Haciendome a la idea 15/12/09

- Moralista... - dice como si te regañara -. Se te ha acabado el tiempo - avisa al joven, dando un paso al frente.

-¿Qué pretende hacer?-Digo dando yo otro.-Lo necesito vivo, recuerde. Y en cuanto a moralista... eso si que me hace gracia.-Digo sin evitar una sonrisa. ¿Yo, moralista con la vida que llevé? Eso es gracioso...

- ¿Quién ha dicho que vaya a matarle? - dice - Dentro de un par de días podrá correr... voy a ahorrarme la molestia de comprar otra cadena.

-Perderá sangre y eso no me viene bien. Además, sin comer no estará como para correr la maratón que digamos.-Me acerco al chico. Le cojo de la camisa.- Y tú, harás lo que yo te diga. Te he salvado una vez, pero si me das motivos no lo haré una segunda. Me juego mi vida y la de mi padre, y no antepondré la suya a la tuya, ¿comprendes? Y aunque sea algo que odie, si hace falta lo haré yo misma, ¿entendido?

El joven asiente repetidas veces, muerto de miedo.

- Vaya, en el fondo tienes caracter... está bien, me ha gustado... - se acerca a la salida y, cuando pasa a vuestro lado, lanza un gruñido que asusta al chico tanto que se le doblan las piernas. Arnold no puede contener una risita - ¿Vamos abajo?

-Como quiera.-Le dirijo una mirada al chico.-Aquí no tiene por qué pasar nada si te portas bien, ¿de acuerdo?-Después, sigo a Arnold.

- ¿No te interesaría formar parte del Sabbat? - suelta de pronto.

-¡¿Qué?!-Suelto- ¿Qué le hace pensar que pueda pertenecer al Sabbat? ¡Ayer casi consigo que me maten por salvar a un "zumo"!

- Bolsa de zumo - te corrige - El zumo es la sangre... Pues tienes madera de Sabbat... sólo te hace falta curtirte un poco.

-No sé si tomarme eso como un cumplido o no... ¿en qué tengo yo madera de Sabbat?

- Se te ve en los ojos - responde - Por cierto ¿Quieres ver los cuadros nunca vistos de tu padre?

-Yo...-me quedo sin saber responder a eso.- Vale, sí, quiero verlos. Tal vez por fin entienda por qué tanto secretismo y el por qué de todo lo que ha pasado.

Él te guía hasta el garaje, donde los tienen guardados. En cuanto los ves te quedas de piedra. Escenas de violencia, entre vástagos, masacres de humanos, juicios con sentencias de muerte, macabras ejecuciones, genocidios de pueblos enteros, reflejados en varias épocas.

De alguna forma, se parecen a tus novelas gráficas.

No puede ser. Es imposible... mi padre odia esto. Mis piernas empiezan a temblar, no sé si me sostendrán durante mucho tiempo. No... no puede ser...

-Estos cuadros... no puede ser... no pueden ser suyos...

- Están firmados... - se fija en ti - ¿Estás bien?

Todo ese rollo de la belleza. Todas las broncas debido a que yo necesitaba sacar todo eso de la cabeza, de alguna manera. Me ha engañado. Me ha engañado, me ha mentido. Nunca ha confiado en mí. Mi antigua familia sería un desastre en muchos sentidos, pero confiabamos los unos en los otros. Esa confianza era lo único que necesitabamos para seguir adelante. Y ¿ahora qué tengo? nada. Me he metido en un lío monumental por alguien que no confia en mi. Noto como la furia bulle en mi interior junto con algo más. Algo que reconozco de mi abrazo. Intento contenerlo, como puedo. Mis piernas dejan de temblar.

-Necesito... hablar con él... AHORA.-Digo, tratando de contenerme por todos los medios. No puedo decirlo de otra manera.

Él sonríe un poco al verte así.

- Sí, claro... ven conmigo.

Cuando te lleva hasta él, le ves echado en una cama, encadenado, débil, pero completamente lúcido. En cuanto te ve nota que ocurre algo.

- ¿Que pasa? ¿Qué te han hecho?

-No, que me has hecho TÚ. He visto los cuadros, ¿me lo puedes explicar?

- No debiste ver eso... - cierra un momento los ojos - Ven, hija, siéntate a mi lado... te lo explicaré

-Deja de llamarme hija. Y no me voy a sentar, me lo explicas desde ahí.

Oye suna risita de Arnold por detras.

- Todos llevamos ese monstruo... es Bestia... dentro... necesitamos... desahogarnos a veces... en nuestro caso pintando... pero es algo en lo que no debemos... regodearnos... o acabaremos como... ellos - señala a los Sabbat - Hay que ocultarlos, no vanagloriarnos por ellos, y tratar de olvidarlos.

Empiezo a andar despacio por la habitación. No puedo quedarme quieta.

-¿Sabe qué es lo que más me jode, "padre"?-lo digo como si fuera un insulto. Mi lengua es afilada y mordaz- No es el hecho de que me haya tratado de vergüenza para abajo por mis trabajos, o que usted mismo haya hecho algo parecido. Lo comprendo perfectamente. Lo que no soporto es que no haya confiado en mí. Nunca. ¿Para que me recogió, si se puede saberse? ¿Para tratarme como un precioso cisne enjaulado, olvidándose de que antes era un pato de plumas negras?

- Eso es la Camarilla, encanto... - dice la Tzimisce, que ha venido a contemplar el espectáculo desde la puerta -. Antiguos engañando a sus chiquillos para jugar con ellos.

- Hija, la única razón para no querer que vieses esos cuadros era para que no empeoraras... era

- Por tu bien - dicen al unísono Arnold y la Tzimisce, completando su frase. Luego se echan a reir.

-No empeorara. Por mi bien. Cuando pinto no se trata solo de lo que tengo dentro, si no de lo que hay fuera. Me crié en uno de los peores barrios de Los Ángeles, ¿recuerdas? ¡Sé cual es la maldita realidad! ¡Se que no hay que negarla, pues sino esta te alcanza y te mata! Y mis camaradas también lo sabían, y como realmente me querían y confiaban en mi, y deseaban mi bien, nunca me lo ocultaron. Mirame bien, padre.-Le señalo mi pelo arreglado, y mi vestido, aunque no está en sus mejores momentos.- esto no es la realidad.