La torre y el Príncipe 07/01/10

Amos no me jodas, puede verlo todo de un gesto y me va a obligar a decirlo...

-Usted mismo me dijo... que quería conquistarme.

- Conquistar, del latín conquistare: Ganar algo mediante un ataque - su mano pasa por delante de tu cuello, sin bajar más allá de lo decente, y llega hasta el hombro contrario, de modo que su brazo envuelve tu cuello, aunque no te haga daño - Pero también: Lograr cautivar el ánimo de alguien - se acomoda a tu espalda, no eres rival para él y lo sabes, no eres, de hecho, nada para él, para el Principe - Asíque, dime, Berenice ¿qué será? ¿Lo primero o lo segundo?

Ahora ha logrado que me tense. Sé perfectamente lo vulnerable que soy y estoy empezándo a hartarme de que no haga más que reafirmármelo. Sé también que si quisiera, me quitaría de enmedio inmediatamente, sin rencores. Pese a todo, sigo con los ojos cerrados y procurando mantenerme en la misma posicion y tranquila. Sin embargo, una parte de mi en mi fuero interno se rebela de estar de esta forma a merced de un hombre. La misma parte que vio a llorar a Lucía por ese hijo de puta. Esa parte que siempre ha tendido a desconfiar de los hombres.

-¿Jugamos de nuevo con las palabras? Bien, permitame jugar a mi también. Ánimo, de latín anima, que quiere decir alma. Cautivar, del latín captivare, que quiere decir capturar, aprisionar, arrebatar la libertad. Sé que quiera lo que quiera, no puedo hacer nada para detenerle. Si lo que quiere es que vea hasta que punto soy vulnerable, tarde: ya me había dado cuenta. Por otra parte, no tengo la sensación de que realmente me esté dando a elegir. Más bien tengo la sensación de que me está acorralando y quiere darme una falsa sensación de libertad para que escoja algo que, sea lo que sea, será lo que usted quiera. Sin embargo, he venido aquí sin resistirme en ningún momento, me he puesto a su merced y he confiado en usted cerrando los ojos. Sigo con ellos cerrados. ¿Qué prefiere, tomarme por la fuerza, someter mi alma o que sea sincero?

Notas su risa a tu espalda.

- En ningún momento he dicho que te diese a elegir, ni te he dado una falsa sensación de libertad. Te he dicho que apostaras por una cosa u otra, y por cierto, no has respondido.

-Bueno...-echaré mano de la lógica.-En teoría, si se ha tomado tantas molestias en esta velada, apostaría más bien por la segunda.

- Y no obstante, podría optar la primera... pero tienes razón, no lo haré.

Te libera, con una suave caricia, y se levanta, separándose de ti.

- Tienes mucho caracter, Berenice. Eso no siempre es bueno, bien podría tu insolencia haberme enervado, y estoy seguro de que no es lo que deseabas... y más sabiendo el juicio que tendremos mañana.

-Creía quería tomarse la noche libre... y que quería dejar ese asunto para mañana. Además, creo que ya tendrá mucha gente alrededor que le diga "si" a todo por ser el príncipe. Sólo quería ser sincera. Pero, si prefiere que sea de otra manera...

Frunce el ceño, curioso.

- ¿Lo harías? ¿Dirías que sí a todo?¿Por ellos?

-No me refería a eso. Me refería a que, tal vez, por una noche querría una palabra sincera, tal vez un poco brusca pero no una simplemente complaciente.-suspiro.- Pero sí. Sería capaz.

- No. Tengo a mil personas besandome los pies. Incluso aunque no quisiseras ceder, podría obligarte a hacerlo, hasta podría obligarte a desearlo. Pero no, no es mi intención. No esta noche - coge la copa y se pone frente a la chimenea, bebiendo un sorbo antes de volverse hacia ti y mirarte de nuevo.

Yo le miro a su vez.

-Sigo pensando que eso es... solitario.

- Sí - admite, y ahoga una sonrisa trsite - lo es.

Entonces alguien llama a la puerta, y el Príncipe revisa su reloj.

- Aún quedan un par de horas para el amanecer, pero si quieres irte ya, Edgar te llevará gustoso.

Me levanto, algo dudosa y dejo la copa.

-No me importaría hacerle compañia un poco más... pero si me coge el amanecer, soy una compañia penosa durante el día y tengo muy mal despertar.

- Como guste - responde, simplemente - La veré mañana, Berenice.

Le miro. Tan viejo, tan poderoso... y sólo. No lo considero mala gente... tal vez demasiado altivo a veces, pero lo cierto es que es una noche que he disfrutado mucho. Y tal vez yo sea la única persona a la que realmente no le interesa... como Príncipe.

-Todavía está en su noche libre, ¿verdad?-Me acerco, con la mirada un poco baja, algo tímida- Yo... no me considero "conquistada" pero... disfruto de su compañia. Antes me ha preguntado que es lo que más me ha gustado de la noche, y la verdad, si tuviera que pensar en cada cosa por separado... no podría decidirme. Yo... quisiera quedarme un poco más con usted, aunque me coja el amanecer aquí... si no le molesta que me revuelva un poco de día.-Le miro a los ojos.- ¿Puedo?

Sonríe un poco. Levemente. Asiente.

- Ve, Edgar, no necesitamos de tus servicios.

Sonrio.

-¿Podría... hablarme un poco más de las estrellas? No sabía que el cielo podía ser tan hermoso.

- Ah, si te ha gustado puede que aprecies esto, ven - dice entrando al cuarto, que sigue oscuro, sólo iluminado por lo que le llega de la chimenea del salón.

Le sigo, con curiosidad.

El cierra la puerta una vez entras y de un suave empujón te echa en la cama, entonces te das cuenta de que algo se descorre en el techo, con un ruido metálico, así se descubre un ventanal, justo sobre la cama, donde perfectamente se ven las estrellas que además son reflejadas al resto de la estancia.

Se me ilumina la cara al verlo, las estrellas, como reflejan su luz y como juega esa luz a mi alrededor.... es... es... no sé, ¿qué palabra podría usar para definirlo? Me siento tan pequeña al observar la infinidad de luces, y sin embargo feliz al verla, poder admirarla, aunque sea desde la humildad de algo tan pequeño.

ÉL se mantiene de pie, y te va indicando cada constelación, las estrellas que la formaron y de donde provienen los nombres, con leyendas de varias ciulturas, hasta que una alarma suena.

- Llega el amanecer - dice -. Despidete de las estrellas, mon cherie.

Pulsa un botón y lentamente el ventanal se cierra, sumiéndoos en la oscuridad.

Me incorporo un poco.

-Gracias por enseñarme todo esto. Ha sido precioso.

Se echa en la cama a tu lado.

- Un placer, señorita Berenice.

-El placer ha sido mio.