La torre y el Príncipe 07/01/10

-Nada. Absolutamente nada, por eso se lo estoy suplicando. No puedo hacer nada más.-Me arrodillo ante él y apoyo mi frente contra el suelo.- Por favor, no les haga daño por culpa de la mala cabeza de esta chiquilla ingenua. Por favor señor... sólo era un niño, otra víctima más de la locura del Sabbat y no fui capaz de quedarme quieta... no fui capaz de dejar que lo mataran, no fui capaz de soportar más muertes, por favor... por favor...

Le oyes chasquear la lengua, contrariado.

- Ni siquiera por un día puedo... - oyes la malla enrejada, cuando se apoya en ella. Luego se vuelve a ti. Tarda un buen rato en hablar - ¿Desde hace cuanto lo encubrís?

-Desde año nuevo, señor.

- Una semana... es todo lo que ha durado... antes de que os descubriera. Mentirosos. Traidores

-Lo siento señor. De verdad que lo siento. Pero de verdad creía que podría hacer de ese niño un hombre y un miembro útil de la Camarilla... darle la oportunidad... que me dio mi padre.-Siento como me resbala una lágrima, pero dudo que en esa posición pueda verla, lo cual lo prefiero.- La oportunidad de vivir... y hacer algo bueno con mi vida. Pero no hago más que fallar... una y otra vez... de verdad que no quiero causar tantos problemas... y menos a la gente que tanto a hecho por mi... sólo quiero ser la digna hija de mi padre y... no quería molestar a su amigo que además es Príncipe, que bastante tiene ya con lo que tiene...-Cierro los ojos con fuerza. No voy a llorar.- Lo siento... lo siento.... lo siento...

Se acerca a ti.

- Levanta - ordena.

Me levanto, como dice, con la cabeza gacha.

- Todos mereceis un severo castigo. Cada cual por vuestros propios crímenes.

-¿No hay nada que yo pueda hacer para remediar esto? Estoy dispuesta a lo que sea señor.-susurro, aún con la cabeza gacha.

Chasquea la lengua, contrariado de nuevo, y añade algo en un idioma que desconoces antes de volver al francés.

- Yo sólo quería una noche contigo, acompañarte, conocerte, quizás incluso cortejarte. Ahora no vale nada esta velada, se ha manchado con vuestros errores que me veré obligado a castigar, cuando sólo quería unas horas de calma y... Mejor dicho, soy el Príncipe, y voy a disfrutar de ese descanso. Esta noche, la pasaremos como si nada hubiese sucedido, y mañana os juzgaré como vea oportuno - da por zanjado (de momento) el asunto, a ojos vista contrariado por todo eso.

-Lo siento. De veras que lo siento. Yo también... sólo quería conocer al amigo de mi padre. En realidad llevo pensando en eso desde que nos conocimos... Pero desde que estoy aquí en París han pasado demasiadas cosas... para las que no estaba preparada.-Me froto un brazo.- Nunca había tenido tanto contacto con otros Vástagos y con este mundo, en realidad y no... no he sabido reaccionar. De veras no quería fastidiarle la noche.

- Olvídalo. Mañana lo hablaremos. Esta noche no - dice, pensativo. Aún parece contrariado, pero ya no tanto, cuando añade - Vamos, tengo más sitios que mostrarte.

-Sí señor. Le sigo.

Te lleva a pasear por la orilla del río, hasta que en un momento dado os recoge una barca, pequeña. Avanzais por las aguas tranquilo, que os blancean, mientras un remero os impulsa por el cauce del río.

Observo las tranquilas aguas del río. ¿Ha preparado todo esto... para mi? No me lo merezco. Por Dios, padre, ¿qué fue lo que le contaste? Ojala estuvieras aquí. ¿En serio creías que me ibas a poder mantener oculta toda la eternidad? Más tarde o más temprano me hubiera sentido en la necesidad de conocer otros Vástagos. Hubiera sido mejor si me hubieras guiado en este mal trago. Hubiera sido mejor que confiaras en mi. Aunque claro... tal vez no merezca que nadie confie en mi. No hago más que traer problemas. No sé que decir ni que hacer, no puedo hablar del tema, pero tampoco sé que hacer para recuperar la atmósfera perdida. Vaya desastre...

A pesar de sus años y su experiencia, parece en una situación similar a la tuya. El momento, se ha echado a perder, sólo que él no parece resignarse a ello.

- Adoro este río, estaba aquí ya cuando yo era un niño. Llegué a bañarme en sus aguas... aunque ya no son tan límpidas como antes... - dice, nostálgico.

Sigo mirando las aguas. Ciertamente yo no me bañaria, aunque bien mirado, nosotros no corremos el riesgo de coger una enfermedad o averigua tu qué.

-Debe ser... extraño. Ver como todo cambia a tu alrededor mientras tu sigues igual, o tal vez... perdiendo algo de ti con el paso de los años. Mirarte al espejo, verte igual y sin embargo no reconocerte...

- No cambias por fuera, pero indudablemente cambias por dentro - seguís avanzando por el río, con calma -. Pierdes, ganas, das, recibes... Como en la vida mortal

-La pregunta sería, en todo caso, si merece lo que ganas por lo que pierdes, y si eres capaz de devolver lo que recibes. Y sobre todo... si eres capaz de levantarte cuando caes. De todas formas, debe ser maravilloso tener un sitio que amas al que puedas regresar.

-Bueno, yo solo conozco de París lo que me contó mi padre... y parecía enamorado de esta ciudad.-meto ligeramente la mano en el agua. Sonrio.-Supongo que si tanto le gusta este río, es porque se parece a usted.

- ¿A mí? - pregunta, curioso, instándote a explicarte.

-Sí. Ha pasado mucho tiempo, y aunque tal vez haya cambiado, sigue siendo el mismo río. Ha tenido que adaptarse a los cambios a su alrededor, ha pasado de estar en mitad de un campo a estar en una gran ciudad, pero sigue llendo por el mismo cauce, recorriendo el lugar que ha elegido para recorrer, aunque las cosas no sean como recuerde. Por otra parte... ¿quién controla un río? Un año puede venir con más fuerza, otro año puede venir con menos agua. Nadie puede decidir por un río. Y nadie sabe lo que puede haber en sus profundidades, resultando este el mayor misterio que se puede apreciar mirando su superficie. ¿Qué ha visto en todos estos años? ¿que secretos guardan sus aguas, que puede haber sentido todos estos años, que buscan recorriendo este camino una y otra vez? Y sin embargo permanece aquí... lo suficiente estable, para quién quiera mirar, aunque no se sepa lo que pasa en lo más profundo.

- Vaya, así que la poética filosofía tambien recorre tus venas... tenía razón tu padre, eres puro arte, Berenice.

Le miro, con una sonrisa cansada en los labios.

-En otras circunstancias diría que va a conseguir sonrojarme...-eso obvio que ahora eso no es posible.- Sin embargo todo esto no sé de donde me viene.