Fin del descanso (30/12/09)

-Digamos que tienes completamente prohibido dar tu sangre a nadie, ¿entendido?-digo volviendo a mi papel de "señora severa"-No es todo el proceso... pero hablaremos de eso en otro momento, hay otras cosas que te interesan saber antes que eso para sobrevivir.

Alan cuelga, sin responder.

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- Vale... ¿hay más... tradiciones, señora?

Cuelgo también.

-Tenemos que ir a un descampado, al final de la calle de ese bar... allí podrás verla.

-Tres más. La de la obligación, la de la hospitalidad y la de la eliminación. Durante los primeros años, hasta que consideres dejarlos "a su aire", tus chiquillos son tu responsabilidad. Han de seguir tus ordenes, y sus pecados serán los tuyos, por los que tendrás que responder por ellos. La de la hospitalidad... cada vez que llegues a una ciudad, debes presentarte ante el Príncipe. Cosa que has de hacer en el Elíseo...Ten en cuenta que si no te presentas y te encuentran, pueden considerarte un no-perteneciente de la camarilla, un enemigo. Y por lo tanto podrían matarte. No te preocupes.-digo sonriendo.- Ya arreglaremos este punto... por suerte aquí en París basta con presentarse en el Elíseo. Eso si, tendré que estar yo contigo, ya te dije que los Caitiffs no son bien valorados... no son enemigos, pero por desgracia en la escala social están los últimos. Bastará con que te vean conmigo para que no te toquen...-tengo que pensar sobre este punto...- Además, identificado como camarilla, puedes evitar una caza de sangre si no has quebrantado ninguna de las tradiciones. La de la eliminación... no puedes destruir a otro de tu especie, y solo un antiguo tiene derecho a declarar una caza de sangre.

- ¿Por qué querrían matarme?

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- ¿Crees que es una trampa? - pregunta levantándose.

-... No lo sé... pero también dijo que quiere hablar con nosotros de paso... lo que no es buena señal.

Cojo la copa de la mesa y la termino antes de volver a dejarla.

-Mientras yo no haga nada estúpido creo que saldrá bien... Será mejor que nos demos prisa.

A ver como se lo explico.

-Verás.-mi tono no es tan severo, pero se nota que es importante.- ahora mismo por nada. No saben de tu existencia, pero el anonimato no dura para siempre. Y mientras no molestes a nadie, tampoco debería haber ningún problema, pero no deben saber de donde vienes. Estas normas son de la camarilla, ¿comprendes? Los Sabbats no respetan nada y son unos sanguinarios. Son enemigos... y mirarán antes la sangre que otra cosa, las excepciones son pocas. Pero no te asustes... eres un caitiff, no tienes por qué ponerte nervioso. Ni siquiera sabes a que clan perteneces. Tú cumple las normas, ¿de acuerdo?

- Confío en que serás cabal. Pero si la han hecho algo... no respondo de mí.

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- De acuerdo, señora.

Mejor no respondo a eso...

Sabe que confio en él. Espero que sepa aguantar.

Le miro un momento, pensativa... ¿serán las tradiciones suficientes por esta noche? Y entonces pienso, con nostalgia, cuando me las explicó mi padre...

-Por esta noche es suficiente. De momento, vuelve al cuarto y piensa en lo que te he dicho... ¿de acuerdo? Y por favor, estate más tranquilo. Sigues vivo, ¿No?-Hablo tranquila pero... mira que acordarme ahora de mi padre...

¿Y cómo estará Lucía? Muerta no, pero... Antón aún no ha querido soltarla, o lo que sea...

- Gracias, señora... por todo - dice levantándose y volviendo al cuarto de invitados.

Tras estar un momento meditabunda, decido bajar al salón. Con un poco de suerte, Curtis habrá logrado animar ya a Antón.

Ninguno de los dos está ya allí.

... ¿Se han ido? Mierda... Espera.... No habrán... Antón. Claire. Curtis. Anarquistas. Bocaza de Curtis. Anarquistas. Mierda. Y aún sigo sin saber por qué estaba a punto de morir... joder. Mando un mensaje a Curtis con el móvil. Es más discreto, por si acaso...

"¿Se encuentrán bien?"

Y ni se les ha pasado por la cabeza llevarme... con todo, creo que soy con la que mejor se lleva Alan...

Veo el mensaje... y no puedo evitar torcer el gesto... no por que no me alegre que lo hayan logrado... si no por tener que quedarme como mera observadora... a esperar. Después de todo lo que ha pasado, no me atrevo a hacer nada... no sin tan siquiera saber cómo está Lucía. Aunque... ahora que no está me gustaría disculparme... Decido bajar donde está Basile.

Basile sigue en la celda, despierto pero cabizbajo, sentado en suelo, con los brazos caidos sobre las rodillas.

Me acerco... despacio, con la mirada baja. Todo es culpa mía...

-...Bu... buenas noches, Basile.

- Ey... - dice con voz apagada - Hola...

Suspiro.

-Lo siento, Basile... cada vez que te pido ayuda te meto en un lío...

- Qué se le va a hacer, las cosas no siempre salen como queremos....

-Ya, pero... no es justo que tanto tú como Lucía esteis pagando por un error mío. Además... ha perdonado su vida, tal vez no te lleve con el Príncipe.

- No sé... sólo espero que me saque pronto de aquí... no soporto estar encerrado

Bajo aún más la cabeza, cerrando los ojos. Por mi culpa...

-Perdoname, Basile...

- Estás perdonada, deja de poner esa carita - sonríe.

Intento sonreir yo también.

-Es que yo... odio esto... fui yo la que hizo lo que no debía. Y lo paga Lucía, que hacia los deberes que la encomendaban, y tú, que solo fuiste víctima de mi mala cabeza.-Me paso una mano por la nuca.- Soy capaz de hacer lo que sea por los míos, Basile... pero esto de tener un... "señor"... Nunca consideré que mi vida le perteneciera a nadie... ni siquiera a mi padre.

- Te acostumbras - dice simplemente -. Y te consuelas con un futuro que es posible que no llegue nunca.