La torre y el Príncipe 07/01/10

- No sé por qué. Hiciste lo que fue necesario para sobrevivir. Dime ¿lo harías ahora?

Frunzo el ceño

-Depende de lo que conllevara.

- ¿Qué quieres decir?

-Valoro la vida. Creo que si sobrevives al día siguiente podrás disfrutar aunque sea de un momento de felicidad por el que vale la pena pasar tantas penurias. No solo eso. Hay gente que ha arriesgado mucho por mi vida, y si la tirara a la basura estaria ignorando ese esfuerzo y echando a perder aquello por lo que lucharon en vida. Sin embargo, no sería capaz de sobrevivir a costa de abandonar a otros a los que aprecio, ni de no esforzarme en devolver aquello que me fue dado. Es su legado y no quiero que se pierda.-Me llevo una mano al hombro, recordando.- En el pasado recibí muchas heridas protegiendo a otros, pero fui lo suficientemente lista como para no morir en el intento. No soy una suicida, pero no vivo simplemente por vivir.

Asiente y te observa, sin decir nada.

¿Por qué no dice nada? ¿No sabe que responder, se ha quedado sin palabras o está pensando Dios sabe qué? Apuesto por lo último.

-¿Y usted que opina? ¿Cree que debería sobrevivir a toda costa olvidandome del resto?

- No. Admiro a los supervivientes que a pesar de todo son capaces de desarrollar principios.

-Vaya. Me alegra escuchar eso.

Guarda silencio otro momento.

- ¿Por qué te inquietas cuando no digo nada?

-Porque yo no tengo esa capacidad suya de ver tanto con un gesto. Tal vez pueda hacer... conjeturas, suposiciones... pero no tengo otra manera de conocerle que no sea con las palabras. Ya lo sabe: soy joven, inexperta y con mucho que aprender.

- ¿Pero porque te inquieta no saber lo que piense? No voy a hacerte daño.

Lo pienso un momento.

-Me inquieta no saber el por qué de las cosas. Me inquieta estar pasando algo por alto y equivocarme, y que sea otro el que pague mi error. Me inquieta saberme tan ignorante de todo. Es el problema de la mariposa, se sabe débil pero sigue aleteando, buscando respuestas que quizá ni existan. No es por usted, realmente. Me cuesta relajarme y dejarme llevar: el mundo me ha enseñado... y obligado a permanecer siempre alerta. Supongo que es difícil desprenderse de las viejas costumbres.

Sonrie.

- Eso es una tontería. Si yo quisiera dañarte, o dañar a cualquiera de tu entorno, lo haría de todas formas y no podrías detenerme. Baja la guardia.

Río un poco.

-Cierto. Pero es algo que me sale sin darme cuenta... ya me han comentado que debería relajarme un poco. No crea que no estoy trabajando en ello.

- Bien, probemos. Cierra los ojos.

Está bien. Es lo que he dicho, ¿no? Esta boca va a perderme un día. Cierro los ojos.

Escuchas llos muelles del sofá, y sientes un movimiento. Pero nada más.

Sigo con los ojos cerrados, esperando. Me dirá cuando quiere que los abra, ¿verdad?

Esuchas su voz, en algún punto de la estancia, a tu izquierda. Ya no está sentado.

- ¿Qué es lo que más te ha gustado de la noche, Berenice?

Lo pienso. ¿Qué es lo que más me ha gustado de la noche? La verdad es que me ha gustado todo. La torre, el río, el cielo, la estrella, la cabaña. Que me haya hablado de tantas cosas. Que haya compartido este momento de intimidad conmigo. Lo cierto es que siento que he descubierto una nueva perspectiva de las cosas. Algo que no había visto de la noche. Sonrio.

-El que, gracias a todo lo que ha hecho... haya podido recuperar la esperanza en la noche.

Le notas a tu espalda, le presientes.

- ¿Qué crees que va a pasar ahora, Berenice?

-No estoy segura. Es usted... bastante impredecible.

Notas sus manos sobre tus hombros, y su aliento frío en tu oído.

- Apuesta por algo.

...

-Creo que quiere que esta noche... pase algo más.

- ¿Algo más?