La torre y el Príncipe 07/01/10

- No siempre se sabe de donde viene el talento, sólo constato que lo tienes.

-Puede ser, pero no deja de ser una sorpresa.-Alzo la vista hacia el cielo, mirando la luna.-Saber de donde venimos nos ayuda a saber a donde vamos... o mejor dicho, hacia donde decidimos ir. Tengo una eternidad por delante y no sé que hacer con ella, y tampoco tengo donde volver. Tal vez preguntándome tanto sólo busque una respuesta que no va a llegar nunca.

- Eso sólo depende de a dónde quieras ir - responde, arrimándose a ti, también contempla el cielo.

Lucía...

-Ese es el problema. No sé a donde quiero ir. El poder y la política no son cosas que me interesen. El arte se ha convertido en mi vida, pero no me interesa la fama, y de todas formas no he sido capaz de pintar nada desde que murió mi padre. Lo que verdaderamente me impulsaba a seguir día a día... y noche tras noche... era la gente a la que quería. Ellos eran mi verdadero interés, lo que hacía que me esforzara por seguir adelante, por poder conseguir algo bueno para ellos.-Hablo con nostalgia, sin apartar la vista del cielo.- De alguna manera, todo lo que amo se me escurre entre los dedos. -Suspiro.- Perdone... no quería molestarle con mis tribulaciones.

Él no responde, sólo notas como se aleja de ti, y el denso silencio se itnerpone entre vosotros.

Lo sabía. A este hombre solo le interesa pasar un buen rato. Puedo entender que quisiera una noche tranquila, fuera de... asuntos de estados y cosas deprimentes, pero no me puede pedir que sea la alegría de la huerta. Arnold me escuchó. Incluso me dio un abrazo... cuando sabía que Pompignam lo crucificaría. ¿Y dice que es un deshecho...? Qué razón tenía Lucía... en fin, que a mi no me chafa más. Mañana pasará lo que deba pasar, y no estoy aquí para hacer la pelota. No deseo... ir a más con él. Me pongo de pie en la barcaza y me ahueco un poco el pelo, facilitando que el viento juguetee con mi cabellos, aunque el gesto hace que parezca que me estoy quitando algo que me molesta.

-Qué pena, no soy lo que esperaba... en realidad nunca termino de serlo, incluso mi padre se encontraba a veces con que hacia cosas completamente inesperadas.-Le miro. En mis labios hay una sonrisa entre juguetona y divertida.- Dígame, yo acabo de compararle con el río... ¿Con qué me compararía usted?

Él achica los ojos, pero tu juego parece divertirle, y lanza una sonrisa sibilina.

- Si tú me comparas con el río, pues, yo te compararé con la planta a su orilla. Más joven, más inquieta, dependiente del río, y frágil, pues con un sólo desbordamiento acabaría ahogada. No obstante allí está, temeraría, creciendo a la vera y, de momento, intacta.

-Caaaasi. Bastante acertado, pero no era en lo que yo estaba pensando.-Digo sin perder la sonrisa.

- Bien... ¿Con qué te compararías tú?

-Con una mariposa. Y no, no porque sea bonita. La comparación con la planta es bastante acertada, pero... la planta ha crecido tan cerca del río porque así lo ha querido, y simplemente está ahí, quieta, alimentándose sin aportar nada, y sin querer hacerlo, aparentemente. Es el lugar más seguro si quiere crecer más, si... pero el riesgo es morir ahogada, y sólo crece por crecer. La mariposa sin embargo, se mueve. Va de flor en flor, y toma algo de cada una de ellas, pero también les da algo a cambio. Busca lo bello de esas flores, les ayuda a florecer, pero no se acerca a lo que es obvio que ni con su ayuda se puede arreglar. Es inocente, y se arriesga, pero no lo hace por hacer. Por otra parte, aunque coge algo de la flor, no lo hace con avaricia, solo lo justo para vivir, y siempre está pendiente de que a las flores les vaya bien. Y es muy curiosa... al principio no era más que un pequeño gusano, que por no querer quedarse quieto y sin que su existencia sirviera de nada, echó a volar. Por otra parte, una mariposa es aún más frágil que la planta que crece en el río. La planta necesita que el río se desborde, a la mariposa le vale con una gota de agua que moje sus alas. Con un simple toquecito puedes quitarle el polvo que recubre sus alas y ya no podrá volar nunca más. Y sin embargo, pese a ello, seguirá agitando sus alas. Y si se las arrancas, moverá sus patitas, porque aún sigue viva y quiere avanzar. Sólo que ya no sabrá como hacerlo. Querrá... hacer lo correcto, aunque sepa que es tan débil. Pero pequeña e inexperta, se equivocará... pues aunque pueda volar.-miro hacia el cielo y extiendo ligeramente hacia él.- no puede llegar al cielo. Nació ligada al suelo, y en el suelo se quedará, aunque ya no sea un gusano. Conoce su debilidad, pero sigue adelante. No sabe cuál es el camino que debe seguir, pero no dejará que el miedo la pare, porque unas flores la estarán esperando en alguna parte. Y se acercará al río, no para alimentarse de él, si no para hacerle compañia y tratar de devolverle algo de lo que le ha dado a las flores que ha estado buscando, ya que era quién estaba cuidándolas. Incluso aunque eso signifique no poder volar nunca más, sólo por que el río la mojó.-Le miro. Sé hasta que punto soy frágil. Sé hasta que punto me lo pueden quitar todo. Pero quiero seguir adelante y encontrar mi sitio. Y quiero hacer algo por lo que mi existencia haya merecido la pena, pero no quiero herir ni destruir lo que otros han construido, lo que otros han cuidado y protegido.

El te mira, con altiva curiosidad.

- Y finalmente, de un modo u otro, con metaforas y símiles, terminaremos hablando de lo mismo ¿no es cierto? - suspira - Las mariposas no pueden cargar con piedras, mon cherie, porque se hunden. Y no es culpa del río, ni que la piedra caiga, ni que la obstinada mariposa se aferre a ella ni que las flores que libaba se vean salpicadas. El río sólo está ahí, como lo estaba hace un siglo, un milenio. Está ahi, incondicional, es la mariposa quien intenta ir contra natura, contra lo que ha prevalecido durante tanto tiempo, que estuvo antes que ella y estará cuando se marche. El río ni puede, ni debe, ni tiene porqué hacerse a un lado para que la mariposa no se hunda, con todo lo que ello implica.

Rio.

-Me ha entendido mal. Si el río decide undir a la mariposa porque así protege al resto, la mariposa lo aceptará, porque es lo mejor para todos. Pero intentará ayudar a los que tienen alredededor, por qué... es así, porque tal vez la mariposa nunca debió cruzarse en su camino y es su única forma de disculparse. De todas formas, el problema de la mariposa es que es una existencia muy pequeña. No es capaz de ver lo grande que es el mundo porque no puede volar hasta el cielo... no sabe como hacerlo. Sólo ve lo que tiene delante, y aún tiene demasiado reciente el recuerdo de haber sido un gusano.-Sonrio con media sonrisa.- De todas formas, es usted el que quería conocerme mejor y pensé que esta era una forma original y una manera de tratar de resumir lo que soy, la verdad, no quería meter el asunto de mañana. De todas formas, parece que soy una mariposa tan estúpida como la que se enamoró de Cleome. No supe ver la realidad de la flor y me he esforzado por hacer lo correcto. Mi padré le habló mucho de mí, sabe por qué me abrazó. Y también quería decirle que si estoy aquí... no es porque usted sea el príncipe. Cuando acepté en primer lugar no pensé ni en beneficios ni en los problemas que podría acarrearme. No pensé en su posición en París. Solo cuando pensaba en como alguien tan importante quería conocerme.

- Así que no te importa hundirte ¿Verdad? - el Príncipe sonríe, levantando una ceja, una sonrisa divertida, pero serena, la sonrisa de un pícaro, no de un soberano.

Por fin, llegais a un embarcadero minúsculo, y Villon te ayuda a bajar de la barca. No ha mirado al humnano, que se retira discretamente, ni una sola vez.

- Ahora, debemos andar un poco, sólo poco más, querida, y estaremos a solas para disfrutar la noche.

Algo me dice que por fin he visto algo del auténtico Villón, y no simplemente del Príncipe.

-Vaya, ¿no la estabamos disfrutando hasta ahora?

- Ah, pero no debidamente, señorita - responde.

Pasais por unas escaleras de madera subiendo el montecito, estais justo a las afueras, en un terreno privado.

Cuando llegais a lo alto, lejos de la contaminación lumínica, podeis ver la noche estrellada. El Príncipe mira su reloj de bolsillo por un instante.

Miro el cielo, maravillada. Nunca había visto tantas estrellas... ni en L.A ni en San Francisco... Sin embargo si capto el movimiento del Príncipe.

-¿Tiene prisa, señor?

- No pero... dentro de un instante... - busca alguna estrella en concreto, se situa, se vuelve un poco hacia el Noreste y te coloca frente a él, mirando en esa dirección -. Deberíamos ver un destello rojo... - espera unos siete segundos - ...Ahora.

Efectivamente, un destillo rojo atraviesa velozmente el firmamento, pasando en su camino por el naranja, el amarillo y muriendo y desvaneciéndose en blanco.

Increible. Abro mucho los ojos, sorprendida y maravillada. Veo como la luz viaja por el firmamento, cómo cambia de color y después se pierde...

-Qué maravilla...-susurro, sorprendida y maravillada, algo tímida por no creerme lo que acabo de ver.

- Es una lástima que no haya una lluvia de meteorito con Metano, el azul intenso no desentona tanto con la oscuridad de la noche.

-Seguro que es precioso, pero... no me quejo. No es algo que vea todas las noches.

- De hecho, pasa a menudo, sólo que hay que saber dónde mirar.

-Temo que no soy una experta en eso.-Miro el cielo, salpicado de estrellas. ¿Cómo siendo un vampiro nunca he visto la noche así?.- A decir verdad, ni tan siquiera había visto antes un cielo tan estrellado.

- Antaño fue una afición muy mía, que ocupaba gran parte de mi tiempo.

-Una afición preciosa... Todas esas estrellas salpicando el cielo nocturno... Nunca me ha gustado ese color anaranjado que presenta el cielo en la ciudad. Siempre me ha parecido una mala parodia de lo que sería la luz del día, sin que se pudiera ver lo que hay más allá... casi como queriendo confundir ambas, la noche y el día, sin poder ver lo que es en realidad la noche.-Sonrio con calidez.- Es increible pensar que incluso en esa inmensa oscuridad del cielo brillan tantas luces...

- Nada mejor que estudiar algo infinito si dispones de la eternidad ¿No te parece? - luego vuelve en si - Sigamos, por favor.

Comienza a bajar por la colina, por el lado contrario, mediante otra escalera de madera, firme. Abajo puedes ver una cabaña, con una luz amarillento saliendo por la ventana.