Hablando de principes... (1/1/10)

De renegados de la camarilla, querrá decir.

Miro a Berenice, que acaba de llegar...

-... ¿necesitas algo?

-He estado hablando con el niño... dice que nunca ha hecho nada parecido, pero que lo va a intentar.-digo, acercandome.

- Perfecto. ¿Gusta de tomar una copa?

-Yo... Gra-gracias, señor.-Digo, un poco sorprendida, ¿me acaba de llamar de usted?

- Pónsela, chiquillo, sé un caballero - dice Antón. Parece de buen humor,

Sonriendo lo que puedo al verla (o lo que me deja el malestar) le sirvo una copa a Berenice.

Caballero... Dos imágenes pasan rápidamente por mi cabeza. Arnold, en el callejón, malherido por Basile. Ronald, muerto, con el cuello y parte de la espalda destrozadas. Noto como el dolor me revuelve y me golpea, por sitios donde creía que ya no aguantaba más dolor. Trato de agarrarlo, de sujetarlo... pero noto que puede conmigo. Esto es una locura. Es una locura. No puedo vivir así siempre... no puedo.

Cuando vuelvo a ser consciente de mi alrededor (¿cuanto ha pasado? ¿Unos segundos, unos minutos?), cojo la copa que me ofrece Curtis, con un ligerísimo temblor de manos.

-Gra-gracias.-digo en apenas un susurro.

La veo... se le refleja en los ojos el dolor que sufre...

-... ¿Hay algo que pueda hacer?

Le miro a los ojos un momento. Él también lo está pasando mal por mi... no puedo, no puedo con esto. Bajo la mirada al suelo y muevo la cabeza ligeramente, a la izquierda, a la derecha, negando.

... No puedo permitirme más errores.

Si dudo, muere gente.

Si fallo, muere gente.

Si me precipito, muere gente.

Si me equivoco, muere gente.

Si soy orgulloso, muere gente.

Y de la muerte, nadie vuelve.

Desvio mi mirada de ella, avergonzado de mi mismo, y doy un trago que me cuesta. ¿Cómo puedo arreglarlo?

-... Tenemos que ser fuertes... -digo, con la vista baja.

Antón os observa, en silencio y con seriedad.

Yo llevo siendo fuerte toda mi vida... ¿y de qué me ha servido?

-Curtis...-digo, haciendo un esfuerzo por alzar la vista.- Curtis, para, por favor. No ha sido culpa tuya. Nada de esto ha sido culpa tuya.

Doy un trago más, y despacio, dejo la copa en la mesa.

-... Por mucho que la razón me diga que no fue culpa mia... por dentro no me siento así.

Sigo sin mirarla. Mi voz es lenta.

-... No puedo cambiar lo que siento... y tampoco quiero... Esto ha dejado una cicatriz en mí que la sangre no puede curar... y necesito ese dolor... para no olvidarlo jamás.

Y no volver a repetirlo.

-Curtis, por favor. Esto empezó antes de que tu nacieras, en Los Angeles, lejos de París. No puedes culparte por algo que llevo llevando en mis espaldas cincuenta años, simplemente no puedes.

No respondo a eso.

Miro al fuego... lo fácil que sería que acabasen las cosas ahí... pero eso es de cobardes, yo no evado los problemas. Debo afrontarlos.

Por todos.

Lo siento tanto... no quiero causar más dolor, simplemente no quiero... y verlo así por mi culpa... Me quedo en silencio, mirando mi copa. No valgo para nada.

- Tú serías la más indicada - dice Antón, perdido el buen humor de su voz.

-.Sí, puede ser-bebo un trago.-.. Estoy pensando... ¿vinieron todos a asaltarnos? Necesitaría ver los cadáveres para asegurarme de que no falta nadie que no viera en la casa.

Miro a Antón. Él debe saber dónde estarán los cadaveres.

- Han caido todos, y si no es lo que diremos.

-Perdoneme señor: solo lo decia por si teniamos que preocuparnos de que viniera alguien más a vengarse.

... No sé si pueden haber más.

-... Si hay más están perdidos sin la dirección de Arnold o Petra... acabarán haciendo una estupidez y los camarilla les verán y matarán. Diremos lo que ha dicho padre.

Le miro.

-¿Pedirá pruebas fisicas?

- Llevaremos los cuerpos - dice - Bueno, tú los llevarás,Berenice.

Asiento con la cabeza.

-¿Qué es lo que quiere que le cuente al Príncipe, señor?