La torre y el Príncipe 07/01/10

Miro la cabaña con curiosidad. Ha sido una noche llena de sorpresas, ¿qué será lo siguiente?

- ¿Cómo llevas tu capacidad para mantenerte calmada frente al fuego? - pregunta antes de que llegueis.

-Pues... puedo aguantar delante de una chimenea...-digo recordando la chimenea que hay en casa de Antón.- pero no es algo que haya puesto a prueba...

Te quiero, padre. Joder, ¿donde pretenderá meterme?

- Ah, bien, es que algunas personas son especialmente sensibles - abre la puerta de la cabaña.

Tiene un pequeño salón (con chimenea), una pequeña habitación y un porche. Todo parece preparado, incluso la sangre sobre la mesa baja del salón está caliente, y el fuego bien vivo.

Entro, mirando el interior.

-Que acogedor...

- Mi pequeño refugio.... me gusta venir aquí a menudo - te acerca una copa y te ofrece sentarte en el sofá.

Acepto la copa y me siento.

-No me extraña... es encantador y está en un lugar muy tranquilo.

Se sienta.

- Habrás observado que no estoy siempre en el Eliseo. Este lugar me apasiona, su calma... es maravillosa.

Cierro los ojos un momento, escuchando el crepitar del fuego, la quietud de la noche. Y por primera vez desde que llegué a París me siento tranquila. He de admitir que me recuerda un poco a mi refugio, un ático que está en una zona muy tranquila y con una bonita vista. Me encantaba sentarme en el alféizar de la ventana las últimas horas antes del amanecer, cuando todo el mundo dormía y todo estaba en una deliciosa quietud. Era algo solitario, también. A esas hora Lucía dormía. Aunque pasaba la mayor parte de la noche a mi lado, la "obligaba" a dormir algo por la noche para que al menos parte del día estuviera despierta y pudiera disfrutar de la luz del sol. Tampoco estaba mi padre. Así que en ese momento, ahí estaba yo, tratando de fundirme con esa quietud para tapar ese agujero que dejaba mi padre, sin nadie con quien compartir aquellos momentos en los que, verdaderamente, deseaba a alguien como yo a mi lado. Lucía era una buena compañia, pero era humana, y había cosas que, aunque se las explicara, no podía compartir con ella.
Abro los ojos con una sonrisa tranquila.

-Sí... tiene razón.

Él bebe de su copa y luego la deja sobre la mesa baja, a contraluz con la chimenea.

Vuelve a apoyarse en el sofá y te mira, sin decir nada.

Bebo un poco de la copa (casi me había olvidado de ella) y también le miro, sin saber que decir o hacer. Sigo sin saber que busca en mí...(¿qué buscaba mi padre?) Sin embargo, debe de tratarse de algo profundo. Puedo entender que conquiste a mujeres con lo de la torre, pero lo del rio, la estrella y, definitivamente, este refugio, me parece demasiado personal como para compartirlo con cualquier vampiresa que, probablemente, trate de sacar provecho de esto en la corte. Sin embargo, sigo sin entender que puedo tener yo de especial para que tanta gente se haya tomado tantas molestias por mi (Lucía, mi padre, Arnold, Basile, Curtis, Antón, el Príncipe) y ni tan siquiera estoy segura sobre lo que le contó mi padre. No creo que le contara todo sobre mi, o si no probablemente no estaría aquí. Así me quedo, mirando al Príncipe, a Villón, en silencio.

- Un penique por tus pensamientos - dice.

Dudo un poco antes de decir.

-Este sitio... no se lo enseña a cualquiera, ¿verdad?

Él lo recorre con la mirada un momento.

- No, no lo enseño.

-Entonces... ¿por qué me lo enseña a mi de entre todos los vástagos que hay en parís?

- Porque quiero conquistarte - responde, con sencillez.

Oh, mierda.

-Señor, yo....-Pero no lo entiendo, ¿por qué?- Señor, ¿qué fue lo que le contó mi Padre de mí?

- ¿Crees que es por lo que tu padre me contara? Ahora te tengo frente a mi, no necesito que nadie me siga cómo eres.

-Pero... ¿con una noche le basta? ¿Ya sabe todo lo que soy?

No puedo evitar pensar que en el fondo si siendo ese chico que solo buscaba un momento de alegría, rebelde, descarado y con un carácter muy fuerte. Independiente, protector con los suyos y que buscaba hacer las cosas a su manera. No puedo ser... no puedo ser lo que busca un Príncipe. El Príncipe que se enamora del mendigo... esot está bien para un libro pero... por Dios, esto es la vida real. ¿qué pasa aquí?

- Ya soy viejo, y de cada gesto que haces, yo saco cien conclusiones; de cada palabra, cien conversaciones; imagina lo que saco de una noche.

-Yo... yo soy joven y no...-bajo la mirada, mordiendome ligeramente el labio inferior.- no entiendo muchas cosas. Para mi el mundo es un misterio, así como sus gentes... y quiero comprenderle, pero...-Alzo la vista.- ¿qué puede ver en mi alguien que ha visto tanto? Y por otra parte, tampoco tengo nada que ofrecerle.

Él frunce el ceño.

-¿Por qué te menosprecias tanto? Que tus padres te abandonaran no implica que seas algo despreciable, si no que ellos no tenían la capacidad de ver la maravilla que tenían delante. Y si vas a responderme que la muerte de los que te han rodeado corrobora la idea de que no sirves ni para proteger a los que aprecias déjame decirte que sólo es consecuencia de la mucha falta de honor que hay en el mundo, que hay desde hace décadas, nada que tenga que ver contigo. Lo que puedes ofrecerme, o no, lo veo yo mismo, y a estas alturas deberías confiar más en mi criterio que en el tuyo, chiquilla.

Abro los ojos, sorprendida.

-Entonces... lo sabe.-padre, no te lo conté para que lo airearas, joder, contarlo es decisión mía, no tuya.-Ahora si que me tiene sorprendida. Un Príncipe quiere conquistar a quien no era más que un perro callejero.

-Engañar no es la palabra. Si me lo hubiera preguntado se lo hubiera contado, y si no se lo he contado por mi misma es porque pensaba que o le aburriría o no le interesaría o no era adecuado. En realidad, con la actitud de mi Padre me sobraba para ver que no era algo que se apreciara en este ambito. Ni siquiera mi padre: me basta con recordar como nos miraban si saliamos del barrio. Soy lo que soy, no lo niego, pero tampoco voy pavoneandome de ello.