda dar algo de lucidez para hablar.

Dudando un instante, muerdo mi muñeca y se la pongo en la boca.

Basile bebe sólo un instante, luego asombrosamente se separa.

- No... No os dejaré... - murmura con incoherencia.

Pongo de nuevo la muñeca en su boca.

-Soy Curtis, joder, el tio que destripaste. No es ningún truco.

- ¿Crutis? - pregunta, con esa voz rasgada por el dolor. Se relame las gotas que le han caido en la boca, pero no bebe de ti - ¿Qué haces aquí?

Cierro mi herida. Al menos ahora es capaz de hablar.

-He venido a intentar salvarte el poco pellejo que te queda-le digo, aun un poco conmocionado por verlo así-... Maldita sea, Basile. Se supone que tú eres de los dos el sensato, ¿qué coño te mandó hacer aquí abajo ese tio?

- Buscar la información que se negaban a darle - dice, parece que cada palabra le cuesta un gran dolor -. Y ya sabia que era peligroso ¿por qué te crees que quería evitarla? - un pequeño movimiento, y un aullido de dolor. Tarda unos segundos en volver a hablar - Maldita sea... ¿Y qué? ¿Te han cogido?

Anton... hijo de puta...

-No... He venido por mi mismo. Estoy intentando negociar para sacarte de aquí, vivo a ser posible.

- Deja de hacer el imbécil y largate de aquí antes de que te encierren - te regaña.

-No me hables de imbecilidades Basile, tú eres el roido por ratas -le digo, con la misma dureza-. Desde que te fuiste, ese hijo de puta nos ha estado haciendo la vida imposible, y esta mañana sus gorilas se han llevado a Emile mientras yo dormía. Ni voy a dejar que te maten ni voy a dejar que ese hijo de puta la tenga por capricho.

- Así que eso es lo que te ha hecho venir - Basile vuelve a gemir, torciendo el gesto y dejando caer la cabeza. Parece que el dolor le está matando - Me gustaría poder ayudaros, pero no estoy en posición de hacerlo - responde, a duras penas - Temo que tendrás que apañártelas con Antón tu sólo... no me queda mucho tiempo - esta a las puertas de la inconsciencia... o al menos esperas que sólo sea eso.