Sesenta y un días después (16/01/10)

-Cuando tengas tiempo... no hay prisa.

Sonrio un poco.

-Venga, vamos arriba, tu chica te está esperando.

- Bien, estate preparado mañana, después del anochecer - dice, antes de subir.

-Dispuesto y listo.

Subo también... no tengo nada que hacer abajo.

Tengo muchas cosas que hacer... y atado de manos.

Él entra en e cuarto con ella. Parecen necesitar algo de privacidad.

Voy con Emile a nuestro cuarto... y suspiro.

-... Dime que no lo he estropeado más, cariño... -me froto los ojos.

- ¿Estropearlo?

- Bueno... ya sabes cómo es... Pero ha mejorado mucho desde que está aquí. Has sido muy beneficioso para ella.

Sonrio.

-... Confio en que Antón sabrá arreglarlo.

Me acerco a Emile, rodeándola por la cintura, y la beso, mientras una de mis manos se posa en una de sus nalgas y la acaricia.

-Te quiero, mi vida.

Te besa con pasión.

- Y yo a ti... eres una gran persona.

-Sacas lo mejor de mí.

La pego hacia mí, mientras la vuelvo a besar otra vez.

-¿Qué te apetece hacer, cielo?

- Pues... quería... insistir en un tema... no quiero seguir sintiendo que estamos separados por un muro, en mundos distintos, cielo...

Entiendo.

-... ¿Convertirte?

Acaricio su mejilla.

-Cariño, no estamos en mundos distintos. Estás aquí conmigo para siempre. Humana o vampira, no me alejaré de tu lado.

- Pero quiero ir contigo donde vas... me siento una carga.

Ir... conmigo a donde voy.

Mi boca desciende y empieza a besarla a la altura del cuello... Dios... casi lo deseo tanto como ella...

-... Si te convierto ahora... moriremos los dos... y yo te quiero demasiado como para condenarte.

... ¿Cómo lo hago?... ¿cómo lo hago para obtener el permiso?... lo único que se me ocurre es... suplicar a Villón... y dudo que me lo conceda.

-... Haré todo lo que esté en mi mano para que sea lo antes posible.

- Hazlo ya... - pide, suplicante, temblando ante tu contacto.

... Todo se puede arreglar... ella acabará siéndolo... no hago mal a nadie...

Me mantengo abrazado a ella... con la cabeza al lado de la suya, mirando su cuello, la arteria bajo la piel, por donde fluye la sangre directa desde su corazón que bombea con fuerza... Quiero hacerlo, quiero convertirla, que esté conmigo para la eternidad...

Pero la realidad... siempre una perra ramera, golpeando con la evidencia, me dice que si lo hago, no sólo moriremos nosotros... nos acabarían siguiendo Antón, Claire, Basile... todos los de la casa.

La estrecho entre mis brazos con firmeza... la angustia se me acumula en los ojos, a punto de lagrimear.

-... Lo siento...

- No lo sientas... Hazlo... A veces... más vale pedir perdón que permiso...

-... Maldita sea, ¿quieres escucharme? -digo mirandola a los ojos, con ambas manos en sus hombros, con los ojos a punto de llorar-. ¿No te das cuenta de que si te abrazo, no habrá perdón que valga? Un Abrazo sin permiso se pena con la muerte de ambos.

Ella te escucha y baja la vista, luego la cabeza, y después deja caer los brazos.

Te abraza, debilmente... parece deprimida.

Empiezo a besarla a la altura del cuello... acariciando su espalda.

-... Nunca serás una carga para mí... jamás te he visto así... por favor, sé paciente.

No responde, sólo se queda ahí.

La cojo... y con cuidado la dejo en la cama.

-Cariño... no te deprimas... estoy contigo -la cojo de una mano.

No puedo evitarlo... por mi mejilla resvala una lágrima.