De regreso a mi "sire" (7/12/09)

Confio en Antón... Tiene que estar pensando en algo.

-... Lo siento, Raul... Esto no debería acabar así.

Empiezo a caminar...

-Seguiré intentándolo.

Voy a buscar a Antón.

Antón está saliendo de unas puertas dobles que dan al Hall, debajo de las escaleras y al lado de la sala de música.

- Tiene quince minutos, ve reuniendo a todos para la ejecución - le dice a uno d elos ghouls.

- ... ¿Todos, señor?

- Sí, todos... sin excepción - responde ANtón, autoritario.

Me acerco a Antón.

-... Confio en tí, padre.

- Haré lo que es preciso, tenlo por seguro - dice con serenidad y dureza, pero con un rastro humano en sus ojos.

- ¿Qué va a pasar? - te pregunt Emile acercándose a ti.

¿Cómo decir a la chica a la que quieres que no está en mis manos la vida de ese hombre? ¿Que tal vez está condenado por la bestia que tortura a su señor?

Soy el responsable... Y ya no sé lo que hacer para detener esto.

-... No tienes por qué verlo...

- Que venga - dice Antón.

Me giro a Antón... No era una orden a las malas, pero tampoco una invitación.

-... Carlo... La muerte es la voz de la Bestia... no deberías hacerle caso... -le digo, sin saber qué más decir-... Confio en tí... de tí depende.

- No, no confías, pero deberías. Vamos. - te invita a pasar a la sala.

Antón no estaba en lo cierto. Confiaba en él... aunque tuviese miedo.

Cojo la mano de Emile suavemente... es evidente mi tristeza cuando la miro.

-Vamos...

Entrais a la sala de actos, como un teatro en pequeño. En los andamios mas altos de la parte del escenarios hay colgada una soga corta, y bajo ella una trampilla. Al rato, unos ghoul suben hasta alli a Raul, que aguanta con resignación.

- Dios mio, Curtis... - dice Emile, consternada.

Las palabras de Emile se clavaban en mí como cuchillas. No pude contestarle. Miré a Raúl, sin saber que hacer.

Después miré a Antón. Con mirada suplicante, negé con la cabeza.

Anton se inclina discretamente hacia ti.

- Ahora veremos lo que confias en mi y lo que me respetas... Si te opones a mi autoridad mucha gente morirá esta noche.

No es una amenaza, a él no le importa. Luego regresa a su posición, imperterrito, completamente dueño de la situación, tenga en cuenta o no lo que le dijiste.

A Raúl le ponen la soga al cuello. Todos los ghouls están sumidos en un sepulcral silencio, solo la esposa de Raul suplica entre sollozos por el amor de Dios y por el alma de su marido.

Aferro la mano de Emile, con más fuerza, sin hacerle daño. Esperando un milagro.

Si las palabras de Emile eran como cuchillas, los sollozos de la mujer de Raul me queman por dentro... pero hago caso a lo que Antón dice.

Mantengo mi atención en los tres. En Antón, en Raúl y su mujer.

*Dios... interfiere de alguna forma, por lo que más quieras. No dejes que muera.*

La soga es bien puesta sobre su cuello, y se lee la sentencia.

- Por desobedecer las órdenes de tu amo y señor, seras condenado a colgar del cuello hasta la muerte. ¿Tienes algo que decir? - dice uno de los ghouls, protocolariamente.

- Qu fuí un cobarde, y lo lamento.

Antón sigue imperturbable.

Al contrario de como suele ocurrir, que se abre la trampilla y el condenado cae a plomo, rompiéndosele comunmente el cuello en una muerte rápida, esta trampilla se abre lentamente, haciendo que se escurra, hasta que pierde pie y queda colgado del cuello, debatiendose agonizante.

Me acerco a la mujer, y me aseguro de sujetarla.

Por favor... Antón... reacciona...

No puedo dejar de mirar a Antón y a Raúl. Una lágrima roja cae por mi mejilla. Mi cuerpo tiembla... conteniendo a la muchacha y a mi mismo para que no ocurra nada.

*Señor... haz algo...*

Entre los espasmos, se tambaléa de un lado a otro, mientras la mujer se deja de debatirse en tus brazos para llorar, desesperada. Emile se tapa la cara, incapaz de ver eso. Y entonces la cuerda se rompe, como si Dios hubiese oido tus plegarias, y el hombre cae a plomo al suelo, llevandose un golpe que, de ser mortal, seguro le habría matado. La mujer se deshacee de tu sujección mientras aún estás sorprendido, y va hasta él para aflojar el nudo.

Raúl tose en el suelo, sangrando.

- Maldita sea - dice Antón, al parecer, incrédulo - Poned otra soga y acabemos de una vez...

- Por el amor de Dios, mi señor, es suficiente, lo ha entendido, todos lo hemos entendido ¡Piedad! - suplica su mujer.

Tengo la intención de dar un paso hacia Antón... pero me detengo. Tengo fe en él... confio en él...

-... Padre... -digo, con la cabeza baja, sin saber que hacer... mi rostro es suplicante, pero nunca lo será tanto como la de ella...

- Bah, está bien... si el destino quiere darle otra oportunidad no sere yo quien se la niegue - responde, con cierta indiferencia - sacadlo de mi presecia.

Dios mio... gracias...

Le miro, con esperanza renovada en sus ojos... Entonces lo entiendo... Sé por qué la cuerda se ha roto.

Queda humanidad en él.

Camino hacia el ghoul y su mujer, tratando de ayudarle para que se levante, con una breve sonrisa en la boca.

-... Parece que los milagros existen.

Los ghouls parecen encontrarse ahora mucho mejor, como si hubiesen rejuvenecido.

- Gracias, señor, gracias, amo - le dice a Antón, que esta a tu espalda. Luego se lleva a su marido para darle los cuidados adecuados.

Me doy la vuelta despacio, y aparto con un gesto la sangre de mi mejilla, mientras sonrio un poco a Antón.

Puto diablo... sabe quedar bien...

- Creo que tenéis que marcharos - dice cabeceando hacia Emile, que está palida como una hoja de papel.

-Tienes razón... -digo, recobrando la compostura. Después me acerco a él y le susurro-... Si quieres... ven mañana. Mi casa es tu casa.

- Lo haré - responde.

Asiento con la cabeza, y voy a donde está Emile.

-Nos vamos, cariño -digo, habiendo recuperado la tranquilidad.