La torre y el Príncipe 07/01/10

Esto está mal. Pero que muy mal. Confieso que más allá de lo de Arnold, quería conocer... al amigo de mi padre, pero tras lo sucedido no sé como acabará esto. Tal vez debería despreocuparme y divertirme, porque cuando se sepa la verdad la invitaciones serán para la ejecución de los tres. Que ironía. Lo que quería mi padre que conservara, mi conciencia, mi piedad y mi compasión, van a ser lo que me lleven a la tumba. Nos vamos acercando a la torre, y me resulta tan siniestra como el primer día. Si es que tenía que ser especialita hasta para eso...

LLegais a la torre, pero no os quedais en la base, si no que comenzais a subir por ella.

- Espero que no la moleste caminar un poco...

No puedo evitar quedarme un momento distraida mirando la torre. Recuerdo el dibujo... sí. París se ha convertido en mi cárcel y en mi condena. Sigo al Príncipe y le digo.

-Por supuesto que no, señor.

Vais subiendo las escaleras, y a medida que lo hacéis el va hablando.

- Antes sólo existían esos barrios... luego construyeron los adyacentes, y el puente. Traían por allí el ganado, todo eso era campo, de hecho, ardió en la época de la revolución, fue cuando había comenzado el crecimiento desmesurado de las ciudades... Todo ese barrio eran fábricas, y sus obreros vivían allí. Luego las derrumbaron, los nazis, por esa puerta entraron los tanques en la reconquista...

Parece que por cada piso que amplía tu visión hay una época que ha vivido, por cada escalón un recuerdo que conserva.

Pese a todas mis preocupaciones, no puedo evitar escuchar con interés, olvidando por ese tiempo mis pesares. Joder... ha vivido... ¿desde cuando? ¿Desde la edad media? Ha visto el ir y venir de épocas, de sus gentes, de sus victorias y sus derrotas, de sus maravillas y sus monstruosidades. Es fascinante y aterrador, peligroso y... atrayente. Debe de tener una visión increible sobre todo lo que sucede a su alrededor. Pero... ¿por qué me cuenta todo esto? No lo entiendo... Escucho sin interrumpir, prestando atención.

Sigue narrando mientras ascendeis, hasta que llegais a un punto donde una puerta cerrada os impide seguir subiendo. Villon saca una llave de su bolsillo y la abre.

- Tengo la llave de la ciudad... las señoritas primero.

-Gracias, señor.-digo pasando.

El pasaje es estrecho y oscuro, pero cuando sales ves una magnifica vista de la ciudad, aunque no parece especialmente seguro el lugar. Algunos hierros están a tus pies sirviendo de pasarelas, y otros de pasamanos.

- Avanza, yo te sostengo - dice Villón.

Los hierros chirrían a tus pies.

Vaya. La vista es impresionante... y lo admito, no me esperaba encontrarme con esto. No puedo evitar sonreir. La parte de mi que ama el riesgo y la libertad se lo está pasando en grande. Como no me lo pasaba en mis días de humana. Avanzo como me dice... con cuidado pero sin miedo.

Al final sólo hay una pequeña baranda, el estómago se te encoge al asomarte, estoy lo más alto posible, sólo una afilada aguja está por encima de vosotros. Él se mantiene a tu espalda, el sitio es demasiado estrecho para que quepais los dos.

-Vaya... esto es...-digo, casi sin saber que decir, sobrecogida por la vista. El estar tan alto, con el viento soplando entre mis cabellos... es algo muy agradable. Quizá un bonito adiós para lo que me espera. Sigo sin entender... ¿por qué me muestra esto?

- Sobrecogedor ¿No es cierto? - pregunta, a tu espalda. No puedes verle, a no ser que te gires, pero notas su cercanía.

-Cierto.-Esta es París. La ciudad que tanto amaba mi padre... y tanto deseaba que no conociera. ¿Por qué? Hubiera sido hermoso conocer sus recobecos junto a él. Así como sus peligros. No puedo evitar entristecerme, pensando en esto. En esto... y en todo lo que he perdido. La vista es hermosa, pero no vale el precio que he tenido que pagar por ella. Dirijo la vista al cielo pensando... si de verdad habrá algún tipo de vida después de la muerte, y si estarán bien. Si estarán mirándome en este momento.

- ¿Qué te entristece? - pregunta.

-Pensaba... en la gente que he perdido y en lo mucho que me hubiera gustado que mi padre estuviera aquí.-digo con sencillez.

- Lo lamento, no quería deprimirte. Vayámonos de aquí... - dice retrocediendo.

Giro la cabeza sorprendida.

-No, señor... no es culpa suya, ni tampoco del sitio. Es que... bueno, no es algo que vaya a olvidar nunca, me temo que esa tristeza es algo mio. Además, está el hecho de que mi padre no quería que viniera a París. Si le soy sincera, incluso creía no hablaba... sobre mi existencia con nadie.

- A mí me hablo de ti, mucho, a decir verdad. Podía hablar horas, noches, semanas de la pequeña Berenice, la revelde Berenice, la complaciente Berenice, la extravagante Berenice - sonríe, con cierta calidez, finjida o no - De hecho rara vez hablaba conmigo de otra que no fueras tú o el arte, y cuando yo me quejaba él me decía: ¡Ah! Pero es que mi Berenice es arte.

¿Y si tanto hablaba de mi por qué se alejaba tanto de mi lado? ¿Por qué no intentó buscar otra solución a nuestra situación? ¿Por qué... por qué no tuvo un poco más de esperanza en esa parte de mi que tanto amaba...?

-Vaya, entonces debía estar aburrido de mi antes de conocerme.-digo con media sonrisa.- Pero ciertamente, eso no resuelve el misterio que era mi padre y... tampoco creo que merezca que alguien... hable tanto de mi.-Vuelvo a dirigir mi mirada hacia las calles de París, pensativa.

- A mí sí me lo parece...

Le miro.

-Gracias por el halago. Usted ha vivido tanto... ha visto muchas cosas a lo largo de su vida, y, sin embargo, parece que tiene un interés por mi por algo que no... no comprendo. ¿Cuántas mujeres ha debido conocer? No creo que sea ni la más interesante ni la más hermosa.

- Los intereses cambian a lo largo de la vida, y admito que soy una persona caprichosa - responde.

A decir verdad, era algo en lo que ya me había fijado. Lo denota esa ambigüedad suya, que no sabes si te habla en serio o no, y también la facilidad con la que iba a cambiar el día de esa reunión por, asumamoslo, una chiquilla.

-¿Y qué sucederá cuando se aburra de mí? ¿Cuándo no sea lo que espera o... precisamente haga algo demasiado inesperado?

- Depende. No siempre reacciono igual, y las posibilidades que tiene de actuar son muchas. Pero esa la sal de esta vida. ¿No te parece, Berenice? Ahora mismo yo, podría hacer algo inesperado... - se adelante un paso, poniéndote contra la barandilla, que se queja - Podría preguntarte, por ejemplo, qué es eso que Pompignan quiere hablar conmigo, sobre ti y ese Sabbat.

Sonrio. Ciertamente no estoy asustada. Ya he asumido las consecuencias que podrían traer mis decisiones, y ya sé lo que se siente al perderlo todo y sigo de pie. Por otra parte, tampoco estoy haciendo nada malo. Intentar que un Sabbat recupere su lado humano y abandone esa maldita secta sin que este suponga un peligro para la Camarilla... no lo es. Decidí vivir según mi criterio mientras pudiera y lo mantengo. Si no... ¿qué sentido tiene vivir?

-La sal de la vida...En eso estoy de acuerdo con usted... no saber que pasará mañana, vivir el día como si fuera el último... -Tal y como lo hacía en L.A.- Supongo que prefiere oirlo de mis labios que de los suyos, ¿cierto?